"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 9 de febrero de 2022
JOSÉ PORTOGALO
Desdoblamiento
Un alma de hombre humilde tiene más de una Ilíada
Enrique
Banchs
En
la boca una voz amarga y en las manos
esa angustia tremenda del jornal inseguro.
Ruedan los días tristes, opacos, sin relieves,
sólo yo muevo el día que se instala en tu mundo.
Pero
no me comprendes, me piensas siempre niño;
no sabes que en mi carne sufro tu edad madura,
y cuanto más avanza tu amor en el recuerdo
más se aferra en mi entraña la raíz de la angustia.
Soy
como puerta abierta para que en ella habites
y aclares tus jornadas con mi arcilla de niño
trayendo ante tus ojos la imagen de aquel día
que ocuparon mis manos un cuaderno y un libro.
Y no
sabes, no sabes que el libro abrió un boquete,
como un hondazo en medio del cielo en una estrella,
y tú que nunca —¡nunca!— supiste qué es un libro
ante mí, menos hombre, te hospedas en la tierra.
Penetro
tus angustias aunque siempre sonrías
y fumes tu cigarro tratando de engañarme:
Alta sabiduría la de tu amor que limpia
de impurezas de libros el temblor de mi carne.
Piénsame
siempre niño que seré tu reposo,
la gota de agua pura que caliente tus párpados
cuando cansado vuelvas del esfuerzo que agota
y exangües, doloridos, se te caigan los brazos.
Piénsame
siempre niño, por ella, la que nunca
parece que existiera trajinando en la casa,
la que intuye mis nieblas terribles de hombre solo,
la que hasta en sueños sorbe la acritud de mis lágrimas.
Por
ella, por tu vida de pobre, siempre pobre,
haré que entre en mi carne el sol como una cuña.
Y aunque el rencor me muerda de noche las entrañas
no enturbiaré tu oído con mis palabras sucias.
Viviré
entre mis nieblas arrancando los gritos
que de noche me suben —gusanos— a la lengua
para darte ese niño que piensas en tu vida
mientras mis años agrios afirmen la protesta.
Alta
sabiduría la de tu amor que limpia
de impurezas de libros el temblor de mi carne;
por ella hice mis voces de fervor y de sueños
y amo a los pobres diablos que son los de mi sangre.
JORGE FERNÁNDEZ GRANADOS
Los
peces
Fuimos
bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos. No recuerdo qué tanto
la brisa nos cubrió de sal y estrellas.
Es conveniente dormir a menos que amanezca, dijo,
pero éramos legión para esas horas ya rancias de cantinas.
El ron juntó a los peces
y a todas las criaturas que no duermen
esa noche de pescadores y viajantes, de grasa y aguacero.
Emigramos
a La Luna,
que era una carpa improvisada en los
dudosos territorios del suburbio.
Sudores y cervezas, baile, sedimento
de géneros grotescos de alegría,
se fueron combinando con torpeza
hasta temblar en una sombra, un amasijo
de danza, alcohol y extrañas vidas.
Los
círculos que lees con tu mirada
no están en realidad aquí,
pero a ti te fue dado contemplarlos,
—dijo sonriendo y se perdió bajo los cuerpos
en la anchurosa fiesta de esa carne.
El ritmo gobernaba la sordidez o la gracia
y en medio de su lago nos fundimos.
Más
tarde, ya cansados
los pocos rezagados en La Luna,
sin sueño y con nostalgia de horizonte,
fuimos a buscar el mar:
la sonata del agua, el apetito de su hechizo,
en esa vigilia donde el límite
del cielo y el océano es todavía tiniebla.
Algo
nos lleva ante la orilla
a ver cómo la luz se recomienza
y estar aquí sin comprenderlo,
testigos de este mar alucinado,
súbitamente viejos, silenciosos,
oyendo de su más oscuro corazón
una alabanza.
Sentados
en el muelle esperamos el día:
poco a poco fue llegando su violeta,
la noticia azul de su marea,
y en el silencio de su gloria amanecimos.
CARLOS ARTURO TORRES
Núñez
de Arce
ES
la negra prisión: allí Giordano
Expía, encadenado su delito,
¿Cuál es su crimen? ¿quién el noble anciano?
