miércoles, 3 de marzo de 2021


 

MANUEL NAVARRO LUNA

 

 

 

Canción del niño negro y del niño blanco

 

 

Desnuda,
derrama sobre el suelo su larga trenza palpitante,
frente a la luna rota
de mi ventana.
El mejor vestido para las bellas desnudeces,
¿no es el lino ágil,
espíritu de maravillosos temblores,
de las espumas?
Su cuerpo, parpadeando como una joven primavera,
es,
para mis ojos
y para mi boca,
el mejor regalo.
Sensualidad desconocida del verano de la sensualidad.
¡Senos desnudos,
único verano!

 

 

2


¿Qué hacen aquellos niños?
¿Y aquellas mujeres perdidas en el monte del crepúsculo?
¿Y aquellos hombres pálidos?
¡Ansias,
sin rumbo,
que dejaron prendidas en el viento las plumas de sus alas!
Los niños fuertes,
llevan cántaros de hierro;
los niños débiles
llevan cántaros de oro;
los niños enfermizos,
llevan cántaros de nácar.
La estrella desciende con los senos desnudos,
y,
palpitando,
muere.

 

 

3


Alguien toca a mi puerta.
Espérate un instante…
¡El niño negro
y el niño blanco
arrastraron hasta mi puerta el grito áspero de la soledad!
El día,
para ellos,
no enciende las pupilas de sus cristales.
Sombra que echa raíces muy duras.
Tan sólo,
boca abierta del hambre.

 

 

4


El mendrugo agrio
—alguna piltrafa nauseabunda, regalo delicioso de los que han comido:
¡en sus despensas el pan fresco sonríe!—
a mordidas se lo reparten.
Después,
se miran asustados.
Y corren,
y caen,
heridos,
en la calle.

 

 

5


La cogimos tú y yo por los cabellos
y la arrastramos a la tierra.
Los sentidos radiantes del Universo se desgarraron
entre nuestros dedos,
y yo exclamé,
de pronto:
¿conoces esa voz que canta?
No era la voz de los niños hambrientos;
no era la voz de las mujeres pálidas;
no era la voz de los hombres enfurecidos por la envidia:
¡Era la voz de la estrella despedazada!

 

 

6


Están durmiendo, ahora,
el niño negro
y el niño blanco.
La noche,
con una lámpara encendida,
quiere ver de qué tamaño son sus sueños;
si son rojos,
o si son blancos.
Les abre los ojos y los golpea en la frente;
y les quema,
después,
los párpados.
¡Ninguno se despierta!
El niño negro
y el niño blanco
están dormidos sobre los colores verdes:
¡pétalos
del mendrugo amargo!

 

MARTHA MADRIGAL

 

  

 

Piscis 

 


En el agua reposada del fondo marino

 

los peces se trasladan silenciosos

 

en grupos irisados.

 

en el cambiante ritmo del oleaje,

 

en el callado amor.

 

Neptuno los vigila.

 

Pez que deslizas tu frágil cuerpo

 

con sensible calma

 

cuando más hondo giras

 

por caminos de luz que sólo tú conoces,

 

huidizo si te sientes atrapado,

 

con rápido giro te diluyes.

 

Símbolo de la más pura mística,

 

enconada batalla libra tu corazón

 

contra el mundo

 

por mantener a salvo tu esperanza.

 

El irisado ópalo sea

 

como el escudo de Amadis de Gaula

 

y te salvaguarde.

THOMAS MERTON

 


 

El conflicto entre el poeta y la ambición

 

 

Fama y Dinero fuerzan la entrada
Y encuentran al poeta solo en su cuarto.
Ponen el seguro para que no escape,
Encienden la radio a alto volumen
Y patean al pobre imbécil como a un bulto.

 

“Mejor canta tu arrebato de canción
Antes que esa voz de avestruz se atonte,
Mejor pégale duro al gong
Antes de que el sonido del metal se opaque,
Mañana, mañana la Muerte vendrá
Y te hallará perdido y torpe
Con tus épicas sin comenzar,
Se llevara tu pluma y lápices-

 

No habrá estatuas en tu tumba
Y otros bardos ocuparán
Tu cuchitril de 4 x 4.”

