"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 20 de junio de 2022
CARMEN SÁNCHEZ
Amanece
luz pasión
en los atardeceres del mundo.
Es la hora de silencios gemidos,
es la hora de triunfar lechos,
estandartes y miradas,
es la hora de los guiños.
Aunque cárdenas espadas y un bisturí
afilado, adornados en terciopelo,
esperan la despedida.
Un interrogante, una respuesta,
una salida, siempre la vida.
Y vuelves a empezar.
De:
“Un roce al paso”
ROCÍO WITTIB
la
poesía es consuelo de tontos
¿lo
digo o no lo digo?
libérame
la
poesía es algo que da un poco de pereza
poeta
y vaga
porque sí
la
poesía es la búsqueda de redención
a
ver si me aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino
SALVATORE QUASIMODO
Lamento
por el sur
La
luna roja, el viento, tu color
de mujer del Norte, la llanura de nieve…
Mi corazón está ya en estas praderas,
en estas aguas anubladas por la niebla.
He olvidado el mar, la grave
caracola que soplan los pastores sicilianos,
las cantilenas de los carros a lo largo de los caminos
donde el algarrobo tiembla en el humo de los rastrojos,
he olvidado el paso de las garzas y las grullas
en el aire de las verdes altiplanicies
por las tierras y los ríos de Lombardía.
Pero el hombre grita en cualquier parte la suerte de una patria.
Ya nadie me llevará al sur.
Oh,
el Sur está cansado de arrastrar muertos
a la orilla de las ciénagas de malaria,
está cansado de soledad, cansado de cadenas,
está cansado en su boca
de las blasfemias de todas las razas
que han gritado muerte con el eco de sus pozos,
que han bebido la sangre de su corazón.
Por eso sus hijos vuelven a los montes,
sujetan los caballos bajo mantas de estrellas,
comen flores de acacia a lo largo de las pistas
nuevamente rojas, aun rojas, aun rojas.
Ya nadie me llevará al Sur .
Y
esta tarde cargada de invierno
es aún nuestra, y aquí te repito
mi absurdo contrapunto
de dulzuras y furores,
un lamento de amor sin amor.
Versión
de Carlo Fabretti
JAVIER PAYERAS
Escrito
para un cuerpo
La
escritura es un boceto. Una calle abajo-adentro-afuera de ciudades tatuadas.
Una mano sobre el destino.
Un sueño sacudido entre cielos manchados y paredes sucias. La eternidad es ese
fondo del mar bajo el sol. O quizá esas cicatrices que deja la impotencia luego
de la muerte o del dolor o del tiempo. ¿Qué rumbo tomará todo ese ruido que te
invade? Tu sinfonía es dibujar en cuadernos tu visión de lo inexpresable. Tus
notas y tus cuentas por pagar. Así vas por la vida caminando descalzo sobre los
escombros que deja la realidad del mundo en tu interior.
MARTHA CECILIA ORTIZ QUIJANO
Abuela Tina
A Robertina Rodríguez
Mi
abuela es palmera,
su espalda marimba de chonta tocada por el sol.
Mi abuela es negra
como las noches sin luna
su cabello en cambio es nieve rebosada
y en su sonrisa de alondra viajera
se alojan todas las estrellas.
Mi
abuela lleva la primavera en su vestido
menea su cuerpo altivo
impulsada por olas del mar.
La casa de mi abuela de madera y azotea
de corredores amplios y Veraneras
y una escalera que lleva a un cielo desconocido.
La casa de mi abuela con carbón siempre tibio y comida fresca,
los ecos de mi infancia
aún conservan la risa de traviesa
en un cofre olvidado de esta casa vieja.
Mi
abuela se marcha sin avisarme
el penúltimo día de febrero
con la frente en alto y el deber cumplido;
se marcha mi abuela subida en su canoa
y se va alejando por un camino largo, estero de manglar,
los cangrejos miran su paso y le dicen adiós
ella rema con su canalete
y la vista fija hacia delante
para no ser estatua de sal.
JULIO CÚMEZ
He soplado en las manos de la muerte palabras que desconocía
le he puesto nombres a los días que habrán de consumirme
y he visto como en la blancura de las palabras
me he convertido en una casa
en donde la tarde siempre llega a arrastrar los ojos.
Y
aquí estoy
sentado sobre el dolor de seres de pasados inciertos
viendo como la vara pasa sobre el fuego
viendo como la tarde me busca en el interior de una casa
para poder decirme:
-En
tus ojos
el sol se pierde
entre el cielo y el mar
de todo lo que cae-.
Y
aquí estoy
sentado
viendo como la luz se cuela entre las ramas de mi pecho
y da contra el árbol de mis huesos
viendo como las preguntas se van anidando a mi alrededor
mientras no hay nada en mí que sepa nombrar lo que sucede
porque aquí no hay un movimiento de la vara sobre el fuego
que me advierta del crujir de estos días
o una luz a la cual le pueda dar una raíz.
Solo
están mis manos como edificios
y esta extraña sensación de caída en el pecho.
Solo
está mi voz
que anochece en todo lo que nombra
mientras tú me preguntas:
¿Habrán
días que entiendan el peso de todo lo que cae?
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