"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 7 de junio de 2018
ALLEN GINSBERG
Es
cierto que escribo sobre mí mismo
¿A quién otro conozco mejor?
Dónde se juntan más sangre rosas rojas y basura de cocina
Qué más tiene mi grueso corazón, hepatitis o hemorroides-
¿Qué otro vivió mis setenta años, mi vieja Naomi?
Y si por casualidad escribo sobre política norteamericana,
sabiduría, meditación, teoría del arte
es porque leí un periódico amé
a los maestros leí libros por encima y visité un museo
8 de marzo, 1997,12:30 a.m.
¿A quién otro conozco mejor?
Dónde se juntan más sangre rosas rojas y basura de cocina
Qué más tiene mi grueso corazón, hepatitis o hemorroides-
¿Qué otro vivió mis setenta años, mi vieja Naomi?
Y si por casualidad escribo sobre política norteamericana,
sabiduría, meditación, teoría del arte
es porque leí un periódico amé
a los maestros leí libros por encima y visité un museo
8 de marzo, 1997,12:30 a.m.
De: "Muerte y fama”
Versión de Ana Becciu
JOSÉ MANUEL CABALLERO
El hilo de Ariadna
Posiblemente es tarde, pero ¿cómo
poder asegurarlo
mientras Hortensia canta y no se oye
más que su grito de musgosa
lascivia y alguien
habla con alguien de la conveniencia
de acostarse borracho?
De repente
se desató la cinta, vuelto
hacia el espanto de la lámpara,
el acezante cuerpo,
y en lo tenso del vientre vi
la cicatriz, no producida
sino por el rencor contra ella misma
con algún instrumento
preferentemente cortante.
Vaho
de alcohol y de tabaco te esmalta
el rostro bruno, Hortensia, dime,
¿hacemos algo aquí que nos impida
quedarnos juntos
hasta que ya no sea tarde?
En vano hubiese preferido
no mirar. Movible cuerpo y sin embargo
exangüe, desplazaba
sus ya finales contorsiones
en medio de la pista. En vano
hubiese sido huir y no
por reencontrarnos. Pechos
como luciérnagas, tenues, punzantes
por las crestas no lácteas, ¿quién
iba a atreverse a interrumpir
su equidistante brevedad, desnudos
como estarían luego en el amanecer
del trópico ?
Hortensia, amor mío, nadie
te va a arrastrar si tú no quieres
desesperadamente que lo haga.
Playa de Naxos, la mayor
de las Cícladas, ya a lo lejos
reverberando entre los barracones
del batey y el bullicioso verde
del manglar, confundida ahora
con otros libres turnos litorales
donde ni tú ni yo nos conocíamos.
Abandonada por Teseo, ¿ibas
a despeñarte tú, rebelde por instinto
como tu padre negro apaleado
en Key West (Florida) ?
Si pudiera
reconstruir un solo
rincón de aquella playa
sin salida posible, si pudiera
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último
recodo del silencio, ¿oiría
algo distinto a la fricción
de unas piernas con otras, al barrunto
de alguien aproximándose
en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado
de Sanlúcar, asiéndome
al parteluz de la ventana, el bulto
azul de los faluchos y, más cerca,
la agitación de las fogatas
que encendían los sigilosos
areneros?
Imágenes sin ojos
pasan con más tenacidad que el giro
extenuante del recuerdo. Hortensia,
hija de Minos, no
es tarde todavía, ven, veloces
son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo
de no querer salir del laberinto.
Posiblemente es tarde, pero ¿cómo
poder asegurarlo
mientras Hortensia canta y no se oye
más que su grito de musgosa
lascivia y alguien
habla con alguien de la conveniencia
de acostarse borracho?
De repente
se desató la cinta, vuelto
hacia el espanto de la lámpara,
el acezante cuerpo,
y en lo tenso del vientre vi
la cicatriz, no producida
sino por el rencor contra ella misma
con algún instrumento
preferentemente cortante.
Vaho
de alcohol y de tabaco te esmalta
el rostro bruno, Hortensia, dime,
¿hacemos algo aquí que nos impida
quedarnos juntos
hasta que ya no sea tarde?
