lunes, 17 de marzo de 2025


 

JUAN CERVERA

 



III

 


Muy lejos de Andalucía,

donde vive un andaluz,

si es que vive todavía,

escribo esta noche yo

una canción que no es mía:

una canción que es el llanto

oculto de Andalucía.

 

De: “Coplas proverbiales”

 

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA

 

 

 

Signos


 

Hay quien besa con los ojos abiertos,

quien respira después de pensar,

quien sube las escaleras y cuenta

de dos en dos los peldaños impares.

 

Del mismo modo, hay días

esdrújulos y sin tilde

que ignoran toda regla de acentuación;

días en que el agua es ajena a la sed;

días engendrados en madrugadas premonitorias

de insomnios inútiles y sin lámparas.

Amaneceres en que el cielo

es una hoja dubitativa

y las nubes, signos movedizos,

dotados de enigmática elocuencia

anterior a la soberbia

del calígrafo y las palabras.

 

 

De: “Un sobre sin abrir”

 

MELISSA SAUMA VACA

 

 


Vacío


 

Tememos al vacío

porque desconocemos su materia.

 

El vacío

el que nos contaron

el que imaginamos

 

no existe.

 

Muchas veces salté

y en el minuto final

una mano frenó mi caída

 

era mi mano.

 

Muchas veces permanecí

algo me detenía

aferrada al camino

 

eran mis pasos.

 

No hay antagonismo

entre salto y permanencia

así como el vacío no se opone a lo pleno.

 

El vacío es sólo la sustancia

de la que estamos hechos.

 

Quien teme al vacío

se teme

 

a sí mismo.

 

 

 

IVÁN TREJO

 

 

 

9

 


La palabra es un barco

hundiéndose en un muelle

donde el silencio parpadea.

 

De: “Los días a la deriva”

 

ROBERT CREELEY

 

 


 

Advertencia



Por amor—
abriría tu cabeza y pondría
una vela
detrás de tus ojos.

Se muere el amor en nosotros
si olvidamos
las virtudes de un amuleto
y su breve sorpresa.

 

ANTONIO LUIS GINÉS

 

 

 

Merendero

 


Sólo una vez me detuve en el merendero. Me han
contado que aquí muchas tardes fumabas tus cigarros,
como si siempre fueran los últimos, en silencio, perdido
en un paisaje que se desmoronaba vacío, artificial, lejos
ya de ti. Llegar a la vejez para qué, si más que nunca los
sentidos te abandonan a un espacio en el que nadie se
adentra, en el que nadie te oye.
Tabaco negro, un poco de tos, de dos días.
Cuando paso por el merendero, aún te veo ahí, apoyado
en tu bastón, serio. Lanzas el humo de tu cigarro contra
un cielo inquietante: pareces llamarnos con el afecto de
quien aún no ha partido, de quien pide la última calada,
ese segundo de despedida que nunca se acaba
sino con nosotros mismos.