"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 4 de mayo de 2020
WOLE SOYINKA
A los locos subidos al muro
Aullad,
aullad
que
el corazón tenéis cuajado y estadizo,
con
vosotros no puedo partir
compañeros
de la boya hendida
no
puedo ir en busca
del
puerto de vuestra orilla a la deriva.
Vuestro
prudente aislamiento
¿quién
osará reprobar? Agazapados
en
vuestro alféizar, ¿observáis
las
cenizas de la realidad, su extraño discurrir?
Me
temo
que
os habéis aventurado en el infinito
para
regresar
hablando
en lenguas extranjeras.
Aunque
los muros
desgarren
las costuras raídas
del
manto mágico que compartimos, ya
más
no puedo acercarme
y
aunque le cierre los oídos
a
la melodía de la partida, aullad
en
la hora del sueño, decidles a estos muros
que
hay un colmo para la aflicción
en
el corazón del hombre.
TUDOR ARGHEZI
Testamento
Cuando
yo muera, hijo, no te dejaré más fortuna
que
un nombre impreso en un libro.
En
la rebelde noche que viene
desde
mis antepasados hasta ti,
salvando
barrancos y simas profundas
que
mis abuelos cruzaron de rodillas
y
que, joven, tendrás que remontar tú también,
mi
libro, hijo, es sólo un escalón.
Fervoroso
y fiel, mira al libro como cabecera de la estirpe.
Es
vuestra primera ejecutoria,
siervos
de sayal tosco, lleno
de
las osamentas que llevo en mi alma.
Para
poder trocar ahora, por primera vez,
la
azada en pluma y el surco en tintero,
nuestros
abuelos cosecharon, entre las blancas yuntas,
el
sudor del trabajo a lo largo de muchísimos siglos.
De
sus gritos arreando a las bestias
surgieron
palabras justas, sutiles,
y
cunas para los futuros descendientes.
Convertí
las palabras, amasadas durante centurias,
en
versos e imágenes.
De
los harapos hice brotar guirnaldas de flores.
Cambié
el acíbar en miel,
dejando
íntegra su dulce fuerza.
Apresé
el insulto e, hilándolo sin prisa,
alguna
vez fue engaño, injuria otras veces.
Recogí
del lar la ceniza de los muertos
e
hice de ella un Dios de piedra,
alto
confín, con dos mundos a sus pies,
velando
en la cumbre de tu deber.
Encerré
nuestro dolor más sordo y más amargo
en
un solo violín,
y
al escucharle, el amo tuvo que bailar
como
un chivo degollado.
De
las pústulas, del moho y del fango,
hice
brotar hermosuras y nuevas virtudes.
El
restallar del látigo en la carne se convierte en palabras
que
saben vengar y castigar lentamente
el
brote latente del crimen de todos.
Es
la justicia del ramo oscuro
que
surge del bosque a la luz plena
y
lleva en su entraña, como un racimo,
el
fruto del dolor de todos los siglos.
Perezosamente
tendida en su canapé,
la
doncella sufre leyendo mi obra.
La
palabra de fuego y la por mí forjada
se
abrazan y se ayuntan en mi libro,
como
el hierro rojo entre las tenazas.
El
siervo la escribió; el señor la lee
sin
percibir que en su trasfondo
yace
el odio de todos mis antepasados.
CECÍLIA MEIRELES
Amo la gota de agua que equilibra en la
hoja plana…
Amo
la gota de agua que equilibra en la hoja plana,
temblando
al viento. En el océano del aire el universo
entero
vibra en secreto y ella en su aislamiento.
Su
cristal simple contiene la forma,
en
el instante incierto: pronto a caer,
pronto
a quedar –límpido, exacto.
Y
la hoja es un pequeño desierto para la inmensidad del acto.
STÉPHANE MALLARMÉ
El cigarro
Toda
el alma resumida
cuando
lenta la consumo
entre
cada rueda de humo
en
otra rueda abolida.
El
cigarro dice luego
por
poco que arda a conciencia:
la
ceniza es decadencia
del
claro beso de fuego.
Tal
el coro de leyendas
hasta
tu labio aletea.
Si
has de empezar suelta en prendas
lo
vil por real que sea.
Lo
muy preciso tritura
tu
vaga literatura.
KAMALA SURAIYA
Casa de mi abuela
Hay
una casa ahora muy lejos, donde una vez
he
recibido amor… Esa mujer murió,
La
casa se encerró en el silencio, las serpientes se movían
entre
los libros, yo era entonces demasiado joven
para
leer, y mi sangre se volvió fría como la luna
¿Con
qué frecuencia pienso en ir
allí,
a mirar a través de los ojos ciegos de ventanas o
Solo
escuchar el aire helado,
o
en la desesperación salvaje, recoger una brazada de
la
oscuridad para traerlo aquí para estar
detrás
de la puerta de mi dormitorio como un melancólico
perro…
no se puede creer, querido,
puede
usted, que vivía en una casa así y
estaba
orgulloso, y amado… Yo, que he perdido
mi
camino y pedir ahora a las puertas de desconocidos para
recibir
el amor, al menos en pequeño cambio?
LOUISE LABÉ
Soneto XVIII
Bésame
una vez más, vuelve a besarme y bésame
dame
uno de tus besos más sabrosos
dame
uno de los más cariñosos
y
yo te devolveré cuatro ardientes como brasas
Ah,
¿te quejas? Ven que calmaré ese mal
dándote
otros diez muy dulces
Así,
mezclados nuestros besos, tan felices
gocemos
uno de otro a nuestro gusto.
Así
tendremos ambos doble vida
Cada
uno de nosotros vivirá en sí y en el otro
Permíteme,
amor mío, que piense alguna locura.
Me
siento siempre mal viviendo juiciosamente
y
no me puedo sentir satisfecha
si
no salgo alguna vez de mí misma.
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