Alguien responde: «el sabio», otro, «el maldito».
Débil
rayo de luz, perdido y triste,
Pasa al través del agrietado muro,
Con tinte funeral los muros viste
Y su fulgor se pierde entre lo oscuro…
A
esta luz se dibuja en su semblante,
Que es á la vez benévolo y adusto,
Algo de la tortura del Gigante
Que se agita en el lecho de Procusto!
Entre
sus labios las palabras vagan
Y por hacerse oir con fuerza luchan
Del pasado son voces que se apagan!
Del porvenir son voces que se escuchan!
«Yo
quise del error rasgar el velo,
Y se me arroja en lóbregas prisiones!
Busqué la ciencia en mi incansable anhelo:
¡Cadenas encontré por galardones!
No
me arredra la muerte! Es un tormento
Vivir do alumbran á Jesús con teas,
Donde es atroz delito el pensamiento
Y castiga el cadalso las ideas.
Ya
la fe en mi camino no me guía
Y con la duda mi razón tropieza;
Se va el bálsamo y queda la agonía!
Se va el consuelo y queda la tristeza!
Mas
voy en pos de la celeste lumbre,
Y la sombra del viaje no me espanta.
Al escalar la bendecida cumbre
Encadenado, más mi pie adelanta!
¿Quién
encadena la razón? ¿qué mano
Corta del pensamiento el raudo vuelo?
¡Mandad callar al férvido oceano!
¡Mandad parar los astros en el cielo!
¿Piensan
que de la víctima el lamento
Puede apagar de la razón el grito?
Aquél, humano, piérdese en el viento;
Éste, divino, vuela al infinito!
Porque
busco la ciencia se me veja,
Y me arrojan de cieno entre una charca,
Mi frente, que virtud sólo refleja,
Manchan también con la oprobiosa marca.
Mas
pronto el hombre se alzará potente,
Y la razón sacudirá su yugo,
Y levantando la radiosa frente
Pedirá estrecha cuenta á su verdugo.
Mártir
seré del pensamiento humano;
Doy mi nombre á la historia justiciera.
La apostasía me pedís en vano!
La hoguera es galardón! Venga la hoguera!»
EDUARDO EMBRY
Lección
de una fábula griega
Para el profesor Nelson Osorio Tejeda
Aquí
estás, otra vez
frente a la caverna oscura;
todos los demás,
encadenados a la pared;
como si fuera una persona,
la caverna te habla
y te interroga:
¿qué ves dentro de mí?
miles y miles
a la pared encadenados;
pasa, pasa, no te quedes en la puerta;
sucede que dentro de la caverna
encuentras otra caverna,
dentro de la caverna, entre sombras
y pequeñas luces, otra caverna;
miles y miles de encadenados,
todos mirando hacia la pared;
como si la caverna fuera una persona
se vuelve y te dice:
pasa, pasa, no te quedes en la puerta;
sucede que dentro de la caverna
hay otra caverna, y otra y otra,
así hasta el infinito;
todas las cavernas,
como si fueran personas
te hablan y dicen lo mismo:
sal de la caverna, no te quedes en las sombras.
ELINOR WYLIE
Cenizas
En
adelante -pues te he perdido-
todo tu ser esparciré en el viento,
y serás, al dejar mi pensamiento,
por el resto del mundo recogido.
Ahora
que un sol pálido de invierno
va deshojando su sonrisa triste,
¿quién no habrá de sentir el goce tierno
de hallar entre la escarcha lo que fuiste?
La
lluvia cantará con voz más leve;
más leve aún su cristalino traje;
más blanca y suave caerá la nieve;
grises más puros vestirá el follaje.
¡Adiós!
Bajo la sombra estremecida
me embriagaré de tu color de vino,
dulce pavesa que arrebata el sino,
centella de mi sangre desprendida.
CARLOS ENRIQUE SIERRA MEJÍA
Final
de verano
Afuera
comenzó la lluvia
Y esta página danza una sombra
El poema es un viento que se hace delgado de palabras
Sobre la tierra, sobre las hojas, en el cuerpo
Llueve la lluvia del poema
Percute
el rayo
Hace
un instante el verano
Y ahora la lluvia
Derrite el poema
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