EMILY WILDING DAVISON, SUFRAGISTA, REINO UNIDO
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 18 de marzo de 2020
YANKO GONZÁLEZ
gremio
por claudio b., carles feixa
& leo piña
Fui
donde Morgan y le dije:
dame
este retrato mío que tienes en la cabeza.
No
te enojes -me dijo-
ya
te lo doy.
Se
abrió la testa y me lo dio.
Después
fui donde Taylor :
Edward
ese retrato mío que tienes en la cabeza
dámelo
Estás
enfermo –dijo-
Me
impacienté le di un palo
le
abrí el cráneo y saqué mi retrato.
Boas
escuchó el grito y vino corriendo:
pero
hijo mío ¿qué has hecho?
Cayó
otra víctima
Se
lo abrí y saqué mi retrato.
Me
visitó la Mead:
Maggie
dame ese retrato mío que tienes en la cabeza.
Se
abrió el cráneo y me lo dio.
Busqué
a Ruth y mudo
le
partí el cráneo con un fierro
le
saqué mi fotografía blasfemando
Con
el cráneo abierto
Como
abierta le dejé la puerta de su casa.
(Se
me cruzó Evans
Con
su mismo rifle le destapé los sesos usurpándole mi imagen)
Volví
y estaban todos almorzando
Claude
L. S. y el Polaco
Se
levantaron y sin siquiera saludarme
se
abrieron sendos cráneos y me dieron el retrato
haciéndome
una venia.
Partí
a donde todos mis “amigos”.
Se
había corrido la voz y no tuve ningún inconveniente
Me
saludaban amablemente
Mientras
con la otra mano me daban mi retrato
Yo
les decía al mismo tiempo “gracias”
Y
les cerraba su cráneo con deferencia.
Al
séptimo día me fui a Ninguna Parte
Con
mi bolso de cuero y lana repleto de fotografías
Me
empiné como pude
Y
las puse sobre una nube que pasaba y les prendí fuego.
Volví
de una carrera
Los
busqué uno por uno
Pero
allí estaban todos
Con
ese otro retrato mío en la cabeza.
DIEGO DE TORRES VILLARROEL
Vida bribona
En una cuna pobre fui metido,
entre bayetas burdas mal fajado,
donde salí robusto y bien templado,
y el rústico pellejo muy curtido.
A la naturaleza le he debido
más que el señor, el rico y potentado,
pues le hizo sin sosiego delicado,
y a mí con desahogo bien fornido.
Él se cubre de seda, que no abriga,
yo resisto con lana a la inclemencia;
él por comer se asusta y se fatiga,
yo soy feliz, si halago a mi conciencia,
pues lleno a todas horas la barriga,
fiado de que hay Dios y providencia.
En una cuna pobre fui metido,
entre bayetas burdas mal fajado,
donde salí robusto y bien templado,
y el rústico pellejo muy curtido.
A la naturaleza le he debido
más que el señor, el rico y potentado,
pues le hizo sin sosiego delicado,
y a mí con desahogo bien fornido.
Él se cubre de seda, que no abriga,
yo resisto con lana a la inclemencia;
él por comer se asusta y se fatiga,
yo soy feliz, si halago a mi conciencia,
pues lleno a todas horas la barriga,
fiado de que hay Dios y providencia.
JULIO HERRERA Y REISSIG
Liturgia erótica
En
tus pendientes de ópalos malditos
y en tu collar de rojos sacrilegios,
fulgió un Walhalla de opulentos mitos
y una Bagdad de Califatos regios...
Ante los religiosos monolitos,
al mago influjo de tus sortilegios,
grabé a tus plantas, zócalos egregios,
la efigie de mis besos eruditos.
Y fui tu dueño... Entre devotas pomas,
sacrifiqué gacelas y palomas...
Después, en una gloria de fagotes,
surgiste hacia los tálamos votivos,
sobre una alfombra, negra de cautivos,
bajo el silencio de los sacerdotes.
y en tu collar de rojos sacrilegios,
fulgió un Walhalla de opulentos mitos
y una Bagdad de Califatos regios...
