sábado, 13 de mayo de 2017


JORGE CARRERA ANDRADE




Tributo a la noche



Niegas, oh testaruda, lo que el día ha afirmado
y, después de su muerte, de las cosas te adueñas.
Tus sacos de carbón abarrotan sin término
la universal bodega.

Tu gran cuerpo de sombra en el mundo no cabe,
nebuloso animal nutrido de guitarras,
y distraes el tiempo de tu prisión terrestre
borrando los caminos y devorando lámparas.

Entras a todas partes, habitante del cielo,
y te instalas sin ruido entre nosotros
o te quedas mirándonos detrás de las ventanas
con tus tiernos ojillos eternos y remotos.

Caminante puntual, nodriza de campanas,
vas metiendo en tu fardo los seres y las cosas.
Me ofreces tu enlutado palacio, y me reclino
en tu almohada de sombra.



LUCIAN BLAGA




De tu cabello



La sabiduría de un mago me contó una vez
algo de un velo que no pueden traspasar las miradas,
telaraña que esconde al ser en todas sus partes
impidiéndonos ver lo que es real.

Ahora, cuando me oscureces las mejillas y los ojos
con tu cabello
desmayado por sus ricas olas negras,
estoy soñando que el velo, el que transforma en misterio
todo lo ancho del mundo, está tejido
de tu cabello,
y grito,
y grito,
y por primera vez siento
todo el hechizo que me dijo el mago.




GUADALUPE AMOR



  
Cuando tú me detractas…



Cuando tú me detractas
me sumerges al fin de los abismos
¡No se levantan actas!
Internos cataclismos
anulan mis celestes espejismos.


EUGENIO MONTALE




Día y noche



Hasta una pluma que vuela puede dibujar
tu figura, o el rayo que juega al escondite
entre los muebles, el reflejo del espejito
de un niño en los tejados. Sobre el perfil de los muros
residuos de vapor prolongan las agujas
de los álamos, y abajo, en el tripié, se encrespa
el papagayo del afilador. Luego la noche calurosa
en la plazuela, y los pasos, la incesante y dura
fatiga de hundirse para resurgir iguales
desde siglos o instantes, de pesadillas que no pueden
recuperar la luz de tus ojos en el antro
incandescente –y aun los mismos gritos y los interminables
llantos en la veranda
si de pronto retumba el golpe que te enciende
la garganta y aplasta las alas, oh peligrosa
anunciadora del alba,
y se despiertan claustros y hospitales
en un laceramiento de cornetas...


De: La tormenta y lo demás


LUIS ROSALES




La ola inmóvil



Es curioso saber que todo empieza en la transmigración de
la saliva
y mis ojos dentro de poco van a cumplir dos años.
Lo cierto está tan cerca que el silencio me ha cortado los pies
y la sangre gotea sobre la alfombra
ya que no basta ver lo que se ve, es necesario adivinarlo.
Lo que se ve es un cuerpo en la penumbra,
n cuerpo que en la noche de amor tiene la plenitud de una
ola inmóvil,
que está siempre en su altura de dominio.
¿Nunca has pensado, amiga mía, que el cuerpo al
desnudarse está más junto?
y luego,
en el momento en que lo miras,
cobra su exactitud porque el mirar lo va configurando.
Todo consiste en la transmigración,
y hoy al verte he sabido
que el tacto es el recuerdo más antiguo que tiene el hombre,
y a veces puede aterrorizarnos
con su temblor de miel
lenta y originaria y envolvente.
El tacto es como el mar
y el cuerpo amado es de agua despacísima que no se mueve
sino hacia adentro,
desnaciéndose,
ya que la carne tiembla porque mira y al entregarse está
mirándonos.
Hay zonas de tu cuerpo que en la sombra relumbran
y tienen un calor reberberante
y un temblor desciñéndose que es la memoria de su origen,
y ya sabes que a veces
el cuerpo participa de la luz
pues el que toca lo cierto muere,
y noche adentro sientes que la profundidad del mar se hace
inmediata
con el roce más leve
pues lo profundo aterra: es desnacer,
y el agua de tu cuerpo está muy junta y muy temblada
ascendiendo de la sombra a la luz,
y nunca acaba su ascensión,
su encendimiento gradual,
y el pulso empieza en las estrellas,
y la creación del mundo se suspende hasta que ya en el mar
sólo queda una ola,
sólo cabe una ola que al llegar a la playa queda en vilo,
sabiendo
que no puede romper sino acabándose.


17 de agosto de 1976


De: Diario de una resurrección


MIGUEL ÁNGEL FLORES




Saldo ardiente

a Marie-José y Octavio Paz



Tras qué colina se puso
El sol de la razón
Desastre en llamas
Quedé inmóvil
           y fui un árbol en el bosque
Que supo la verdad de cosas nunca antes vistas
Así escribió en el principio
Y fue su lucha epopeya
Por el verso exacto
Sin importar las incoherencias

Música cabalgando sobre la página

Y como a otros hombres
Se le concedió el privilegio
De conocer el infierno en vida
Círculos del infierno
Descenso tras descenso
Versos de belleza enceguecedora
Entre hojarasca de erudición e impertinencia

Y en el purgatorio de los años postreros
Aquel poeta dijo que sus referencias
De Venecia ya no coincidían con los Cantares
Fiera imagen
                      ojo de lince
                                          desgastado tacto

Huésped de la ciudad
Que tiene la certeza de su destrucción por condena
La rebelión de las aguas
Ni renovación ni surgimiento a la vida
Aguas del olvido
Tradición en piedra que la piedra perpetúa

No la certidumbre:
Las aguas borrarán cuanto queda
La única certidumbre: la incertidumbre

Piedras de Venecia: regreso del hijo pródigo
Y celebración de nupcias con el silencio

La Hélade sobre la estrella de David
Así fundó el error
Debió pagar con penitencia
De animal hidrofóbico

Tenía la luna como estampa

          The moon my pin up

La batalla infundía vida al movimiento
¿Quién habrá de restar y de sumar y escribir
El saldo con ardientes cifras?

¿Lo habrá transfigurado la muerte?

Intentó escribir el Paraíso
No os mováis
¿Aún tiene voz el viento?
Tierra abandonada por los dioses
          Que aquellos que amó extiendan su perdón.



De: Saldo ardiente