La casa de las hadas
Está el
camino encendido que alumbra
el
invierno
en el
rostro antiguo de las niñas.
Están
todas sentadas ‒ casi en círculo ‒
en las
arrugas de su vida.
Los
ojos abiertos que buscan
atenciones
esperan
a los visitantes ‒ los hijos atareados
el
corazón grande de los nietos
comen
los pasteles
traídos
por conveniencia
Quisieran
volar como bailarinas
pero
necesitan ayuda
incluso
para beber un sorbo de agua
Cada
cual contando su historia
y
escondiendo los dolores.
Son
hermosas todas juntas
son
hermosas y tristes las niñas
y la
Señora Muerte ni siquiera se esconde
mientras
las mira
para
decidir a quién llevarse la primera.
De: “Las mantas de Dios”
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