"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 15 de febrero de 2020
ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ
5
Aprendí
una oración para decirla
solamente de noche; pacifica el sueño,
transparenta los párpados:
Adonais, limpia mis ojos, vélame
ahora que me entrego a la muerte
nocturna, a la instantánea muerte.
Suéñame un ángel puro, que me acompañe
siempre, y que sea mujer.
solamente de noche; pacifica el sueño,
transparenta los párpados:
Adonais, limpia mis ojos, vélame
ahora que me entrego a la muerte
nocturna, a la instantánea muerte.
Suéñame un ángel puro, que me acompañe
siempre, y que sea mujer.
De: “La carne contigua”
MARIO LUZI
Parca-aldea
Mucho
se habló de ti en torno a los hogares
después de las plegarias de la noche
en estas casas grises, donde impasible
el tiempo trae y ahuyenta rostros de hombres.
Luego se habló acerca de otros y sus haberes.
Hubo esponsales, muertes, nacimientos,
el triste ritual de la vida.
Alguno, forastero, vino y desapareció.
Yo, vieja mujer en esta vieja casa,
coso el pasado con el presente, entretejo
tu infancia con la de tu hijo
que atraviesa la plaza con las golondrinas.
después de las plegarias de la noche
en estas casas grises, donde impasible
el tiempo trae y ahuyenta rostros de hombres.
Luego se habló acerca de otros y sus haberes.
Hubo esponsales, muertes, nacimientos,
el triste ritual de la vida.
Alguno, forastero, vino y desapareció.
Yo, vieja mujer en esta vieja casa,
coso el pasado con el presente, entretejo
tu infancia con la de tu hijo
que atraviesa la plaza con las golondrinas.
SANTIAGO KOVADLOFF
Tour, turistas
Míralos en Fátima:
pájaros
revoloteando en la ciudad de las apariciones,
hurgando el sagrario con los ojos,
ligeros,
sin unción,
curiosos.
Míralos:
que no darían
por tocar el mármol apacible,
esas lápidas y tumbas de elegidos:
dos niños deshechos
y ungidos por lo sobrenatural,
canonizados por el asombro
y el entendimiento.
Más que el milagro
los seduce la alegoría del milagro;
mucho más la imaginería evocadora del misterio
que el misterio.
Y todo para decir
yo estuve,
aquí yo estuve,
toqué, estuve,
yo toqué y estuve.
Míralos:
envueltos en sus colores queridos,
cubiertos de collares,
altivos con sus piedras y pieles,
apoderándose de pequeños objetos que simbolizan
[sitios,
que simbolizarán ciertos momentos en ciertos sitios,
comprando, retratando, pagando,
yendo y viniendo,
frescos y sonrientes,
llamándose unos a otros con sus voces festivas,
reencontrándose, dispersándose entre atormentados
que avanzan de rodillas implorando, pidiendo,
[prometiendo, anhelantes.
¡Míralos! ¡Míralos!
Puedes, podemos prever sus comentarios,
sus grititos de goce,
sus exclamaciones de un próximo invierno, lejos de aquí,
en Praga, en Wisconsin,
líricos fatuos, ridículos, de los paisajes de Fátima,
ciudad de las apariciones que en sus vidas
precedió a un almuerzo o sucedió a una siesta.
Palpan, ya en Leiría,
los inútiles pinos
que sobrevivieron a un siglo de navegaciones;
peruanos, checos, con esfuerzo, entre oscilantes sombras,
se adueñan de palabras inglesas que explican, que ubican.
Al pie de estos árboles infinitos y tardíos,
alegres newyorkinos soplan la armónica, patalean y
[aúllan.
Míralos,
mirémonos.
Míralos en Fátima:
pájaros
revoloteando en la ciudad de las apariciones,
hurgando el sagrario con los ojos,
ligeros,
sin unción,
curiosos.
