"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 3 de enero de 2022
JANE DURÁN
Hay
mujeres
Mujeres
que se dejan el cabello sin peinar,
largo, gris, que se detienen el pelo
con sus manos rojas, que se mueven confusas.
Que
pueden cocinar o bordar.
Que rondan el tiritar de un hombre durante todo el invierno
con su espíritu, respirando el aire de la niebla.
Cuyas
ropas siguen descuidadas hasta el día de hoy.
Y que se mueven de lado dentro de sus zapatos.
Parecen hechas para el amor aun así.
Que
se mantienen quietas cuando la marea cubre
sus grandes pies desnudos. Que embarullan su sexo,
su lucha. Que se allegan al hombre,
cuyos
rostros están tan cerca que no hay dónde ocultarse.
Mujeres por las que me quitaría las peinetas
de los cabellos y lloraría abiertamente, cara a cara.
En
los cuadros de Edward Hopper
¿Podemos
detenernos aquí?
En la gasolinera
el medidor está en cero.
Por
toda la lavada
calle —hay que adivinar
lo que está sucediendo
tras las ventanas abiertas.
Un
rostro se desvía de otro rostro
arrastrado al resplandor
que un pueblo chico
se atreve a soportar.
Los
ojos pueden llenarse de lágrimas.
Del bosque podría surgir un lobo
con toda la intención.
Minamos
nuestras fuerzas
rastrillando hojas, con un café,
en una habitación por esa noche
o sentados calladamente
hasta
el amanecer. Las casas
retoman sus antiguas posiciones
en el viento.
De
golpe el soltarse de los abetos,
el decoro de nuestras vidas.
Batalla
de Teruel, Invierno 1937-1938
Yo
podría escribir sobre los libros de mi padre.
Nunca había polvo en ellos. Los tomaba entre sus manos
como si fuera la última vez. Parecían acolchados,
esperando su momento, deslizados uno por uno
hasta que formaban un muro raso – un solo libro todos ellos.
Se
desprendían en dorados, en rojos secretos
como a fumar un cigarrillo temprano por la mañana
antes de que la neblina se despejase por completo
hacia la crueldad. Podía tocar los títulos
y se volvían importantes.
En
su propia oscuridad -fronteras personales,
bordes a los que tanto se había acercado,
la colina helada sobre el valle, los soldados
asidos a sus laderas, costuras de nieve,
la España que él sostenía y que lo sostenía,
cediendo línea tras línea.
La
cancha de básquetbol en Central Park
De
inmediato mi hijo salió de la banca y corrió
hacia el aro más lejano. Ahora podía ver,
podía estar ahí, era verano
y la
luz no se iría en un largo rato.
Pensé en mi propia infancia en Manhattan,
incluso en los patines metálicos
que
solía atar a mis zapatos —
una variedad de imágenes agradables, parciales
en un vector demasiado tranquilo para ver más allá
condujeron
a esta banca en Central Park.
Cuando llegó el atardecer los jugadores más viejos
perdieron el rumbo —su juego, los saltos
y
gritos habían sido amigables y buenos.
Mi hijo tuvo un último tiro a la canasta
hizo una bandeja con su mano izquierda
y el
balón se detuvo en el aire —paró
sólo un poco más arriba que el aro, ligeramente
a un costado, y permaneció ahí, quieto.
JOSÉ MÁRMOL
Museo
de Arte Moderno de New York
Es
un decir, ya lo imaginas, una pausada conversación sin más.
Pero
mi vida habrá de ser más breve que mi arte
Y el
Bajo Manhattan un grabado vivo de nuestras ilusiones y desesperanzas,
Un
pedazo del Ozama levantado, tal vez,
O de
aquella ciudad que fundaron las palabras.
Es
un decir, ya sabes, en lo dicho estás y soy.
Sentir
Cézanne, Matisse, Gauguin, Picasso, Braque.
Pensar
van Gohg, Degas, Renoir, Monet, Dalí.
Soñar
Oviedo, Ulloa, Tovar, Cestero, Eligio, Guadalupe, Azar,
Nombrar
huesos y pasos perdurables entre lienzos,
Días
que no son sino instantes de sus artes.
