domingo, 17 de febrero de 2013

PEDRO GARFIAS





Mansión



Mi casa es como un fruto.
Se abre a la luz en gajos blancos y finos.
Sus paredes bruñidas se ofrecen puras a mi gozo.
Y sus columnas indomables
tienen la gracia ágil de mi bastón.
La noche en ella es breve, blanda,
apenas una oscura venda para los ojos.
Pronto el sol llama a nuestro sueño, con golpes bruscos.
Sol seco y fuerte como un vino.


De “Ala del Sur”

ANDRÉS ELOY BLANCO





Soneto de la rima pobre



Me das tu pan en tu mano amasado,
me das tu pan en tu fogón cocido,
me das tu pan en tu piedra molido,
me das tu pan en tu pilón pilado.

Me das tu rancho en tu palma arropado,
me das tu lecho en tu rincón sumido,
me das tu sorbo, a tu sed exprimido,
me das tu traje, en tu sudor sudado.

Me das, oh Juan, tu dame de mendigo,
me das, oh Juan, tu toma de pobrero,
tu clara fe, tu oscuro desabrigo,
y yo te doy, por lo que dando espero,
el oscuro esperar con que te sigo
y el claro corazón con que te quiero.

FRANCISCO RUIZ UDIEL






Gesto desvanecido en esquina de una estación



Esta estación no será más una estación, 
quedará únicamente mi gesto desvanecido 
en el polvo de alguna ventana,           
si acaso hay ventanas,                   
si acaso decido en las estaciones       
desamparar algún gesto.

Esperaré junto a las cabinas telefónicas 
a que las horas se desvanezcan azules   
en mi cigarrillo encendido               
de mirada triste e inclinada,           
me verán apretar la mandíbula           
para masticar, como las aves             
que emigran de una tierra a otra,       
cualquier bocado de aire                 
sin saber que les espera.                

El aire se ha vuelto amargo             
y aún no sé en qué otras estaciones     
abordará mi soledad otro cuerpo.          

RAQUEL LANSEROS


  


Entonces me besaste



Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente
por estirar sus márgenes y unirlos
al círculo infinito de la savia
nos buscamos a tientas los contornos
para fundir la piel deshabitada
con el rumor sagrado de la vida.

Tú me miras colmado de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre hacia el origen
y las ganas tomadas hasta el fondo.

No existe conjunción más verdadera
ni mayor claridad en la sustancia
de que estamos creados.

Esta fusión bendita hecha de entrañas,
la arteria permanente de la estirpe.

Sólo quien ha besado sabe que es inmortal.

RAFAEL ALBERTI




A Miss X, enterrada en el viento del oeste


 
  
¡Ah, Miss X, Miss X: 20 años!
Blusas en las ventanas,
los peluqueros
lloran sin tu melena
—fuego rubio cortado—.
¡Ah, Miss X, Miss X sin sombrero,
alba sin colorete,
sola,
tan libre,
tú,
en el viento!
No llevabas pendientes.
Las modistas, de blanco, en los balcones,
perdidas por el cielo.
—¡A ver!
¡Al fin!
¿Qué?
¡No!
Sólo era un pájaro,
no tú,
Miss X niña.
El barman, ¡oh, qué triste!
(Cerveza.
Limonada.
Whisky.
Cocktail de ginebra.)
Ha pintado de negro las botellas.
Y las banderas,
alegrías del bar,
de negro, a media asta.
¡Y el cielo sin girar tu radiograma!
Treinta barcos,
cuarenta hidroaviones
y un velero cargado de naranjas,
gritando por el mar y por las nubes.
Nada.

¡Ah, Miss X! ¿Adónde?
S. M. el Rey de tu país no come.
No duerme el Rey.
Fuma.
Se muere por la costa en automóvil.
Ministerios,
Bancos del oro,
Consulados,
Casinos,
Tiendas,
Parques,
cerrados.
Y, mientras, tú, en el viento
—¿te aprietan los zapatos?—,
Miss X, de los mares
—di, ¿te lastima el aire?—.
¡Ah, Miss X, Miss X, qué fastidio!
Bostezo.
Adiós…
Good bye…
(Ya nadie piensa en ti. Las mariposas
de acero,
con las alas tronchadas,
incendiando los aires,
fijas sobre las dalias
movibles de los vientos.
Sol electrocutado.
Luna carbonizada.
Temor al oso blanco del invierno.
Veda.
Prohibida la caza
marítima, celeste,
por orden del Gobierno.
Ya nadie piensa en ti, Miss X niña.)

JUAN CARLOS ONETTI





Y el pan nuestro



Y el pan nuestro
Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro