miércoles, 25 de noviembre de 2020


 

LUIS ZALAMEA BORDA

  

 


Despedida

 

                                                   "...es tan corto el amor
                                             y es tan largo el olvido... "
                                                                      Pablo Neruda

 



Te fuiste.
Como se va la primavera.
Como se van todas las cosas.
Como se pierden en el mar las velas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejan las mareas.

Te fuiste.
Ni tu nombre recuerdo,
ni el color de tus ojos.
Sólo que por las tardes leíamos a Neruda;
aún me llega el timbre de tu voz profunda,
y el alarido de tu dicha, suelto,
huyendo a medianoche por la playa.

Te fuiste.
Irremediablemente huiste de mi vida.
Fue el océano tu cómplice fortuito:
zarpaste al borde de un balandro cualquiera
una tarde cualquiera.
Yo me quedé sobre la playa dilatada,
salpicado de ocaso, solitario en la arena.
Te fuiste.
Nos habíamos amado con la furia de los 25 años.
Todo fue cerca al mar:
besos de sal y yodo,
mordiscos de medusa enloquecida,
saltos de delfines en celo,
abrazos hasta brotar la sangre marinera.

Te fuiste.
Como se fueron también la rada familiar,
las velas madrugadoras de los camaroneros,
el lecho duro de nuestros combates clandestinos.
Hasta el mar cambió de rostro y de fragancia;
la codicia del hombre corrompió las aguas.
El aire mismo se llenó de venenos y de miasmas.

Te fuiste.
Como se van todas las cosas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejaban las mareas.

 

FERNADO CHARRY LARA

 

 

 

Llanura de Tuluá




Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.
Mas no hay beso, sino el viento
sino el aire
seco del verano sin movimiento.
Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.
Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las
amenazas y relámpagos.
Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.

 

 

De: "Los adioses"

 

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

  


 

¿A qué?

                  "Ya perdieron su arrullo los ocasos
                      y los abismos florecieron huesos".
                                                  Matilde Espinosa

 

 


A qué llevar hacia el azul los pasos;
a qué nombrar las cosas dulcemente,
si para la penumbra confidente
«ya perdieron su arrullo los ocasos».

A qué entreabrir los sitibundos besos;
a qué dejar la rosa en la ventana...
Bajó desde los cielos lumbre vana
«y los abismos florecieron huesos».

 

A qué mecer la tarde entre los brazos,
ni sentarse a la orilla de la fuente,
si en el sordo rugido del torrente
«ya perdieron su arrullo los ocasos».

 

Inútiles ya todos los regresos,
divaguen en la sombra nuestros pasos
«ya perdieron su arrullo los ocasos
y los abismos florecieron huesos».

 

 

ROQUE ESTEBAN SCARPA

 

 

 

 

Variaciones de Adán

 



Adán, padre mío, nombre mío olvidado,
nadie te siente vivo en el rincón más oscuro
del cuerpo ni en el punto más luminoso
cuando algo nombra. Eres su olvido,
apostaría, de haber sido habitante del paraíso,
residir entre las cosas ignorantes.
Todas las creaciones estaban sin saberse.
¿Podría conocer la brisa que abrazaba a la higuera,
y el sabor de los higos la caricia sin dedos,
si la brisa era desmemoriado paso
y la higuera, temblor de no tener espejo?
La palabra revistió con piel de lumbre
toda la materia y el espectro inexistente de mudas apariencias
según lo sentiste tú, Adán, por vez primera.
El Paraíso ha sido mutilado desde entonces.
Tú lo trajiste entero junto a tu destierro
con la manada de hombres en la memoria
que en sombra te seguía. Cada hijo engendrador
del propio olvido. La sombra la devora la tiniebla.
Todo va siendo noche, amnesia. Las generaciones
se suceden más que en la vida, en la muerte
y allí conducen la débil experiencia, su cáscara
sin meollo. El desierto crece en el paraíso hurtado.
Adán, padre mío, rostro mío olvidado,
que nostalgia tengo de tus nombres.
Debo andar el camino que agotaron.
Me voy moviendo hacia tantas muertes.
Me incita el morir el eterno paraíso,
transponer aquella espada de fuego con sus alas,
morar después las deshabitadas casas, 
pulir la voz que despierta en mi oído
purísimas memorias, la tentación incluso
del goce y del dolor para el Otro venga.

 

OSIP MANDELSTAM

 

 


 

EL OÍDO AFINADO dirige la vela sensitiva,

La mirada dilatada se despobla

Y un coro enmudecido de pájaros nocturnos

Atraviesa el silencio.

 

Yo soy tan pobre como la naturaleza

Y tan simple como el firmamento,

Y mi libertad es tan quimérica

Como el canto de los pájaros nocturnos.

 

Yo veo al mes inanimado

Y al cielo más muerto que el lienzo;

Y acepto del vacío

¡Su mundo enfermo y extraño!

 

 

DINA POSADA

 

 


Sugerencia

 

 

              

                Toma

            el sendero

que separa    mis senos     

 

resbala

           tu antojo

                        por el

                        contorno

                     de

              mis

caderas

ágil

recio

hasta que el gusto

te mire con dolor

y te sonría el dolor

lamiéndose de gusto

 

S

   e

     s

      g

        a

          tu rumbo

           hacia el

            centro

 

sigue

        pendiente

                        abajo

 

y cuando el jugo del instinto

anuncie mi locura

                          -Cazador-

escamotea y penetra al fondo

 

muy al fondo de la cueva

 

donde mi género

levanta la especie

y sostiene la esperanza

 

 

De: “El Monte de las delicias”