martes, 18 de febrero de 2014

MUNIR HACHEMI GUERRERO




(A mis amigos escritores)



A mis amigos escritores
(escriban o no)
os agradezco:
que comáis
que no os suicidéis
que durmáis
que tengáis teléfono móvil
y que no hayáis muerto de cirrosis.
Gracias. 

No quiero ser Rimbaud.
(Y tal vez él
                         tampoco quiso).
No quiero que jamás la fama
me pese más que las palabras.
No quiero comerciar
en África, con esclavos.

Quiero vivir
como un pez cuando llueve en el mar
y encontrar, en la última página de cada cosa que escriba, la marca de un
                                                                                           [mordisco.

No quiero ser Monfreid
ni siquiera Nicanor Parra
acaso querría ser Bolaño
si no supiese quién es Bolaño.

No he dado la vuelta al mundo
—he mirado cómo un burro se guarecía
de la lluvia, bajo un olmo.
No me he batido en duelo
—he conducido automóviles
he ido al cine.
No leo bajo el chorro de la ducha
(y si lo hiciera, lo haría simplemente
como quien lee bajo el chorro de la ducha,
sin ninguna otra pretensión)
y mi presencia
no conturba las almas cuando entro en una habitación.
—he comido los bocadillos de calamares
más anodinos
que uno pueda imaginar
mientras hablaba con gente cuyos poemas favoritos eran
“Amor constante más allá de la muerte”
o
“Volverán las oscuras golondrinas”
o incluso ése de
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”
y les he escuchado
digiriendo calamares
sin que un solo verso se me vienese a la cabeza.

¡Oh, juglares!
Un poeta sin nombre es poesía.

El mejor lugar para escribir poemas
es, sin duda, la taza del váter
donde uno puede
en calma y soledad
cagarse en su biografía.

Antes que viajar de lengua en lengua
prefiero volar de diente en diente
y que éstos muerdan con placer la última página
de cada uno de los poemas que escriba.

Y que luego todos caigan 
                                  a plomo 
                                           en el olvido.




LEOPOLDO MARÍA PANERO




El loco



He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.







ANA MARÍA MOIX





Nancy Flor bailará siempre...



Nancy Flor bailará siempre
porque Johnny ya murió.
Un bribón le dio la muerte,
nadie sabe a dónde huyó.

Fue testigo un pistolero
rey en los bares de New York,
pasado luego a carcelero
contó la historia en un block.

Jim, Johnny y Nancy Flor
tres personajes de antología,
de apología,
extraña historia del terror.

Ella tenía los ojos grises,
Johnny pintaba flores de azahar,
Jim era dulce, un soñador.

Ella bailaba todas las noches,
Jim la soñaba en un bazar
rodeada de otros muñecos
que la adoraban por su candor.

Eran hermanos los dos adoradores de Nancy Flor.

Por la calle caminaban
los tres en silencio,
mas el corazón no calla, traidor.
Y Jim lo supo.
Daban las doce en el cuco.

Caía el sol en la acera
y Dulce Jim vio un gran amor
en las dos sombras de Johnny y Nancy Flor
unidas a ras de tierra.

El dolor apenas quema
cuando nada queda en el hueco
de un antiguo corazón.

El asesino huyó de la justicia
pero le persigue el eco
de una loca ilusión
que con diabólica malicia
persiste en tener razón.

Una flor era Nancy para Jim,
mas una flor pintada antaño
por un solo enamorado
que no fue Jim, sino John.



GUILLERMO CARNERO

  

Las ruinas de Disneylandia


Muchachita taimada (tan sin malicia) entonces,
propensa sólo a nuestros juegos lúgubres
por entusiasmo de recién conversa,
¿quién te reprocharía tu sumisión, no honrosa
a fin de cuentas, al glamour
del boyante cadáver exquisito
a quien todos sin duda hemos amado
alguna vez?
o aquella
manía de extricar -la lúbrica
de Man Ray mascullando entre tus senos
WAS IST DADA? WAS IST DADA? WAS IST DADA?
la quintúplice forma de la vírgula.
Así pasamos muchas noches
caminando sin rumbo
por la arista sin fin de las palabras.


CLAUDIO RODRÍGUEZ




Alto Jornal 



Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
  vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.



PILAR ADÓN



Galanteo


Garantízame una melodía polaca
fabricada de nieve y barro
con gotas de marginalidad.
Ofréceme un viaje de madera
por las vías de un tren en desuso
con verdes mareas y guaridas
habitables.
Cántame como Piaf rota
y luego ocúltame.

No vendas más planos
de pinturas inacabadas,
y deja de perseguir amapolas
por los pasillos encalados que desembocan
siempre
en el mirador.

La sonrisa arrugada de piel mordida
no provoca ya memoria
y tus manos, blancas, de artista expatriada
mendigan tantos méritos,
que los círculos van rotando
en direcciones opuestas.

Recluye con tu genio
la sofisticación de miradas nuevas
y mañana procura salvar del ahogo,
sin súplicas,
  a la niña muerta que descansa en todos tus cuadros.