Es
un decir, ya lo imaginas, un diálogo quizá entre tú y mi tal vez.
Pero
mi vida habrá de ser más breve que mi arte;
El
frío se prolonga más allá del riel postrero,
Mas
hay dichosamente vapor en la estación,
Aunque
aceda el invierno con su baba los humores.
Es
un decir, eso es y nada importe acaso en este día,
Cuando
en la superficie del Bajo Manhattan
Se
percibe nubosa la duración del ser.
Mas
tu vida y la mía habrán de ser tan breves
Como
el copo de nieve que nos hizo reír.
Es
un decir, ya lo imaginas, una pausada conversación sin más,
Para
descubrir que tanto arte sobra y toda vida falta
En
el Museo de Arte Moderno de New York.
De:
“Lengua de paraíso”
BEATRIZ RUSSO
Contraste
lunar
La
noche mendiga un eclipse de luna sobre un
piano
de tela.
Dos
cuerpos redondos se abrazan sobre un
tejido
de luz.
Dejan
su huella perfecta sobre las pupilas
del
agua.
ROBERTO COREA TORRES
con
el corazón en las páginas de un lector
Ellos
Seguirán
estando ahí
Al
borde del precipicio
Justo
donde termina el mundo
Aguardando
la germinación
De
la sorpresa
Una
claridad que abre caminos
Para
perseguirla
Dejarse
ir tras ella
Hasta
el fondo
El
fondo
Fondo
De:
“ahora que ha llovido”
JOAQUIN SABINA
El
muro de Berlín
Ese
tipo que va al club de golf,
Si
lo hubieras visto ayer,
Dando
gritos de “yankie go home”
Coreando
slogans de Fidel.
Hoy
tiene un adoquín
En
su despacho
Del
muro de Berlín.
Ese
mismo que tanto admiró
La
moral estilo soviet,
Por
un catorce por ciento cambió
La imaginación
al poder.
Desde
que a Hollywood
Llega
una línea
Del
metro de Moscú.
Ha
vuelto Rasputín,
Se
acabó la guerra fría,
¡que
viva la gastronomía!
Y
uno no sabe si reir o si llorar
Viendo
a Rambo en Bucarest fumar
La
pipa de la paz.
Ese
que “al capitán goma dos”
Con
spray pintaba en la pared,
Sufre
de exceso de colesterol
Si fluctúan
los tipo de interés.
Y
tiene un adoquín
En
su despacho
Del
muro de Berlín.
No
habrá revolución,
Es
el fin de la utopía,
¡que
viva la bisutería!
Y
uno no sabe si reír o si llorar
Viendo a Trotsky en Wall Street fumar
La
pipa de la paz.
Hasta
en Sebastopol
Los
camaradas
Bailan
el rock and roll.
Ha
vuelto Rasputín,
Se
acabó la guerra fría,
¡que
viva la peluquería!
Y
uno no sabe si reír o si llorar,
Por
lo menos que le pongan hash
A la
pipa de la paz.
Siempre
que luchan la KGB contra la CIA
Gana
al final la policía,
Sobre
el rencor de clase
Floreció
el amor,
Ayer
Lenin y Zsa Zsa Gabor
Se
casaban en New York.
No
habrá revolución,
Se
acabo la guerra fría,
Se
suicidó la ideología,
Y
uno no sabe si reír o si llorar
Viendo a Trotsky en Wall Street fumar
La
pipa de la paz.
VÍCTOR JARA
Luchín
Frágil
como un volantín
en los techos de Barrancas
jugaba el niño Luchín
con sus manitos moradas
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
el caballo lo miraba.
En
el agua de sus ojos
se bañaba el verde claro
gateaba a su corta edad
con el potito embarrado
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
el caballo lo miraba.
El
caballo era otro juego
en aquel pequeño espacio
y al animal parecía
le gustaba ese trabajo
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
y con Luchito mojado.
Si
hay niños como Luchín
que comen tierra y gusanos
abramos todas las jaulas
pa’ que vuelen como pájaros
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
y también con el caballo.
