A los locos subidos al muro
Aullad,
aullad
que
el corazón tenéis cuajado y estadizo,
con
vosotros no puedo partir
compañeros
de la boya hendida
no
puedo ir en busca
del
puerto de vuestra orilla a la deriva.
Vuestro
prudente aislamiento
¿quién
osará reprobar? Agazapados
en
vuestro alféizar, ¿observáis
las
cenizas de la realidad, su extraño discurrir?
Me
temo
que
os habéis aventurado en el infinito
para
regresar
hablando
en lenguas extranjeras.
Aunque
los muros
desgarren
las costuras raídas
del
manto mágico que compartimos, ya
más
no puedo acercarme
y
aunque le cierre los oídos
a
la melodía de la partida, aullad
en
la hora del sueño, decidles a estos muros
que
hay un colmo para la aflicción
en
el corazón del hombre.
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