jueves, 5 de febrero de 2015

HAROLD ALVARADO TENORIO


 

Coahuila 60



¿Cuánto hará que viviste
en el número 60 de la calle Coahuila?


La vieja propietaria estará muerta
y ningún huésped podrá saborear,
al desayuno,
nopalitos con clara de huevo.

La ciudad que resta en tu memoria
es mínima: el zócalo, la casa de prestamos,
la muchacha que te llevaba en su coche hasta
el parque de diversiones,
las extenuantes horas de visita al museo antropológico,
las dos focas, con quien gastabas, los domingos solitarios.

Queda, más allá de estas cenizas de tus años juveniles,
el viaje por el sur, comiendo en casas campesinas,
conversando con escolares en las plazas de Puebla,
de Oaxaca, de Atitlán, de San José
y los rostros de las muchachas Caribes
al ver tus vellos, las formas de tus glúteos,
la esmerada pequeñez de los órganos genitales
y un sabor: la carne salada y el arroz con coco
que preparabas para un albañil, el mejor mecenas
que hayas tenido.

Ya nunca volverás a Colonia Roma

No sabrás más del regusto por lo mínimo,
lo infinito, la aventura y la solidaridad.

 

 

LEOPOLDO ALAS MÍNGUEZ




Al filo de los cuarenta

 
 
Hasta cuándo podré querer a muchos sin entregarme a nadie.
Cuántos días de espontánea indefinición me quedan por delante.
Él me espera y tiene mis facciones.
Cuarenta años, hermano.
Lo prefiero a todos: amables rostros que reflejaron el mío volátil,
almas afines que completaron mi esencia fragmentada.
Después de tanto errar por tantos cuerpos, doy con el mío.
Por fin un hombre interesante. Soy él.
No era yo dirigiendo una nave imperfecta de carne,
tan firme y rotunda en su ingrata juventud.
Tomad y comed porque yo soy mi cuerpo.
Yo quise ser vosotros, amigos del alma,
y en cada uno aprendí a quererme.
Pero en mí mismo estoy mejor acomodado
que en la insaciable búsqueda exterior de inteligencia y belleza.
Cuarenta, hermano.
Olvida el paraíso de la infancia, que muchos cuestionan:
tan hermosos fueron aquellos días suspendidos
de horizontes inmensos
como estos de ahora, caídos y sin perspectiva.
Y del amor ni hablemos
pues todo lo apostado se perdió en el propio engaño.
Pero me tengo al fin.
Ya no me busco en el espejo. Soy el que soy.
 

De "El triunfo del vacío"

 

 

MANUEL JOSÉ ARCE


 
 
Retrato de la ciudad


 
Aguja de una iglesia que se eleva
con esa clara unción de la plegaria.
Árbol con golondrina necesaria.
Parque: almendro que músicas renueva.

Ansiedad de un crepúsculo que lleva
los tintes de una sangre temeraria.
Calles con rectitudes de araucaria.
Sudor, contra-quejidos en la gleba.

Heroica por la sangre de sus manes,
por su pecho de ardiente fumarola
y su raza de auténticos titanes.

Santa Ana es una flor en su corola
con pétalos de cerros y volcanes.
Santa Ana, para mí, se llama Lola...

 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ

 

Huellas del beso

 
 
No sé por qué tus labios me despiertan
besos lejanos que jamás me diste;
no saben desterrarlos, o no aciertan
a dejarlos dormir. Cuando viniste,
rozándome la carne, de puntillas,
nadie te vio, nadie escuchó tu paso,
sino un temblor ligero en mis rodillas,
trémulo de enfrentarme a otro fracaso.
Cuántas veces idéntico sendero
nos conduce a dispares objetivos,
y en el nuevo, no vemos que el primero
aún nos mantiene en su poder cautivos.
Y no sirve pensar que lo pasado
pasado está, que nunca ha de volver;
ayer, más que un diseño ya borrado,
es espectro que vuelve a aparecer
Y así fluye la vida, una amalgama
de incidentes que fueron, y que son,.
que no se desvanecen; una trama
de dolores, de olvidos, de ilusión;
como rosa que cada primavera
asiduamente en el rosal florece,
nube inquieta, incesante viajera,
o estrella que a la aurora palidece.
Quizá tus besos son evocadores
de nube transeúnte, antigua rosa,
o estrella cuyos últimos fulgores
se extinguieron, y duerme silenciosa.
Hay tanto nuevo en cada beso, hay tanto
que arrastramos de antiguo, tanta vida,
tanto de gozo, soledad y llanto,
tanto de acogedor y despedida,
que un beso no es un beso solo, aislado,
es una larga historia enmarañada
aflorando a un presente arrebatado,
que abraza todo, y que no olvida nada.



ODETTE ALONSO

 

Margarita o la idea de la felicidad

 
 
Vender el alma al Diablo
o vender el alma a Dios.
Vender el alma y que ella llegue alguna tarde
a ponerme su almíbar en los labios
a dejarme danzar descalza en esta alfombra.
Su almíbar o su furia sobre mis tristes huesos
que esperan por la muerte o la felicidad.
Vender el alma el cuerpo y que ella diga sí
que me ponga en los labios el pedazo de dolor que tenga vivo
toda su indecisión o su perfume.
Margarita esta tarde con su frío mosaico
Margarita y mis manos tanteándole la furia y los almíbares
Margarita y el miedo de que dijera no.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ



Poema que describe la Aparición milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe de México.

 

La compuesta de flores Maravilla,
divina Protectora Americana,
que a ser pasa Rosa Mexicana,
apareciendo Rosa de Castilla;

La que en vez del dragón —de quien humilla
cerviz rebelde en Patmos—, huella ufana,
hasta aquí Inteligencia soberana,
de su pura grandeza pura silla;

ya el Cielo, que la copia misterioso
segunda vez sus señas celestiales
en guarismos de flores claro suma:


pues no menos le dan traslado hermoso
las flores de tus versos sin iguales,
la maravilla de tu culta pluma.