lunes, 11 de enero de 2021


 

RENÉE FERRER

 



Hacia el país de la alegría



Surca el itinerario de la espuma 
mi terco corazón desbrujulado; 
un esquivo temblor sus velas suma 

al luminoso aroma congregado. 
Mi acento entre que calla y que te nombra
va alertando al follaje sobre el vado. 

Timon el confidente de la sombra, 
la luna pensativa me acompaña: 
su rojiza preñez mi pulso asombra. 

Cambia una nube su perfil, empaña
la túnica radiante de la aurora 
y tu caricia con mi sed se ensaña. 

En el eco de la musitadora 
respiración del monte que nos mira 
celebro tu llamada portadora

de un cierto olor en celo que me inspira 
a descorrer mis velos, jubilosa. 
La garganta de un pájaro delira 

despertando el deseo que me acosa; 
un jaguar señorea en su guarida,
y late entre sus dientes una rosa. 

Cumple la selva el rito de la vida, 
acuchillan el agua los reflejos, 
y oriunda de la brasa, estremecida, 

comparece mi voz ante su espejo.
Recibe arrebatada mi panera 
la miga de tus besos. Hay un dejo 

de diosa primeriza, de altanera 
urgencia de morir en tu debajo, 
libertada y, al punto, prisionera.

Abdiqué del silencio y del atajo: 
una fosforescencia victoriosa 
empieza a germinarme desde abajo. 

Fallece en la ribera la gloriosa 
marejada fugaz entre burbujas:
yo te aguardo en su sábana arenosa. 

El rumor de la fronda desdibuja 
leves palabras de confesionario 
que el mástil de tu ardor vence y estruja. 

Hay un doble gemido solitario,
la llamarada que el temblor atiza, 
el empuje genésico, lunario, 
del instante que clama y se eterniza. 


Diciembre de 1994

KARLA GÓMEZ

 

 


 

ALLÁ, CUANDO era niña,
cuando el sol era una mancha,
cuando con estrenados ojos
agitaba mi vida montada en bicicleta
soñaba con 30 años florecidos,
con palabras que no sabía,
con otro reloj y otra casa
y un desfile de pájaros por la ventana.

 

Allá cuando era niña,
crecer era ser sabios,
árbol, sombra,
 las dudas y el miedo
podrían caerse con cada nuevo corte de cabello,
un día los ojos romperían el cascarón
y la cicatriz y el llanto
de un recuerdo.

 

Cuando era niña,
yo llamaba a los años
como se llama a los peces,
me llamaba a mí desde las entrañas,
desde los huesos que me crecieron
y me trajeron hasta este sitio
donde llamo a la niña.

 

SAMUEL BECKETT

 

  

 

al llegar la noche en que el alma
iba a serle reclamada
he aquí que al no aguantarse
la entregó una hora antes

escúchalas
sumarse
las palabras
a las palabras
sin palabra
los pasos
a los pasos
uno a
uno

 

imagina si esto
si un día esto
un día feliz
imagina
si un día
un día feliz esto
se acabara
imagina

 

las ganas cada día
de estar vivo un día más
claro que no sin el pesar
de haber nacido un día

 

noche que tanto haces
que imploremos el alba
por favor noche
cae

 

sábado un respiro
no reír más
desde la medianoche
hasta la medianoche
no llorar

 

silencio como el que existió
antes ya nunca más existirá
por el murmullo desgarrado
de una palabra sin pasado
por haber dicho demasiado no pudiendo más
jurando no volver a callar

viejo ir
viejas paradas
ir
ausente
ausente
detenerse

 

Versión de Jenaro Talens

De: “Letanías”

 

PIERRE LOUYS

 

 

 

Los tres amantes




El primer amante
me ciñó un collar
de perlas nacidas
en ignoto mar;
con él, un palacio
y esclavas sin par
y un templo y un trono
pudiera comprar.

El segundo amante
dijo en mi loor:
-Si de tus cabellos
el negro esplendor
desatas, la noche
se esparce en redor;
y de tus azules
ojos al fulgor
la mañana enciende
su primer albor .

El tercer amante
-lo tuve hasta ayer-
de toda hermosura
tenía en su ser;
tan solo mirarlo
era ya un placer
que aún a su madre
hacía estremecer...
Su frente, su boca
-tibio rosicler-
sobre mis rodillas
venía a poner.

Tú, nada me dices;
tú, nada me das:
ni joyas, ni versos,
ni es bella tu faz;
nunca fina clámide
ceñiste quizás...
Sin embargo, túya
siempre me verás
cual los tres amantes
me vieran jamás.


Versión de Carlos López Narváez

 

WILLIAM BLAKE

 

 

 

Nueva Jerusalén 

Del poema "Milton"

 



¿Y hollaron esos pies, antaño,
los verdes montes de Inglaterra?
¿Y viose el sacro Cordero de Dios
por los pastos ingleses, placenteros?

Resplandeció el divino rostro
sobre nuestras colinas nubladas?
¿Y edificose una Jerusalén
en medio de esos negros, satánicos molinos?

 

¡Dadme mi arco de oro ardiente!
¡Dadme mis flechas de deseo!
¡Traed mi lanza! ¡Abríos, oh nubes!
¡Traedme mi carro de llama!

No cejará en mi espíritu la lucha
ni ha de dormirse en mi mano la espada,
hasta que levantemos otra Jerusalén
en el solar verdeante y dulce de Inglaterra.


Versión de Màrie Montand

 

SAINT KABIR

 


 

62.

 

 

¿Por qué, corazón mío, eres tan impaciente? Aquel que vela por las aves, por las bestezuelas y por los insectos.
Aquel que cuidaba de ti cuando todavía estabas en el seno de tu madre: ¿dejará de protegerte ahora que ya saliste de él?
¿Cómo puedes, ¡oh, corazón mío!, apartarte de la sonrisa de tu Dios y andar errante tan lejos de Él?
Abandonaste a tu Bienamado para pensar en futilezas, ¿y te asombras de la banalidad de tu obra?