miércoles, 2 de septiembre de 2015

GILBERTO OWEN




11. Soledad



Soledad imposible conmigo tan aquí
y mi memoria tan despierta.

Y además la plegaria
por la estrella perdida, tan sin luz,
por Blanca de Nieves, dormida
nube con luna en su ataúd de cielo,
y por el campo, ese hospiciano prófugo
que equivocó la senda y se tiró,
ya cansado, a la orilla del camino,
desesperando de llegar al pueblo.

Y hay también las canciones perdidas
que no se sabe nunca quien cantó;
y esta correspondencia sin palabras
de ojos a estrella, de alma a luz de luna.


De: Desvelo


JOSÉ EMILIO PACHECO





Disertación sobre la consonancia




Aunque a veces parezca por la sonoridad del castellano
que todavía los versos andan de acuerdo con la métrica;
aunque parta de ella y la atesore y la saquee,
lo mejor que se ha escrito en el medio siglo último
poco tiene en común con La Poesía, llamada así
por académicos y preceptistas de otro tiempo.
Entonces debe plantearse a la asamblea una redefinición
que amplíe los límites (si aún existen límites),
algún vocablo menos frecuentado por el invencible desafío de los clásicos.
Un nombre, cualquier término (se aceptan sugerencias)
que evite las sorpresas y cóleras de quienes
–tan razonablemente– leen un poema y dicen:
“Esto ya no es poesía.”



MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA




Madre naturaleza



Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!


SALVADOR DÍAZ MIRÓN




La estrella mensajera



Al fin te asomas entre las nubes,
al fin te asomas y a verte voy...
Estrella mía que a oriente subes
¿qué tal te ha ido de ayer a hoy?

Toda la tarde lloviendo estuvo,
toda la tarde, para mi mal,
por las regiones del aire anduvo
rodando nieblas el vendaval.

¡Ah, no es posible que yo te diga
cuánto he sufrido, cuánto temí
que no pudieras, mi dulce amiga,
con este tiempo brillar aquí!

Tú eres el solo consuelo mío,
tú me recuerdas mi grato ayer,
tú eres mi sueño, mi desvarío...
Cuando me faltas no sé qué hacer.

A tu destello se alzan dos frentes
y se coronan de resplandor,
tú eres la cita de los ausentes...
¡Yo te bendigo, cita de amor!

Cuando no vienes, estrella, gimo;
tú eres mi solo, mi solo bien,
tú eres el beso que yo le imprimo
todas las noches sobre la sien.

Tu luz, calmando mi amargo duelo,
dentro de mi alma se hace canción;
tu luz, efluvio de flor de cielo,
trasciende a esencia de corazón.

* * *

Dime, Lucero, tú que la viste,
si la encontraste pensando en mí,
si estaba alegre o estaba triste...
Habla, Lucero... contesta, di.

Habla, Lucero; tu voz escucho.
¿Acaso estaba durmiendo ya?
¿Acaso estaba soñando mucho?
¿Leyendo un libro de amor quizá?

¿Quizá en un claro del bosque umbrío
cogiendo rosas para el placer
o en la ventana mirando el río,
mirando el río correr, correr?

¿Siguiendo la ola que en las riberas,
que en las riberas parece hablar,
y en las neblinas de las quimeras
dejando su alma volar, volar?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Cuando distantes los dos estemos
y eche la sombra su gran capuz,
allá en el éter nos juntaremos
al par mirando la misma luz.
Eso juramos cuando partiste,
cuando el destino nos separó.
Y hoy he sabido que no cumpliste...
La misma estrella me lo contó.


JOSÉ JUAN TABLADA




El Sauz



Tierno saúz
casi oro, casi ámbar,
casi luz...


CARMEN ALARDIN




Tu modo impersonal abarca todos



los nombres de la tierra,
cuando se dice “llueve” simplemente,
nadie piensa en tú y yo,
o en él o en ella...
todo se deja así correr de pronto
como si tus palabras fueran una
frase común con rumbos de infinito.


De: Todo se deja así