viernes, 22 de marzo de 2013

FABIO MORABITO





Bahía Quina


A Ethel


Esta mujer que abandona en la arena
su cuerpo es una roca que dibuja
la luz del mediodía, roca oscura
sin sed, sin ojos, sin sombra siquiera.

Esta mujer está tendida y sueña
que es una roca que la luz dibuja
en esta playa sin nombre. Sin duda
hay un ritmo de olas en sus venas.

En esta rada entra el mediodía
y borra los contornos de las rocas
y borra el mar de innumerables cuencas.

Y mientras sueña esta mujer tendida
que es una roca fija, una ola
se mete entre sus pies y la despierta.

De "Lotes baldíos"

JOSÉ MARTÍ






XVII.–



Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro. 

La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva». 

Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata! 

Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado! 

Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina. 

La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala. 

¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!

De “Versos Sencillos”

ENRIQUE SILVA




Desde el velador



Desde el velador
Sentado encima de los libros
Alguien me mira

De ese fantasma en sepia
Me llega el tango que cantaba mi padre
Con la palidez del número seis
En la camiseta de Deportes Lota Schwager
En un retrato que teníamos
Hace tiempo
En nuestra casa en Maule

La nostalgia cae por los cuatro costados
Y se va detrás de una pelota perdida
En el corazón de la infancia

Desde el velador
Sentada encima de los libros
Alguien me abraza

De aquella luz viuda me llega
La imagen de mi madre
Zurcida al traqueteo de la máquina
Quemándose los ojos a las tres de la mañana

(Un invierno roba tejas
la corona de goteras)

Y mientras la lluvia cae por los cuatro costados
Y su pie cae sobre el pedal
Y la aguja cae sobre la cuenta de la luz
La cuenta del agua
Las tripas y los trapos
A nosotros se nos van desempañando las auras
Y nos vamos quedando dormidos
Con la frescura del pan en la panera de mañana

Desde el velador
Sentado encima de los libros
Un solo ser me mira
Un solo sol me abraza.


ALFONSO REYES







† 9 de febrero de 1913


¿En qué rincón del tiempo nos aguardas,
desde qué pliegue de la luz nos miras?
¿Adónde estás, varón de siete llagas,
sangre manando en la mitad del día?

Febrero de Caín y de metralla:
humean los cadáveres en pila.
Los estribos y riendas olvidabas
y, Cristo militar, te nos morías...

Desde entonces mi noche tiene voces,
huésped mi soledad, gusto mi llanto.
Y si seguí viviendo desde entonces

es porque en mí te llevo, en mí te salvo,
y me hago adelantar como a empellones,
en el afán de poseerte tanto.

Poema en memoria a su Padre, el General Bernardo Reyes, muerto en el levantamiento contra Francisco I. Madero conocido como la “Decena Trágica”

CARLOS MURCIANO






Donde el Poeta termina venciéndose a su amada



La soledad, mi mala consejera,
vuelve otra vez a hablarme en el oído:
Para habitar la bruma o el olvido
basta morirse de cualquier manera.

Lo mismo da morirse en primavera
de una corazonada, que mordido
por los perros del hambre, que aterido
en un invierno pálido y cualquiera.

La verdad es que igual me da sentirme
de silencio la voz, el pie de roca,
yerto para escaparme o evadirme.

Máteme a mí la muerte que me toca.
A mí tanto me da de qué morirme.
Pero es mejor morirme de tu boca.




MIGUEL DE UNAMUNO








En horas de insomnio



Me voy de aquí, no quiero más oírme;
de mi voz toda voz suéname a eco,
ya falta así de confesor, si peco
se me escapa el poder arrepentirme. 

No hallo fuera de mí en que me afirme
nada de humano y me resulto hueco;
si esta cárcel por otra al fin no trueco
en mi vacío acabaré de hundirme.

Oh triste soledad, la del engaño
de creerse en humana compañía
moviéndose entre espejos, ermitaño. 

He ido muriendo hasta llegar al día
en que espejo de espejos, soy me extraño
a mí mismo y descubro no vivía.