"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 4 de septiembre de 2022
DORI GÔMEZ
Tengo
tu aroma en mí piel
Aún
tengo tu aroma en mí,
a
esa noche de pasión y locura.
Estoy
impregnada de tus besos
que
dejaron la humedad de tu boca
en
mi piel.
Nos
convertimos en deseo
un
remolino de emociones.
Nos
derritió aquella luna,
de
pasiones desatadas.
Y
nos llevó más allá de nosotros,
más
allá de la locura,
más
allá del delirio.
COVENTRY PATMORE
Realidad
del amor
Camino,
confío, con los ojos abiertos;
he recorrido la mitad del terrenal desierto;
detrás de mis pasos se esconde
mucha vanidad y algo de remordimiento;
he vivido para sentir el orgullo de los espíritus,
anclados entre sí como la mano al guante;
me he sonrojado por el castillo del amor,
jamás descreí de él, aún sin mi corazón,
jamás negué al amor, la única cosa mortal
cuyo valor es eterno, inmortal;
nunca tuve en cuenta los errores,
residuos que cantan los horrores,
indignos de una grave canción;
y el Amor es mi recompensa, por ahora,
cuando la mayoría de los espectros se quejan,
el mirto florece sobre mi frente,
y su aroma echa raíces en mi mente.
ALICE MEYNELL
La
pastora
Mi
dilecta Señora
es de ovejas pastora.
Rebaños apacienta
de pensamientos, que conserva blancos;
los libra de barrancos,
en la altitud fragante los sustenta
y al guardarlos, de noche, los recuenta.
Ledas colinas huellan sus pisadas;
valles seguros, hondos y señeros;
en aquel tierno seno los luceros
más puros pueden lanzar sus miradas.
Mi dilecta Señora
es de ovejas pastora.
De vista nunca pierde
sus pensamientos niños;
aunque trisquen y salten en lo verde
los cuida su cariño.
Tal es de circunspecta,
tal de recta,
por ser de su alma guardadora.
Mi Señora dilecta
es de ovejas pastora.
VÍCTOR ANGULO
Ofertas
y promociones
Creo
que me perdí, y que después volví andando
por
los alrededores de los polígonos industriales;
por
calles que no eran las de siempre,
por
las inmediaciones de las agencias de transporte
donde
había gente que se acercaba
en
busca de una dirección,
acaso
de una notificación de ausencia.
Creo
que cuando llegué a la primera rotonda
y
pude ver las luces del McDonald´s a lo lejos,
dudé
por un instante y después seguí recto.
Al
fondo, en las últimas calles apartadas,
en
el cruce de carreteras
donde
habitualmente no pasa nadie,
había
jóvenes que hacían chirriar las ruedas contra el
asfalto;
hacían
rugir el tubo de escape porque a esa edad
se
supone que la vida todavía es riesgo y emoción.
Dulce
adrenalina nacida para soñar,
para
sentir la euforia en cada poro de la piel.
Después
de aquello,
después
de que el motor de un BMW tuneado
me
hiciera vibrar el corazón y me reventara la cabeza,
necesitaba
un descanso.
Necesitaba
algo que me hiciera comprender
el
origen del sosiego.
Necesitaba
aire,
y
sin saber cómo, sin saber por dónde,
di
vueltas a una parte de la ciudad que me era totalmente
desconocida.
Llegué
hasta el Lidl y me acordé de que la voluntad
es
un deseo constante de renovación y cambio;
un
anhelo que necesita de millones de ofertas y
promociones
que
hagan de cada semana una fiesta continua,
algo
más alegre, mucho más fácil de sobrellevar.
Entré
y había azafatas que te daban canapés de queso y
Bricks
de
zumo de naranja y piña.
Había
reponedores encargados de rellenar los estantes
vacíos,
más
azafatas en la sección de embutidos
que
amablemente te ofrecían tapas de jamón serrano y
fuet.
Había
niños disfrazados de Halloween,
Había
padres que revolvían entre las cajas de
herramientas
y
los productos de bricolaje.
Había
mujeres que rebuscaban entre los utensilios de
cocina
y los complementos para el baño.
Todo
por muy poco dinero.
Máxima
calidad a precios irresistibles: no se podía
aguantar.
Todo
lo que tocaban mis manos era amor,
intenso
como extracto de lavanda;
como
todo lo que algún día quiere persistir, era sencillo,
simplemente
como marcar el número de la tarjeta de
crédito
y
esperar toda la felicidad del mundo,
todo
lo que en ese momento podía desear:
por
fin una única esperanza y un único consuelo.
Todo
lo que a la vida le pedía Claudel.
De:
“Street View”
LETICIA SALA
Los
muertos
Sé
que no te has muerto
porque
veo tus stories
de
vinilos sonando en la habitación de al lado.
A ti
no te oigo
y
tampoco tu cuerpo emite ningún ruido;
supongo
que en un rato
entrarás
por aquí
y me
preguntarás qué tal el libro.
Y yo
mentiré,
y
así será
(este
miedo tan irrefrenable a que tú mueras me lo
tengo
que curar).
De:
“In Real Life”
