sábado, 7 de julio de 2012


JOSÉ MARTÍ





Versos sencillos:


I – Yo soy un hombre sincero...

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy. 

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores. 

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza. 

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas. 

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez  -en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña. 

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando. 

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar. 

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor. 

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno. 

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso. 

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere. 

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón. 

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto. 

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

AURORA LUQUE





Carpe noctem



Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de sed.

Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.

De "Poemas para la siesta de Epicuro" 

ORIETTA LOZANO





Día



El sol se enreda en mis pestañas,
y tú asistes al rito cotidiano del agua y del espejo,
henchido, vaporoso, con tu rostro esculpido de sueño
                                                                 y de deseo,
como si fueras a un congreso de dioses azulados,
o al territorio de esperma del poeta.
El día danza complaciente y tu garganta sin sonido
como un espejo mágico, brindando el sí desnudo a mí
                                                                    pregunta.
Tú buscas incansable el color de mi tristeza,
el agua matutina entre mis dedos,
el control de la luz sobre mi cuerpo,
las horas que se yerguen como caballos musicales.
Yo palpo mi deseo tirada como una fruta seca
y me interno entre los fragmentos que va
                                                                 dejando el día.
La ruta de cigarras fluye circundada de atardecidos cantos.

CLAUDIA LARS





Envío



Sobre tu blanca huella mi camino;
mi siempre andar sobre tu luz en fuga.
Con ecos, con taludes, con mareas,
y este nombre del alma en mi aventura.

Aquí... para llegar hasta tu reino,
escuchando la voz que no se escucha;
cayendo en estas noches de mi paso
y amaneciendo clara por tu ayuda.

Llevo en el corazón tu guerra eterna:
la guerra del que anuncia y del que busca.
Estoy, bajo mi cuerpo de vergüenzas,
formando un ángel con la sangre pura.

Por eso muestro aquella casa ciega
y el diurno puente en medio de las lunas.
Por eso voy a la montaña libre
que define mi tierra de criatura.

Torbellinos de amor me han detenido,
pero en amor hallé la vía oculta.
No se borró el secreto del gran sueño
ni se cansaron nunca las preguntas.

Se cuenta el viaje sin decir en dónde
está el arribo, la silente música.
Ni la memoria sabe lo que pierde
ni la palabra pesa lo que junta.

Ya tengo la canción, ya se me rinde;
ya combato en su llama tan desnuda.
El ardiente mensaje está en mi lengua
para entregarlo como cosa tuya.

¡Oh Cristóforo mío, de tu marcha
salgo yo... la pequeña, la nocturna!
Subiré por la escala de tu fuego
sin traicionar mi estremecida ruta.


ANA MARÍA IZA





Calicanto



Cuando el río suena
Orinocos arrastra
Si al cruzar la cola de un astro
llueve cenizas
Sí espuman las rocas
sus verdes cristales
me siento y escribo

Cuando arde la casa
prendidas las sombras
estalla el silencio
abierto alarido

Si un nombre sin nombre
a mi boca sube
un ruego
una súplica
y nadie responde
entonces mal-digo.