sábado, 10 de febrero de 2018


MARÍA CLARA GONZALEZ





Máscara



Esta mañana fue difícil
colocarme la máscara
No lograba encajarla conmigo
Tal vez llegó el momento
de cambiarla.


De: "Pulso interno"

LAURA SZWARC






Ronda

                                                   Laura Szwarc con Luis Benítez         



Como un tigre
que se mueve en la noche
que recorre la ciudad
desesperado
esperando encontrar un cuerpo,
así ella recorre
la selva
esperando que ese
fruto
alguna vez
caiga


De: “Es tirar el dado”


JORGE ROBLEDO ORTIZ





Egoísmo de amor



Te quiero así, con celos y con rabia,
con toda la potencia de la sangre
y sin claudicaciones en el alma.

Te quiero como un hombre enamorado,
que comparte la vida y la esperanza
pero no el tiempo del objeto amado.

Te quiero con dolor y sin temores,
como quiso a la lanza de Longinos
quien fabricó una cruz con sus amores.

Te quiero con amor, sin tolerancias,
midiendo el universo con tu nombre
y el vacío estelar con tus distancias.

Te quiero sin renuncias, toda mía,
como el amanecer que no tolera
que le quiten un átomo del día.
Te quiero con razón o contra ella,
como el acantilado indiferente
al mar que lo acaricia o que lo estrella.

Te quiero con pasión, como el gitano
a quien le brilla el alma en la pupila
y el filo de la sangre entre la mano.

Te quiero con violencia y desespero,
como quiere el marino en la tormenta
el áncora remota de un lucero.

Te quiero contra todo y contra todos
sin medir el amor ni el sacrificio
y sin buscar esguinces ni recodos.

Te quiero con temblor, con la entereza
de no haber conocido la sonrisa
de quien entrega el alma por flaqueza.

Te quiero como hombre, alta la frente
y sin las cobardías que arrodillan
la indignidad servil de mucha gente.

Te quiero con furor, como mereces,
montando guardia al pie de tu cariño,
dispuesto a dar la vida una y mil veces.

Te quiero así: con celos y con rabia,
con el golpe total de las arterias
y el ancestro viril de nuestra raza.



ÁLVARO VALVERDE





Meditación en Londres



Escucho en la sumisa soledad de la tarde
el rumor de las sombras cuando llega la noche
y en la ventana, oblicua, la luz se ha detenido.

Lo que está al otro lado,
¿no son, acaso, idénticas visiones
de ciudades distintas
unidas por su sola sucesión en el tiempo?

Las ramas de Hyde Park que hoy oscurecen
la mesa donde escribo,
¿no son en su quietud las contempladas
algún lejano día que regresa?

Se dibuja un perfil, la vaga imagen
de un paisaje que agota su presencia
como demora de su ser inmóvil.

El caer de las hojas reconoce
su tránsito fugaz en la distancia
que separa la vida de su muerte.


De: "Una oculta razón"



MIJAIL LAMAS





En un paisaje fétido de puertos y estaciones
la carga que transportan los barcos y los trenes
es un ritmo constante en mi cabeza.

Una empresa de sombras afina maquinarias
y un batallón de niebla
que todo lo carcome
nos dice entre silbatos:
la ciudad un cadáver que no se da por enterado.

Una mujer de ojos hundidos
deambula por los muelles,
reclama su botín
y un filo de impaciencia anida y rompe el pecho.

[En todo esto hay una insatisfacción
de la que nadie escapa.]

Muy cerca de los muelles
las putas se alimentan con el deseo ambulante
de los hombres que bajan de los barcos
cansados de sus propias caricias.
Allá un ruido de luz y la ciudad,
su flor de lujo irradia escaparates:
en ese resplandor hay un desprecio.

Qué ganas de que exploten las vitrinas
o se incendien los teatros
y al final no saber que la noche,
al girar en la esquina,
aguza su cuchillo
y aquellos que en la sombra construyeron su casa
tomarán por asalto
todo lo que era suyo por derecho.

Así sería feliz y rápida la muerte,
no como en ese irse gota a gota,
como un pesado
oscuro
martilleo
que todo lo ensordece.

[Morir es solamente un cambio de costumbres.]

Tal vez pasear, salir hacia la calle,
sería lo más  ad hoc.
¡Pero este frac es viejo
tiene muy maltratado los botones!

De: “Canción del navegante de sí mismo”

PAUL CELAN





Había tierra en ellos...



Había tierra en ellos y
cavaban.

Cavaban y cavaban y pasaba así
el día y pasaba la noche. No alababan a Dios
que, según les dijeron, quería todo esto,
que, según les dijeron, sabía todo esto.

Cavaban y nada más oían;
y no se hicieron sabios ni inventaron un canto
ni imaginaron un lenguaje nuevo.
Cavaban.

Vino una calma y vino una tormenta
y todos los océanos vinieron.
Yo cavo y tú cavas e igual cava el gusano
y aquel remoto canto dice: cavan.

Oh uno, oh nadie, oh ninguno, oh tú:
¿Adónde iba si hacia nada iba?
Oh, tú cavas y yo cavo, yo me cavo hacia ti,
y en el dedo se nos despierta el anillo.


De: "La rosa de nadie"

Versión de José Ángel Valente