miércoles, 27 de julio de 2016


MARÍA ELVIRA LACACI




Incienso



Incienso.
Olor que me penetra
rasgando los sentidos.
Y huyo.
Me siento acorralada
por ese olor vivísimo.
Partículas quebradas
de una luz lejanísima
se adentran en mi alma, hoy todo sombra.

Incienso.
Un Dios,
amordazado por la Vida,
intenta liberarse. Inútilmente.

Incienso.
Acaso un día,
al aspirar tu aroma penetrante,
no huya. Arrollándolo todo.
Seguida y perseguida
por un fantasma amado:
El Dios de mi niñez. Que olía a incienso.


ELA CUAVAS



  
Escritura



Las palabras me asaltan y de tanto tocarlas enloquece el piano. Las palabras duermen en mí, pero al tomar el lápiz despiertan todas en confusión de pájaros.

Platón y el nombre de los amantes, Van Gogh y su desordenado alfabeto, Artaud y su Torre de Babel.

Las palabras juegan a las escondidas y yo quiero atraparlas como a moscas, derribarlas con mi arco de fuego sin molestar a Dios.



UMBERTO SENEGAL



  
Cayeron juntos
el fruto maduro
y el pájaro herido.



ALFONSO REYES

  


De mi prisma



Otro invoque a la Musa de ceño rudo
que esquiva de sus labios las ricas mieles,
y admire más a Fidias que a Praxiteles
y el pliegue de la túnica más que al desnudo.
En el arte lo ingenuo tentarme pudo.
¡Que las minervas porten fieros broqueles!
Yo prefiero la fresca flor de las pieles
y la mamila erecta por solo escudo.
Los ojos de Calíope resultan fieros:
amo más los de Filis, por lo sinceros;
y si a veces prefiero los de Melchora,
es porque en la zampoña gimo y deploro
no revivir la gracia del siglo de oro
que confunde a la reina con la pastora.


México, febrero, 1906.


ROSSANA ARELLANO




Sueño



Sueño que eres vida y yo muerte…

Llena de orgullo, como lluvia
que se aferra a la desnudez
y azota el parche de la herida.

Así, recorro tus costillas
combato en la estación de tus huesos
y hago historia en el puente que va del ombligo a tu sexo.

Transito en azul mis desvaríos
bordo en tus ojos plegarias del día a día,
antes que el sollozo venga a copular con mi silencio.

Y beso, lo silvestre que se posa en tu boca
mientras escribo a ciegas un nosotros
sobre la humedad de tu piel, toda.

Me clavo a tu pecho herido,
perforo el punto exacto de mi muerte
y pongo mi alma de poesía, en tu rojo sangre.

De tanta soledad
la letra deja estela en plumas amarillas
que no logran alzarse y susurran minusválidas.

Me abro hacia tus sueños
que penetran la mortaja de mis alucinaciones
y maldigo al fantasma del idioma.

Amas, lo sabe hasta mi sombra,
pero no mi secreto descifrado
ni mi canto, ni mi herida. 


ORIETTA LOZANO



  
Perdiéndome en tu cuerpo



Mi boca de poca risa
parte alegre hacia tu boca
y como siempre voy hacia tu cuerpo
estoy sin voz
a la hora de los besos.
Me detengo un minuto
en el silencio
para componer un canto a tus caricias
y voy perdiéndome en tu cuerpo.
La noche me envuelve lentamente
y las llaves de la casa
me recuerdan el regreso.