martes, 4 de septiembre de 2018


ADELFA MARTIN





La matanza de Acteal



¿Porqué estoy aquí?, no lo he entendido
tu silencio es más cruel que el vil castigo
al que fui sin merecerlo sometido
pues tu balanza falaz se ha envilecido

Una docena de años es consuelo
si se pasan felices y en familia
pero aquí la inocencia clama al cielo
la venda, aunque te ciegue, si te obliga

Que no fui yo, lo dije y lo repito
nunca estuve en el sitio de los hechos
la matanza de Acteal la hicieron otros
¡los que callaron lo saben segurito!

Ya basta de injusticias, los canallas
de siempre que se salen con la suya
eres La Ley, actúa sin más fallas
que no se diga más, la culpa es tuya

Más de 40 los chivos expiatorios
torturados, masacrados, perseguidos
mientras los reales, verdaderos asesinos
continuaron su vida en gran jolgorio

Si La Corte decide la inocencia
(de la que el pueblo siempre
estuvo muy consciente)
cómo resarcirán a los que fueron
encerrados por gente sin conciencia

Una vez más les dirán: usted perdone,
con pruebas y testigos amañados
encerrados como viles delincuentes
...fue poquito nomás... ¡por 12 años!

ALEYDA QUEVEDO ROJAS





Túnel



Todavía escucho
a los dragones afilados
ingresando a mis entrañas
tejido quemado
árbol de páramo yo
vi sombras de arena
y horas abismales
detenidas en mi cabeza
mas todo se esfumó
por los besos de mi amado.


ÁLVARO FIERRO




LA LLUVIA ha terminado.



Nubes
sobre los charcos
alejan su cerveza
hacia el pasado del que hablaba
Borges el ciego.

Cuando me acerco hasta una gota
donde la luz se ha solidificado,
veo el contorno
de mi cabeza negra
cavilando
en que quizá pensar
sea poner fronteras a la muerte.

Ojalá el mundo fuera un sueño.


ÁNGEL CRUCHAGA





Momento melodioso



Eres sobre mi vida
una suave canción de ojos azules.
Nunca sabrás que soy como una llama
que besa agudamente tus cabellos.

En mi silencio quedarás dormida,
clara y azul como un jazmín de oro.
Aquietaré todo rumor del mundo
para que tengas el perfil sereno
sobre el espejo turbio de mi vida.

¡Pasarás como un canto
que va en puntillas para no morir!


MARCIA RAMOS





mi cuerpo en una botella



Los labios se descarapelan adentro de la sal
de sus uñas aferradas en mi ombligo
cúspide: entrañas de los monstruos
quienes en el vacío de la aureola flotante
su desnudez se estrecha con mi habitación oscura.
Habitada como una rosa  decaída por la sombra del sol
abundan mis ramas hechas brasas en las nebulosas de sus ojos palpitantes.
Las cigarras se encienden como lirios salvajes cortan las fibras emocionales
atadas al corazón
blasfema de nombres.
Las mariposas envueltas
sangre sobre sangre
rodean mi pecho,
congestiones de recuerdos acarician la serpentina de mi pelo
cual monte arrulla su cadera silenciosa.
Nubes alborotan la ilusión de ser un pez volador por sus mejías de estrellas.
Me robo la inocencia de cesar en el entierro
de caer volando por la eternidad
espero el infierno de su despedida atroz
espero las leyes de los hombres caer sobre mi espalda de meteorito
como un niña que ve la nieve sobre su ropa disfrazada de ramera.
Mi cuerpo en una botella se deshila con precocidad
de una boca comiendo de mi boca
doy patadas sobre el anzuelo
me pulverizo
me ahogo
me pulverizo.
Las hadas en su pecho
me ahogo
Mi cuerpo en una botella invade la nostalgia de ser carne.

ISABEL RODRÍGUEZ BAQUERO





Ars amandi



La tarde incandesecente, primaveral y clara,
se evade hacia las lindes en sombra del ocaso,
abandonando voces, pupitres y ficheros,
cementerios y perros, andenes y jacintos.

Pasan tibios retazos de palabras y risas
y pájaros perdidos detrás de los cristales.
Estalla primavera en todos los aleros
Y en los adolescentes tendidos en la yerba.

Es hermosos vivir sintiéndose vivido,
es cálido gozar la luz en compañía,
es intenso sentir que la vida se agolpa
en la palabra exacta y en los hondos silencios.

Es glorioso sentirse comenzar con la vida,
levantarse la sangre en pie de amor; es dulce
palpitar en la misma emoción inquietante
y buscarse los labios, atónitos de besos.

Es preciso vivirse, desvivirse, gozarse
y beberse a oleadas la tarde fugitiva,
antes de que las horas arrastren a la arena
los restos inservibles del último naufragio.