martes, 19 de diciembre de 2017


JUAN JOSÉ ARREOLA




II



Cada vez que el hombre y la mujer tratan de reconstruir el Arquetipo, componen un ser monstruoso: la pareja.



De: “Clausulas”

JEANNETTE CLARIOND




La tarde



Si es cierto que al crepúsculo todo tiene su hora, entonces vi
un ánsar borrarse en la niebla, cegar las crestas el brillo, el águila
perderse en su silencio, infinita.

El mar, el mar, don de nuestra falta. Y en el pretil, el jaspeado
verdor del grillo. Oh Dios, abraza este cuerpo, es mi lengua, es
el fluir de mi sangre entre olivos.

(Sus ojos miraron el principio, amaron la duración de la flor,
pero el dolor cubrió el oro silencio de Sainápuchi.)

Arde en su soledad la piedra.


PAULINA VINDERMAN





Invenciones del viento



Pertenecer. Pertenecerse. Un lugar para estar y un lugar para morir. Sabíamos sin decirlo cuál era el lugar y la cantidad exacta
de aire que había que aspirar para llegar a él.
El viento era el amo, pero era sabio y fuerte y si nos estrujaba demasiado, aún como muñequitos tambaleantes de papel pintado cruzaríamos el río.
Pequeños dioses de viento y de papel. ¿Por qué nos abandonaron? La poesía era el lugar y sigue siéndolo aquí. Pero este llano,
este desierto... Yo no soñaba sino con pinos dorados. Yo pensaba en romper la música y dibujar con palabras el aliento
de los pinos.
Pertenecer. Pertenecerse.
Obtener agua y continuar ensombreciendo el sol con las verdades. Sobrevivir. ¿Es ésto lo que queríamos? Queríamos vivir,
no sobrevivir.
Y qué es el poema sino un puñado de pájaros muertos en la mano.
Y qué es el poema sino un disparo al sol desde detrás de un peñasco de colores.
Y qué es el poema sino sobrevivir entre piedras calcinadas y antiguas.
El laúd está roto y el viento escapó desde el agujero preciado en que lo reteníamos. Hay que inventar un viento.
Hay que inventar un agua en la garganta.
Hay que encontrar esas voces pequeñitas que deambulan por los desiertos como notas escapadas de un pentagrama enrejado, envejecido.
Pertenecer. Pertenecerse. Es esto todo al fin cuanto queríamos.
Un silencio incompleto. Un lugar de ceremonias sencillas y perfectas. Sólo falta que inventemos un viento.


De: "La mirada de los héroes"

MIJAIL LAMAS




III



Lucía tiene oscuros ojos chinos y el cabello negro.
Odia los domingos y los días de lluvia,
pero odia mucho más el humo del cigarro.
Su cuerpo, patria justa de mis manos,
es morena tarde que termina;
así también de oscura su nostalgia.
Su atuendo, que ha cambiado
de acuerdo al frío de esta ciudad tan grande,
aumenta en mi el deseo.
Le cuesta trabajo andar en metro,
dice que la mirada de los hombres
se le pega a la ropa,
por eso se desnuda en cuanto llega a casa.
Se pierde fácilmente en todas partes;
si la dejara en medio de un centro comercial
le costaría trabajo encontrar la puerta de salida.
Es de imaginar que nuca me separe de ella.
Se vuelve, si razón, loca de celos,
y a veces llora después de hacer el amor,
un poco como la primera vez,
donde la piel nos regalo su nacimiento.
No sé por qué lo hace,
qué lucha dentro se le vuelve llanto.


De: “Fundación de la casa”



MIGUEL VEYRAT




La rosa y la máscara de yeso


Interpreta tú la estela de mi nombre
para reconstruir el rostro
que los titanes embadurnaron
de yeso: léeme en ese otro
que apareció –sin ser llamado
en el espejo y sácame del laberinto
de consonantes y vocales: dame la clave
para que pueda amarte -al ser
yo mismo y mi contrario,
porque siempre es otro quien te toca
cuando beber procuro tu mirada.
Mi cabeza ya no puede cantar sola
-ni sentirse extranjera
al vagar en estos prados, donde las ménades
aguardan el instante
en que brote la rosa descompuesta
por su oculto sin porqué: Acaso
el dúo sagrado que se alce
en himno verdadero, consiga que renazca
el niño nuevo que jugaba
con el mundo -sobre los hombros
del tiempo, a las orillas del mar.


SANDRA URIBE PÉREZ




[Espera]



Al poema se le agota el tiempo para escribirse.
El poeta se está durmiendo sobre la página.
Que el poema venga y se acomode para que el poeta descanse.
Que el poema no tiene toda la vida para ser escrito.
Que el poeta no tiene toda la muerte para esperar.