Ante los religiosos monolitos,
al mago influjo de tus sortilegios,
grabé a tus plantas, zócalos egregios,
la efigie de mis besos eruditos.
Y fui tu dueño... Entre devotas pomas,
sacrifiqué gacelas y palomas...
Después, en una gloria de fagotes,
surgiste hacia los tálamos votivos,
sobre una alfombra, negra de cautivos,
bajo el silencio de los sacerdotes.
ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ
Pezuña del arcángel
A Federico Cantú
Toda
la noche estuve oyendo su tempestad
sobre mi cabeza, golpes secos como de cascos
de águila o tigre o garras de caballo,
azotándose sobre el duro pavimento, creo
hasta sangrarse la carne blanda o el muñón.
Caballo amaestrado sólo para el suplicio,
águila que sólo sabe revolverse en lo duro,
pájaro más que humano o cuadrumano alado,
qué tengo yo, qué me codicias, qué impudor.
Toda la noche estuvo trabajando en su terco
desvío, afuera oí las chispas de acero
de las uñas contra el cemento, esas pétreas
prolongaciones de la furia contra lo sellado,
o suaves quejidos como ternura en acecho,
imitando el dulce y agitado respirar de mi madre
o el sueño intranquilo de Myriam que me protege,
y dije: Paloma o tigre, no me tientes, soy de aquí,
ni el oro ni el poder me apartarán de este lecho,
no me compres, no digas lo que no debo decir,
sé responsable de mi dicha, no la compres.
No cedí. No cedió. Subí a la azotea en la mañana.
Ahí estaban los zarpazos enfurecidos, el plumón
rojo, la piedra desgarrada como mi espalda.
sobre mi cabeza, golpes secos como de cascos
de águila o tigre o garras de caballo,
azotándose sobre el duro pavimento, creo
hasta sangrarse la carne blanda o el muñón.
Caballo amaestrado sólo para el suplicio,
águila que sólo sabe revolverse en lo duro,
pájaro más que humano o cuadrumano alado,
qué tengo yo, qué me codicias, qué impudor.
Toda la noche estuvo trabajando en su terco
desvío, afuera oí las chispas de acero
de las uñas contra el cemento, esas pétreas
prolongaciones de la furia contra lo sellado,
o suaves quejidos como ternura en acecho,
imitando el dulce y agitado respirar de mi madre
o el sueño intranquilo de Myriam que me protege,
y dije: Paloma o tigre, no me tientes, soy de aquí,
ni el oro ni el poder me apartarán de este lecho,
no me compres, no digas lo que no debo decir,
sé responsable de mi dicha, no la compres.
No cedí. No cedió. Subí a la azotea en la mañana.
Ahí estaban los zarpazos enfurecidos, el plumón
rojo, la piedra desgarrada como mi espalda.
De: “Poemas familiares”
ENRIC SÓRIA
Tarde
Contigo, como siempre, tengo esta sensación
de transcendente y contagioso hastío
-la elaborada forma en que me ignoras-
y esta esperanza mía tan inútil
que promueve reencuentros y viejas cortesías.
Una palabra tuya, y acudo, como siempre,
contento incluso de que me llamaras.
Otro error más, seguro.
Por ti me engaño más de la que me conviene.
Los besos grises, las miradas grises,
los amores grises,
del gris de la ceniza,
el gris de las metáforas gastadas,
estériles por siempre,
me son la merecida recompensa.
Como dos sombras o dos copas vacías,
desandamos Valencia
-sin jardines ni flores; sí, Valencia-
toda una larga, interminable tarde.
Una ceniza gris, menos que nada;
este amor trasnochado no se estila.
Una parodia gris en el olvido,
esta tarde que nada hace inmortal.
De: "Andén de cercanías"
Versión de Carlos Marzal
Suscribirse a:
Entradas (Atom)