Míralos:
que no darían
por tocar el mármol apacible,
esas lápidas y tumbas de elegidos:
dos niños deshechos
y ungidos por lo sobrenatural,
canonizados por el asombro
y el entendimiento.
Más que el milagro
los seduce la alegoría del milagro;
mucho más la imaginería evocadora del misterio
que el misterio.
Y todo para decir
yo estuve,
aquí yo estuve,
toqué, estuve,
yo toqué y estuve.
Míralos:
envueltos en sus colores queridos,
cubiertos de collares,
altivos con sus piedras y pieles,
apoderándose de pequeños objetos que simbolizan
[sitios,
que simbolizarán ciertos momentos en ciertos sitios,
comprando, retratando, pagando,
yendo y viniendo,
frescos y sonrientes,
llamándose unos a otros con sus voces festivas,
reencontrándose, dispersándose entre atormentados
que avanzan de rodillas implorando, pidiendo,
[prometiendo, anhelantes.
¡Míralos! ¡Míralos!
Puedes, podemos prever sus comentarios,
sus grititos de goce,
sus exclamaciones de un próximo invierno, lejos de aquí,
en Praga, en Wisconsin,
líricos fatuos, ridículos, de los paisajes de Fátima,
ciudad de las apariciones que en sus vidas
precedió a un almuerzo o sucedió a una siesta.
Palpan, ya en Leiría,
los inútiles pinos
que sobrevivieron a un siglo de navegaciones;
peruanos, checos, con esfuerzo, entre oscilantes sombras,
se adueñan de palabras inglesas que explican, que ubican.
Al pie de estos árboles infinitos y tardíos,
alegres newyorkinos soplan la armónica, patalean y
[aúllan.
Míralos,
mirémonos.
De: “Zonas e indagaciones”
JULIO HERRERA Y REISSIG
Las arañas del augurio
La
sed jamás saciada
que hace infinito el sueño…
que hace infinito el sueño…
Yo
sé que sus pupilas sugieren los misterios
de un bosque alucinado por una luna exótica;
yo sé que entre sus sedas late una fuga erótica
que sueña en irreales y lácteos hemisferios.
Para mis penas fueran divina magia hipnótica
sus labios incensarios de místicos sahumerios;
y yo deseara siempre tener por cautiverios
sus brazos, sus cabellos y su nostalgia gótica.
¡Oh, si pudiera hallarla! Soñaba en este día
que ilusionó el palacio de mi melancolía;
sus finas manos ebrias de delirar armónicas
dulzuras de los parques, vagaban en el piano
sonambuleando, y eran las blancas filarmónicas
arañas augurales de un mundo sobrehumano.
de un bosque alucinado por una luna exótica;
yo sé que entre sus sedas late una fuga erótica
que sueña en irreales y lácteos hemisferios.
Para mis penas fueran divina magia hipnótica
sus labios incensarios de místicos sahumerios;
y yo deseara siempre tener por cautiverios
sus brazos, sus cabellos y su nostalgia gótica.
¡Oh, si pudiera hallarla! Soñaba en este día
que ilusionó el palacio de mi melancolía;
sus finas manos ebrias de delirar armónicas
dulzuras de los parques, vagaban en el piano
sonambuleando, y eran las blancas filarmónicas
arañas augurales de un mundo sobrehumano.
