viernes, 9 de mayo de 2014

RUBÉN DARÍO



 

Abrojos

 

 

Lloraba en mis brazos vestida de negro,
Se oía el latido de su corazón,
Cubríanle el cuello los rizos castaños
Y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡adiós!",
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
Bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.

¿Que lloras? Lo comprendo.
Todo concluido está.
Pero no quiero verte,
Alma mía, llorar.
Nuestro amor, siempre, siempre...
Nuestras bodas... jamás.
¿Quién es ese bandido
Que se vino a robar
Tu corona florida
Y tu velo nupcial?
Mas no, no me lo digas,
No lo quiero escuchar.
Tu nombre es Inocencia
Y el de él es Satanás.
Un abismo a tus plantas,
Una mano procaz
Que te empuja; tú ruedas,
Y mientras tanto, va
El ángel de tu guarda
Triste y solo a llorar.
Pero ¿por qué derramas
Tantas lágrimas? ¡Ah!
Sí, todo lo comprendo...
No, no me digas más.

 

 

ERNESTO CARDENAL



 
Bienaventurado el hombre (Salmo 1)
 
 
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido ni
  asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con los gánsters
  ni con los Generales en el Consejo de Guerra
  Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
 
Será como un árbol plantado junto a una fuente.

SUAD MARCOS


 

 

Soy para vos

 
 
 

Por tus ojos

que nunca piden nada,

descubrí que estabas hecho

de otros materiales.

Por ese montón de amor

con que llenás todos mis espacios

y recodos,

sin pronunciar palabras,

aquí, en esta ciudad

que me pertenece y no me pertenece,

en estas calles,

entre el sonido

casi permanente

de las balas,

que se va conviertiendo

en el llanto nuestro,

aprendí que para amarte

no necesito tener nombre

no necesito tener

ni edad, ni color, ni tamaño

porque yo seré legendaria en tu vida.

Soy los siglos de amor

que nunca has conocido.

Soy la negación de lo que amás

y vos mismo te arrebatás.

Soy tu propio silencio ensimismado

y vos seguirás siendo vos.

 

Beirut, 1982.

DAISY ZAMORA




 
Nerudiana otoñal

 


Del brazo de su marido

que comparte

no sabe con cuántas más,

pero, en fin, su marido.

Ella lo quiso, a veces

él también la quería.

Procura recordarlo

como ella lo conoció,

antes de que se volviera

el que sería después.

Ya no lo quiere, es cierto,

pero tal vez lo quiere.

¡Si al menos por un instante

pudiera ser la que era

cuando él la enamoró!

Es tan corto el amor,

y es tan largo el olvido.

Pero frena el intento.

Sabe que si se atreviera,

todo lo perdería, todo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

 

GIOCONDA BELLI



 

 

Desafío a la vejez

 
 
 

Cuando yo llegue a vieja

—si es que llego—

y me mire al espejo

y me cuente las arrugas

como una delicada orografía

de distendida piel.

Cuando pueda contar las marcas

que han dejado las lágrimas

y las preocupaciones,

y ya mi cuerpo responda despacio

a mis deseos,

cuando vea mi vida envuelta

en venas azules,

en profundas ojeras,

y suelte blanca mi cabellera

para dormirme temprano

—como corresponde—.

Cuando vengan mis nietos

a sentarse sobre mis rodillas

enmohecidas por el paso de muchos inviernos,

sé que todavía mi corazón

estará —rebelde— tictaqueando

y las dudas y los anchos horizontes

también saludarán

mis mañanas.

 

BLANCA CASTELLÓN


 

 

Ojerosa

 
 
 

Hubiera sido más fácil de comprender

si me hubiera decidido

por los dragones del paraíso

pero las olas me fueron empujando

sin ninguna consideración

hacia mi condición

de eterna enlutada

y ojerosa perenne

fue así como logré cruzar la frontera

entré como una explosión de agua

a tu destino

los años de espera

apenas se reconocían

parecían fetos empapados

en líquido amniótico

tal vez sea por eso

que el renacer nuestro

sigue resbalándose en el túnel

por donde recuerdo vagamente

haber llegado al otro mundo

tal vez sea por eso que estamos

como encerrados en un vientre.