jueves, 16 de febrero de 2017


CARLOS BARRAL




Le asocio a mis preocupaciones

                Y base de notar; que estas cosas son aora muy a la postre,
                despues de todas las visiones, y revelaciones que escrivire,
                   y del tiempo que solía tener oración, a donde el Señor me
                                                  dava muy grandes gustos y regalos.



Preferiría ahora imaginar
que te soñaba como un robot
metálico o como un antiguo caminante
hecho de humanidades o de audacia.
Pero a la primera juventud es propia
una ternura sin reservas,
y luego... la tradición más inmediata...

Te invocaba según un largo rito,
torturándome hacia los pormenores de tu imagen.
Tocaba los objetos, te buscaba
revolviendo memoria.
Después, con los brazos en cruz, sobre la cama,
pasaba tiempo y tiempo.
                                           Conocía
que estabas por un dulce cansancio
y entonces me tendía sin mirarte,
sabiéndote allí cerca,
y te contaba mis deseos:

-Haz que el año que viene... Que otro día...
Haz que la chica que encontré el domingo
(o si prefieres aunque sea otra)...
Haz que yo pueda ser... Y, sobre todo...

Tu presencia asentía a cada cosa,
tu blanco estar allí, tu inabordable
reino, transfigurando el sueño en lejanías:
el suave chasquido con que hiende
el tajamar las ondas
o unas ramas de abeto iluminadas,
flotando como un astro en el azul inmóvil.

Cada cita nocturna, cada encuentro
rescataba una parte del vivir diario:
los muros del colegio, los siniestros pasillos o las voces
de la mesa familiar cuando se hablaba de dinero
y además los pecados,
la vergonzosa marca del sexo
y el duermevela de las imaginaciones.

En las horas vacías, por el día,
a veces te ofrecías como un premio
fugaz, pasabas un instante
rozándome, en medio del silencio cargado del estudio,
como un soplo de aire que se dibuja sobre el agua
quieta,
o en las veladas tristes, en familia,
junto a la radio tonante,
o cuando la humillación me acaloraba.

Mas luego nuestro amor, según el tiempo
pasaba por la boca de los que te adulan,
se fue haciendo difícil, nuestras noches
de vez en vez más raras.
Comenzó a incomodarme
la sociedad de tus amigos, la dudosa
verdad de tus quehaceres...

Lo sé. No fue tan simple.
Sé que un día
mutilé la costumbre, sentí un poco
de rubor (la redujimos,
a lo más perentorio)...

¡Qué rápidas visitas en los últimos meses!
Y aprendía
a ver el mundo sin ti,
a llenar tu vacío con las cosas.

No recuerdo
exactamente cómo terminó.
Más tarde
me parecía un sueño nuestra historia.



ALDOUS HUXLEY




La rueda ardiente



Exhausta de tantas vueltas,
mortificada por tan frenético desasosiego,
ansiando perfilar el dolor circunferente
-la vertiginosa llanta a toda velocidad-
hacia el centro inanimado, y allí reposar,
la rueda debe ir de agonía
en agonía contrayéndose, hasta volver
al núcleo de acero.
Y por fin la rueda encuentra reposo, queda en calma,
agazapada en diamantino núcleo:
cumpliendo su voluntad en lo inmutable.
Pero los ansiosos átomos, en tanto se frotan
cada vez más cerca, más y más,
violentamente unidos, engendran
una llamarada que enhiesta se eleva,
hinchándose de un ardiente,
apasionado, fiero deseo de encontrar
la paz infinita del pecho de la madre.
Y allí la llama es un Niño Jesús durmiente,
luminoso, dulcemente radiante;
toda amargura disipada
en la infinita paz del seno de la madre.
Mas la muerte avanza en una marea
de lento olvido, hasta que la llama asustada
despierte del sueño de su calmo resplandor
y se incendie de nublada pasión y de dolor,
no sea que, al olvidarlo todo en la calma, fenezca.
Pues mientras arde y se angustia se aviva,
engendrando una vez más la rueda que añora
-aquejada de su velocidad- la espantosa quietud
del diamantino núcleo y de la cadena de fuerte acero.
Y así una vez más
girará la rueda hasta cesar su angustia
en la férrea angustia de la fijeza,
hasta que otra vez
la llama se expanda a lo infinito,
sumiéndose en el sueño luminoso
de tan vasta e inconsciente paz.


Versión de Jesús Isaías Gómez López



ANIBAL NÚÑEZ




Encuentros



Tibio yeso tus ojos tienden sobre
mi corazón en ruinas: rapidísima
reconstrucción de un templo a ti advocado.


De: "Taller del hechicero"


ARMANDO ROA VIAL




Y el sobrepeso de la palabra amor



Y el sobrepeso de la palabra amor
hundió a los amantes.
Deslucida de todo sentimiento,
doliéndose de sí,
lastrando una retórica en desuso,
con hambre de olvido,
bajo un inventario de culpas
que se arañan unas a otras,
hijas de una misma decepción.
Nada baja ya
a los osarios de este corazón:
porque el sobrepeso de la palabra amor
hundió a los amantes.


CARLOTA CAULFIELD




Filtri d'amore



miel en todos los panes
miel en todas las bocas
miel en ti, amado mío,
con una pizca de canela,
y una cucharadita de vainilla.


CINDY JIMÉNEZ VERA




La lluvia



El periodismo latinoamericano está de luto tras la muerte del hondureño Rodrigo Rojas, quien en vida fuera el escritor mexicano Carlos Fuentes. Afuera llueve como lo ha hecho siempre. Desde mucho antes que naciera Fuentes, que muriera Rojas o que llegara Morales a esta historia



De: Tegucigalpa