De: “Los maitines de la
noche”
TAHAR BEN JELUN
La memoria culpable
Yo
camello
nacido
tres decenios antes de la Hégira
palabra
extraviada
en
la historia
mezclada
con la sangre del árbol
sin
raíces
sin
patria
velo
por niños recién nacidos
en
un lecho de cenizas
afirmo
que
es legítima la violencia del pueblo palestino
estrella
vagabunda
esperanza
suprema
yo
camello
aquí
se acaba mi última soledad
*
* *
mirad
nuestra diferencia
sabe
a miel pura
sentaos
en torno a la mesa baja
cruzad
las piernas
escuchad
al encantador
os
contará la historia del pueblo
amante
de la tierra
os
contará la sabiduría en sus arrugas
el
agua que brota entre la piedra y la arcilla
os
dirá
el
viaje del niño que encontró un lecho en el horizonte
otra
voz
sin
miel ni mantequilla rancia
deletreará
la violencia
os
contará
el
éxodo y el exilio
los
cuerpos deshechos en vuestras minas
los
cuerpos hacinados en el sueño
doblados
en la sombra
se
envuelven
con
los ojos abiertos
en
la túnica de la muerte
cuerpos
solitarios
traficados
para
que las estrellas florezcan
en
la hierba extraña
robada
a la vida
cuerpos
devueltos una vez usados
con
el corazón mutilado
vacía
la sangre
el
ojo en cenizas
bebida
la savia
por
la noche y algunos cuervos
os
habéis acostumbrado a hacer la historia
y
dijisteis:
raza
contra raza
para
que el astro deje de ser viento
que
la luz de los hombres
surja
del alba
y
venga a quemar a los ídolos
habéis
encerrado
a
los locos y a los huérfanos
dentro
de una gran jarra celeste
palabra
flameada
del
árbol ebrio
que
esparce el otoño y la miel
pero
la
luz rasga los sudarios
el
miedo
la
diferencia moja las memorias
retrocedéis
la
diferencia
cuál
diferencia
la
mirada del otro
la
puerta abierta al cielo
la
ventana que da al otro dolor
la
mano que mueve la tierra
el
jardín de nuestras llagas
y
de los olivos
vamos
a tomar el tren
a
desembarcar en el surco sideral
con
perfumes e inciensos de Arabia
a
seguir el cortejo de los niños de las arenas
os
dejamos con las manos atadas
por
la noche que dura
en
lodazal
nombrado
apenas
la
soledad volverá tras una larga ausencia
a
habitar la fiesta
y
a perturbar el recuerdo tierno
la
soledad vestida
regalará
a vuestros hijos el hachich del viaje
ellos
se irán
con
el camellero
a
escuchar el canto de las dunas
os
abandonarán
almas
desnudas
con
el corazón en la mano
ya
os abandonan
sin
lágrimas
con
poemas robados a la espuma
con
cantos en el pecho
parten
al viaje nupcial
con
la barbarie
el
silencio de la tierra
otros
bajan a la calle
con
el corazón desmantelado
el
grito
el
trozo de cielo conservado en los ojos
desplaza
la tormenta
atraviesa
las estaciones
recae
en el cuerpo
fertiliza
la noche
sin
importancia
mueren
uno
a
uno
en
el lecho azul del vagabundeo
os
queda el ogro que tartamudea hombres
y
llego un día
la
hierba muere en vuestros labios
es
el
llamado desesperado
del
ave llegada del otro sueño
en
la primavera de septiembre
al
borde de la vida
en
el resplandor de una nube
es
el
llamado del ave maldita
que
reivindica la tierra y el olivo
en
la risa desierta de la noche
el
águila vino
a
vaciar el cielo de las estrellas enfermas
a
vaciar nuestros corazones poblados por la carroña
hemos
quemado nuestras tiendas
llamas
ebrias
que
nos llevan al cielo
la
muerte
fulminada
entre
nuestras manos
la
memoria se vacía
en
la helada
de
la mañana
la
risa
en
el eco
lento
tierno
como morir
a
lo lejos
en
el territorio de la herida
nuestras
madres
callaron
sabed
al menos
que
es por pudor
que
no hablan del horror
del
desgarramiento de los cuerpos
es
por cansancio
que
ya no hablan a los árboles
ni
a las piedras
ni
a las estrellas
esperan
en
la soledad de la arcilla
que
lluevan jazmines
en
la blanca ala de la diferencia
en
los corazones verdecientes
en
la efusión del amor
De: “El discurso del camello”
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