 

“Perdón, señores, mi cara de centavo
Se inclinó ante su dólar de presencias,
Reverenciando al Verso Famoso,
Adulando la riqueza con engreída sonrisa
¡Asfixiando mis lágrimas desesperanzadas!
Pues alguien robó mi jaula de pájaros,
¡Y rompió la caja de música
En que guardaba mi rebaño
De ideas toro y osos mentales
Mi caja poética de zorro,
Mi estuche de venados literarios,
Mi furgoneta de águila para batear los aires!
¡Rompieron las jaulas y dejaron ir
A mi pajarera de aves métricas,
Y todo estilo en mi bestiario
Fue soltado por los novatos!
Mi estanque de palabras de los viernes
Fue vaciado por los días y los años.
Mi entera miscelánea de versos
Está arruinada por los Monsieurs taimados.”

 

Los días y los años corren playa abajo
Y arrojan sus ideas al aire
Curvean sus símiles al lance
y batean sus versos muy lejos.
Él se desanima junto a la orilla desierta
Con ecos de gaviotas rellenando su oído.
Las horas y los minutos, juegan atrapadas
Con cada imagen que logran robarle,
Batean sus metáforas hasta donde los pájaros,
Y lo saludan con estas abusivas palabras:
“Mejor canta tu arrebato de canción
Antes que esa voz de avestruz se atonte:
Mejor azota tu pedazo de gong
Antes de que el sonido del metal se opaque:
Mañana, mañana la Muerte vendrá
Y encontrará tus épicas sin comenzar:
No habrá estatuas en tu tumba
Y otros bardos ocuparán
Tu cuchitril de 4 x 4.”

 

 

 

GUADALUPE GRANDE

 


 

Prólogo (El libro de Lilit)

 

Estas ruinas que una vez fueron carne y voz
          están hoy abandonadas a nuestro cuidado
          somos los responsables de su eternidad

 




Después de cocinar el adobe
llegó la alegría de los muros
y el aliento de las ventanas

caía la tarde
como por la cuchara resbala la miel
atardecía despacio
dándonos tiempo para entender la noche
descendían las horas
en la desnudez del aire
el viento aromaba las sombras
caída la tarde

              el miedo no tenía nombre

 

VIOLETA PUJOLS

  


 

Que de que




Que grite, que enmudezca,
Que rabie, que me aquiete,
Que me moleste, que me agrade,
Que le grite a Dios, que le ore,
Que no me importe el que dirán,
Que me importe lo que digan,
Que tire, que recoja,
Que hale o que jale, si me gusta más
Que ame, que no ame,
Que delire, que razone,
Que palpite, que me sosiegue,
Que suspire, que celebre
Que suba, que baje,
Que brinque, que me aquiete,
Que me apresen, que me liberen,
Que corra, que me detenga,
Que reclame, que resuelva,
Que coma, que pase hambre,
Que duerma, que me desvele,
Que tenga sexo, que me abstenga,
Que mire, que no mire,
Que vuele, que vuele, que vuele
Que me liberen.


SERGIO LOO

 

 


 

Su cuerpo en un extremo y el mío en el otro de la cama,
tensos. Ojos en blanco. Manos tensas palpan
el cuadriculado silencio emergido
donde antes, apenas unos días,
pliegues de sábanas eran,
para nosotros,
laberinto amurallado
vuelto jardín.
Hace apenas pocos días que mi centauro cuerpo en el suyo no se pierde
porque
hace algunos días,
entre frases mal tiradas, puestas en jaque por sí, noté
el hilo de un extraño internado entre sus piernas.
Hace apenas unos días enrocados
entre el “Es tarde, hablamos luego”, que nuestras miradas
párvulas
avanzan
casilla
a
casilla,
esquivas
para no comerse.

 

Sobre blanca sábana, cada vez más breve,
atrincherados cuerpo a cuerpo en un lecho que clama guerra,
nos mantenemos quietos, con las miradas paralelas, rumbo al techo.
Cuidadosos,
porque cada palabra
son dieciséis piezas ennegrecidas contra el otro.

 

Quietos y cuidadosos, buscando la quinta torre para ahí guarecernos, buscando
el movimiento menos contundente.