martes, 14 de enero de 2025


 

ÁNGEL DÍAZ

 

 

                                            Se toca el pene

                                    y busca romper en hojas

                                                mi ventana.

                                              A.E. Quintero

 

 

 

El hombre detrás de la ventana

ve a unos chicos orinando afuera de su casa,

desde su encierro voluntario él los ve

como un niño escucharía

detrás de la puerta de sus padres 

cuando hacen el amor.

 

Es un hombre que no se contradice

porque sus días se cortan ligeros por su rostro

como un cajón abierto lleno de cuchillos.

 

La soledad que los mira detrás de las cortinas

es un vidrio de manos exiliadas,

una soledad elocuente,

soledad de minorías.

 

Estoy seguro de que cuando nos ve

palpa nuestros penes desde su cristal

y años atrás cuando él orinaba en algún lugar publico

le hubiera gustado saber

si alguien lo vio

como él nos mira ahora.

 

El hombre detrás de la ventana

sabe que me han dejado solo

cuando se escuchan ruidos en la casa,

supongo que él también entiende de las compañías 

que pertenecen pero no están con nadie.

 

Escucho su puerta abrirse

ahora que la lluvia

es la única caricia contra el miedo.

 

El hombre detrás de la ventana

me saluda

y me invita a pasar.

 

 

ARMANDO URIBE ARCE

 

 

 

A peor vida

 


Busco en vano la puerta: no hay umbrales
todo el suelo y lugar donde solía
jugar conmigo mismo a juegos tales
que no me atrevo a recordar hoy día.
Golpeo el suelo con el puño, fuerte
y se abre un hoyo cuyo nombre es muerte.

 

 

AGUSTÍN AGUILAR TAGLE



 

Sobre la dulzura de los ángeles

 


 

Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos,

abogado de los insomnes y de los sonámbulos,

Virgen Gemelo del Señor,

protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

 

Kama Hanuman Ganesha,

purísimo incensario de oro que has contenido a Dios

y en Él has sido contenido,

en ti se complace La Mosca Eterna,

te cubre con sus alas, Bugalú Santísimo,

y te hace Hermano de Sí Mismo.

 

Me alegro en ti, Amado Mío;

tú eres mi pozo alegre.

Extiende tu mano invencible,

agítala con tu dulzura

y espanta mis pesadillas.

 

 

ÁNGELA LEITE DE SOUZA

 

 

  

Me hundo

 


Me hundo en estos pedazos
me pierdo en tantos trabajos
lavar blanquear almidonar
tejer cortar y coser
descascarar sofreír escaldar...

Ay, vida en filamentos
labora de brasa y pan de maíz
faena agridulce
a fuego lento.

Ay, si el tiempo fuese
llave goteando
verja que abriese
hacia el futuro.

Pero todo es cerrojo
y tizne oscuro.

 

ÁNGEL AUGIER

 

  

 

Nocturno diferente

 

 

Hay una noche limpia: la del mar y la luna.
Había un pueblo de luces en el agua tranquila
con calles solitarias por donde, sin quererlo,
dejábamos vagar nuestra inquieta ternura.

Era una noche limpia, brillando entre las sombras.
Nos quedamos teñidos de luna y de horizonte
al ritmo de la voz anciana del botero.

 

ARTURO CARRERA

 

 

 

Padre o pared

 

 


¿Padre o pared?



Padre maldita parte y padre bonapartista.
Artista, sí. Payaso. Fuiste el dios; te quise como fuiste y ahora lloro: abro un tokonoma en el muro, un pequeño agujero en la pared; celebro y disimulo tu ausencia y tu vacío; sabiduría de la muerte.

Padre muro o rumor de madre feliz al encender lo oscuro. Apicultor en el más puro azul de una noche de danzas: el botín de atronadoras flores sobre la panza de la pequeña muerta: ¿Y estaba yo?
Padre que asiste a la recolección de la miel y asiste al parto: haber nacer.
Hermosa es la aparición del padre en la luz.
Hermosos los niños de bocazas abiertas en un llanto de apiario experimental con zumbantes recolectoras de pólenes milenarios partiendo de la matriz; el hombre al aparecer con sus colores: dedito húmedo: manita que se abre sobre el arroz azul y las abejas dormidas, ebrias, sobre la pintada nariz. Panal del cuerpo feliz.

Hermoso es el hombre que no acaba de nacer.
Padre emparedado.
Padre que muere de risa en la sala de partos.
Algo escuchó en la delicadeza del sueño demerólico, la secreta mujer.
Una cabecita; el champú sebáceo de la mascarita de proa; el pequeño cuerpo de jabón que fácilmente se desliza por la borrachera o el etílico pavor: ¿se acuerda, doctor, que casi se le escapó un niño entre los confitados dátiles de aquella Navidad?

Las candilejas quirófanas; las carcajadas de las estirpe.
El carillón de los muertos latiendo en los cráneos niponizados. El esqueleto y los cuerpos de bultos sonoros, transistorizados: cartilaginosos, siempre,

(blando: las sombras de esos
niños en el vano del
libro,
blandos).

Padre el alba tomando un mate amargo y pelante. Y padre que firma, vagando por oscuros indicios: mis hijos no están a mi lado rosigando las nueces de oro y ardilleando: silencioso es el destino de los padres:
la madre envuelta en el oro de su apariencia, o parto.

Parto, padre.

Padre, no se puede nombrar tu entretenimiento: tu juego: tu caricia sangrienta cifrada en helicoides. Pared de la muerte y único hijo de Pan en el alero deseante. Envoltura y padre de la madre. Único erial y única pureza de lo real. La mano; el pie; brazos.