domingo, 4 de septiembre de 2022

VÍCTOR ANGULO

 

  

Ofertas y promociones

 


Creo que me perdí, y que después volví andando

por los alrededores de los polígonos industriales;

por calles que no eran las de siempre,

por las inmediaciones de las agencias de transporte

donde había gente que se acercaba

en busca de una dirección,

acaso de una notificación de ausencia.

 

Creo que cuando llegué a la primera rotonda

y pude ver las luces del McDonald´s a lo lejos,

dudé por un instante y después seguí recto.

 

Al fondo, en las últimas calles apartadas,

en el cruce de carreteras

donde habitualmente no pasa nadie,

había jóvenes que hacían chirriar las ruedas contra el

asfalto;

hacían rugir el tubo de escape porque a esa edad

se supone que la vida todavía es riesgo y emoción.

Dulce adrenalina nacida para soñar,

para sentir la euforia en cada poro de la piel.

 

Después de aquello,

después de que el motor de un BMW tuneado

me hiciera vibrar el corazón y me reventara la cabeza,

necesitaba un descanso.

Necesitaba algo que me hiciera comprender

el origen del sosiego.

 

Necesitaba aire,

y sin saber cómo, sin saber por dónde,

di vueltas a una parte de la ciudad que me era totalmente

desconocida.

Llegué hasta el Lidl y me acordé de que la voluntad

es un deseo constante de renovación y cambio;

un anhelo que necesita de millones de ofertas y

promociones

que hagan de cada semana una fiesta continua,

algo más alegre, mucho más fácil de sobrellevar.

 

Entré y había azafatas que te daban canapés de queso y

Bricks de zumo de naranja y piña.

Había reponedores encargados de rellenar los estantes

vacíos,

más azafatas en la sección de embutidos

que amablemente te ofrecían tapas de jamón serrano y

fuet.

Había niños disfrazados de Halloween,

Había padres que revolvían entre las cajas de

herramientas

y los productos de bricolaje.

Había mujeres que rebuscaban entre los utensilios de

cocina y los complementos para el baño.

 

Todo por muy poco dinero.

Máxima calidad a precios irresistibles: no se podía

aguantar.

Todo lo que tocaban mis manos era amor,

intenso como extracto de lavanda;

como todo lo que algún día quiere persistir, era sencillo,

simplemente como marcar el número de la tarjeta de

crédito

y esperar toda la felicidad del mundo,

todo lo que en ese momento podía desear:

por fin una única esperanza y un único consuelo.

Todo lo que a la vida le pedía Claudel.

  

De: “Street View”

 

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