domingo, 4 de septiembre de 2022


 

CARMEN CANET

 

 

La soledad es la última forma del amor.

 

DORI GÔMEZ

 

 

 

Tengo tu aroma en mí piel



Aún tengo tu aroma en mí,

a esa noche de pasión y locura.

 

Estoy impregnada de tus besos

que dejaron la humedad de tu boca

en mi piel.

 

Nos convertimos en deseo

un remolino de emociones.

 

Nos derritió aquella luna,

de pasiones desatadas.

Y nos llevó más allá de nosotros,

más allá de la locura,

más allá del delirio.

 

COVENTRY PATMORE

 

 

Realidad del amor



Camino, confío, con los ojos abiertos;
he recorrido la mitad del terrenal desierto;
detrás de mis pasos se esconde
mucha vanidad y algo de remordimiento;
he vivido para sentir el orgullo de los espíritus,
anclados entre sí como la mano al guante;
me he sonrojado por el castillo del amor,
jamás descreí de él, aún sin mi corazón,
jamás negué al amor, la única cosa mortal
cuyo valor es eterno, inmortal;
nunca tuve en cuenta los errores,
residuos que cantan los horrores,
indignos de una grave canción;
y el Amor es mi recompensa, por ahora,
cuando la mayoría de los espectros se quejan,
el mirto florece sobre mi frente,
y su aroma echa raíces en mi mente.

 

 

ALICE MEYNELL

 

  

La pastora

 

 

Mi dilecta Señora
es de ovejas pastora.
Rebaños apacienta
de pensamientos, que conserva blancos;
los libra de barrancos,
en la altitud fragante los sustenta
y al guardarlos, de noche, los recuenta.
Ledas colinas huellan sus pisadas;
valles seguros, hondos y señeros;
en aquel tierno seno los luceros
más puros pueden lanzar sus miradas.
Mi dilecta Señora
es de ovejas pastora.
De vista nunca pierde
sus pensamientos niños;
aunque trisquen y salten en lo verde
los cuida su cariño.
Tal es de circunspecta,
tal de recta,
por ser de su alma guardadora.
Mi Señora dilecta
es de ovejas pastora.

 

VÍCTOR ANGULO

 

  

Ofertas y promociones

 


Creo que me perdí, y que después volví andando

por los alrededores de los polígonos industriales;

por calles que no eran las de siempre,

por las inmediaciones de las agencias de transporte

donde había gente que se acercaba

en busca de una dirección,

acaso de una notificación de ausencia.

 

Creo que cuando llegué a la primera rotonda

y pude ver las luces del McDonald´s a lo lejos,

dudé por un instante y después seguí recto.

 

Al fondo, en las últimas calles apartadas,

en el cruce de carreteras

donde habitualmente no pasa nadie,

había jóvenes que hacían chirriar las ruedas contra el

asfalto;

hacían rugir el tubo de escape porque a esa edad

se supone que la vida todavía es riesgo y emoción.

Dulce adrenalina nacida para soñar,

para sentir la euforia en cada poro de la piel.

 

Después de aquello,

después de que el motor de un BMW tuneado

me hiciera vibrar el corazón y me reventara la cabeza,

necesitaba un descanso.

Necesitaba algo que me hiciera comprender

el origen del sosiego.

 

Necesitaba aire,

y sin saber cómo, sin saber por dónde,

di vueltas a una parte de la ciudad que me era totalmente

desconocida.

Llegué hasta el Lidl y me acordé de que la voluntad

es un deseo constante de renovación y cambio;

un anhelo que necesita de millones de ofertas y

promociones

que hagan de cada semana una fiesta continua,

algo más alegre, mucho más fácil de sobrellevar.

 

Entré y había azafatas que te daban canapés de queso y

Bricks de zumo de naranja y piña.

Había reponedores encargados de rellenar los estantes

vacíos,

más azafatas en la sección de embutidos

que amablemente te ofrecían tapas de jamón serrano y

fuet.

Había niños disfrazados de Halloween,

Había padres que revolvían entre las cajas de

herramientas

y los productos de bricolaje.

Había mujeres que rebuscaban entre los utensilios de

cocina y los complementos para el baño.

 

Todo por muy poco dinero.

Máxima calidad a precios irresistibles: no se podía

aguantar.

Todo lo que tocaban mis manos era amor,

intenso como extracto de lavanda;

como todo lo que algún día quiere persistir, era sencillo,

simplemente como marcar el número de la tarjeta de

crédito

y esperar toda la felicidad del mundo,

todo lo que en ese momento podía desear:

por fin una única esperanza y un único consuelo.

Todo lo que a la vida le pedía Claudel.

  

De: “Street View”

 

LETICIA SALA

 

  

Los muertos

 


Sé que no te has muerto

porque veo tus stories

de vinilos sonando en la habitación de al lado.

A ti no te oigo

y tampoco tu cuerpo emite ningún ruido;

supongo que en un rato

entrarás por aquí

y me preguntarás qué tal el libro.

Y yo mentiré,

y así será

(este miedo tan irrefrenable a que tú mueras me lo

tengo que curar).

  

De: “In Real Life”