viernes, 16 de mayo de 2025


 

BORIS PASTERNAK

 


 

Distracciones con la amada

 

 

Por cimbreante ramita aromada,
absorbiendo en tinieblas su néctar,
de un cáliz a otro corría
la humedad de alocada tormenta.

Deslizándose de uno a otro cáliz,
dejó en ellos, muy nítida,
una gota, enorme, cual ágata,
reluciente, colgante y tímida.

Nada importa que el viento,
que azota el arbusto,
esa gota torture y aplaste.
Queda entera, no rompe,
y quedan dos más
que se besan y beben.

Y se ríen, e intentan soltarse,
mas se yerguen, y quedan como antes.
No caerán esas gotas del cáliz,
no podrán separarse por nada.

 

Versión de César Astor

 

CHARLES SIMIC

 

 

 

Sandías



Budas Verdes
En el puesto de frutas.
Nos comemos una sonrisa
Y escupimos los dientes.

 

MANUEL PADORNO

 


 

Luz tan lejana

 

 

Segué la gavia, aré la orilla
azul del mar, hendí la llama viva.
Contempla cómo suben llamaradas
donde se posa la gaviota aquella,
donde golpea el oleaje, donde rompe
la espuma lentamente. Queda sólo
la luz, y la alegría. Cómo caen
las estrellas. Y amanece, amanece.
Alguien derrama luz. Sembrados
del aire fuera mientras se subía,
mientras subía la luz tan lejos.

 

ANTONIO CARVAJAL

 

 

 

Ebriedad de sol

 

 

Vente conmigo a esta caliente fosa,
al hueco en que un arcángel nunca anida:
es foso de leones o manida
de sangre, no de pétalos de rosa.

Aquí los huesos silban, y qué hermosa
es su canción de besos y de herida.
El relámpago apenas tiene vida
en tanta huesa amante y cavernosa.

Ay, ven conmigo. Duérmete a mi lado.
El gusano no puede con el sueño,
vino es la muerte de metal fundido.

Tierra en la tierra ya, nuestro costado
será un arpa que tañe el Sol -su dueño-
para darle al Amor nuestro sonido.

 

 

MARI LUZ ESCRIBANO

 

 

 

Canción del silencio

 

 

En las horas pisadas por las sombras
en un gesto final de despedida,
cuando es tarde y tardíamente escucho
esta niebla o canción que me regresa,
todos los muebles tienen
una poblada soledad de incierta
nostalgia telefónica.

Y los libros me miran
con sus ojos de octubre
y el cigarrillo clama
urgido desde el piano
con volutas que pasan
transitan, me construyen
la palabra de amor en que trabajo.

Sobre la mesa, intacta,
la violeta de un nombre
que desprende una página.

Yo ya sé que es domingo
y que la brisa tiene una luz convocada
que me recuerda el mar.
Pero deja que guarde entre mis manos
limosnas de silencio:
siempre dejan sus huellas
espacios de rocío en la mirada.

 

 

JOSÉ MIGUEL ULLÁN

 

 

 

Manjar lento

 

 

Benditas sean las cosas que llegan siempre tarde
y no lo sienten
–perdidas ya de vista o bien batidas
o incluso blanquecinas al sol del tacto–;

su demora nos libra del sofoco
propio de cualquier logro puntual
engullido
sin pasar por el paladar (“¡a otra cosa!”)
de la gratitud no rentable.