En vano hubiese preferido
no mirar. Movible cuerpo y sin embargo
exangüe, desplazaba
sus ya finales contorsiones
en medio de la pista. En vano
hubiese sido huir y no
por reencontrarnos. Pechos
como luciérnagas, tenues, punzantes
por las crestas no lácteas, ¿quién
iba a atreverse a interrumpir
su equidistante brevedad, desnudos
como estarían luego en el amanecer
del trópico ?
Hortensia, amor mío, nadie
te va a arrastrar si tú no quieres
desesperadamente que lo haga.
Playa de Naxos, la mayor
de las Cícladas, ya a lo lejos
reverberando entre los barracones
del batey y el bullicioso verde
del manglar, confundida ahora
con otros libres turnos litorales
donde ni tú ni yo nos conocíamos.
Abandonada por Teseo, ¿ibas
a despeñarte tú, rebelde por instinto
como tu padre negro apaleado
en Key West (Florida) ?
Si pudiera
reconstruir un solo
rincón de aquella playa
sin salida posible, si pudiera
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último
recodo del silencio, ¿oiría
algo distinto a la fricción
de unas piernas con otras, al barrunto
de alguien aproximándose
en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado
de Sanlúcar, asiéndome
al parteluz de la ventana, el bulto
azul de los faluchos y, más cerca,
la agitación de las fogatas
que encendían los sigilosos
areneros?
Imágenes sin ojos
pasan con más tenacidad que el giro
extenuante del recuerdo. Hortensia,
hija de Minos, no
es tarde todavía, ven, veloces
son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo
de no querer salir del laberinto.
GUSTAVO OSORIO DE ITA
I
[Puesta de sol en Montmajour]
[Puesta de sol en Montmajour]
Vincent
las piedras del brocal te llaman
por tu nombre ellas saben
de todas tus renuncias y la horqueta
del tierno roble también sabe, Vincent,
de tus ansias de peso
del deseo por agravar el paisaje
al desprenderte
atenuándote calmo entre el silencio del arbusto
contemplando las ruinas que te emulan
y a lo lejos verás
desde lo alto las áureas lluvias, Vincent
por tu nombre ellas saben
de todas tus renuncias y la horqueta
del tierno roble también sabe, Vincent,
de tus ansias de peso
del deseo por agravar el paisaje
al desprenderte
atenuándote calmo entre el silencio del arbusto
contemplando las ruinas que te emulan
y a lo lejos verás
desde lo alto las áureas lluvias, Vincent
De: “Cuatro retratos para Vincent”
En alusión a la pintura de Vincent van Gogh “Coucher
de soleil à Montmajour”
OMAR JAYAM
III. Ayer, hoy, mañana
33
¿Y qué, y así me traen desde un donde cualquiera
y desde aquí hacia allá, sin pulsar mi albedrío?
¡Si el cielo, al menos, darnos siempre el vino quisiera,
que ahogue este recuerdo que la mente lacera!
EFRAÍN HUERTA
VII. Imposibilidad
Por
ahora
No
puedo ir
A San
Miguel
De
Allende
No
tengo
Ni para
El
Paisaje
25 de junio de 1971
CINZIA MARULLI
La casa de las hadas
Está el
camino encendido que alumbra
el
invierno
en el
rostro antiguo de las niñas.
Están
todas sentadas ‒ casi en círculo ‒
en las
arrugas de su vida.
Los
ojos abiertos que buscan
atenciones
esperan
a los visitantes ‒ los hijos atareados
el
corazón grande de los nietos
comen
los pasteles
traídos
por conveniencia
Quisieran
volar como bailarinas
pero
necesitan ayuda
incluso
para beber un sorbo de agua
Cada
cual contando su historia
y
escondiendo los dolores.
Son
hermosas todas juntas
son
hermosas y tristes las niñas
y la
Señora Muerte ni siquiera se esconde
mientras
las mira
para
decidir a quién llevarse la primera.
De: “Las mantas de Dios”
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