martes, 23 de septiembre de 2014

MEDARDO ÁNGEL SILVA




Sin razón



     Dime -¿qué filtro da tu boca
en su divino beso cruento,
que hace vibrar mi carne loca
como a la débil hoja el viento?

     ¿Con qué fórmula cabalística
mi pena rindes dulcemente,
cual la celeste Rosa Mística
hace inclinar a la' serpiente?

     Di -¿dónde ocultas el secreto
de ésta maga fascinación?
¿algún venusino amuleto
me ha ligado a tu corazón?

     En vano quiero descifrar
la causa de mi rendimiento;
como la luna sobre el mar
luz móvil es mi pensamiento...

     En tus leves manos estruja
mi espíritu sin voluntad:
eres la playa a do me empuja
la ola de la Fatalidad!
 

Del "Libro del amor"

 

 

 

 

JULIAN DE CASAL

 

7. Salomé

 
 
En el palacio hebreo, donde el suave
humo fragante por el sol deshecho,
sube a perderse en el calado techo
o se dilata en la anchurosa nave,

está el Tetrarca de mirada grave,
barba canosa y extenuado pecho,
sobre el trono, hierático y derecho,
como adormido por canciones de ave.


Delante de él, con veste de brocado
estrellada de ardiente pedrería,
al dulce son del bandolín sonoro,


Salomé baila y, en la diestra alzado,
muestra siempre, radiante de alegría,
un loto blanco de pistilos de oro.

 

 

GUILLERMO VALENCIA CASTILLO


 

Que te amé, sin rival, tú lo supiste...

 

Que te amé, sin rival, tú lo supiste
y lo sabe el Señor; nunca se liga
la errátil hiedra a la floresta amiga
como se unió tu ser a mi alma triste.

En mi memoria tu vivir persiste
con el dulce rumor de una cantiga,
y la nostalgia de tu amor mitiga
mi duelo, que al olvido se resiste.

Diáfano manantial que no se agota,
vives en mí, y a mi aridez austera
tu frescura se mezcla, gota a gota.

Tú fuiste a mi desierto la palmera,
a mi piélago amargo, la gaviota,
¡y sólo morirás cuando yo muera!

 

 

 

 

RICARDO JAIMES FREYRE


  

Siempre

  

¡Tú no sabes cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor...
Como sigue el ritmo oculto de los astros el Océano‚
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor...
¡Tú no sabes cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! El fondo oscuro de la noche del olvido,
donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor!
Yo he buscado el fondo oscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...

 

 

 

ENRIQUE LARRETA



La laguna

 
Como temblor de sangre, cuando llega la hora
de la fiebre, ya es todo, la orilla, el junco, el viento,
la callada laguna, rojo estremecimiento,
penumbroso latir de luz que se evapora.

Ya vuelven y se apagan en fila voladora
los pájaros de fuego. Ya se acerca el momento
del confuso rumor. Hidráulico instrumento,
tañe por fin el sapo su tecla precursora.

Arrullos, parloteos. Estertores, graznidos.
Repique de las ranas en tirante salterio.
Crótalos de la muerte sobre los mismos nidos.

¡Oh música rasgada, tú me abres, tú me enseñas
el abismo de Dios y su doble misterio!
Voces negras y blancas. Alas de las cigüeñas.

 

 

 

 

LEOPOLDO LUGONES


 

Rosa marchita

 
Rosa marchita que el amante guarda
entre viejos y pálidos papeles
que a ese recuerdo vagamente fieles
siente pasar bajo su mano tarda.

Quizá recuerda un algo de la vida
de aquel amor, tras tantos desengaños,
y por eso parece que, a los años,
no está muerta la flor, sino dormida.