Núñez
de Arce
ES
la negra prisión: allí Giordano
Expía, encadenado su delito,
¿Cuál es su crimen? ¿quién el noble anciano?
Alguien responde: «el sabio», otro, «el maldito».
Débil
rayo de luz, perdido y triste,
Pasa al través del agrietado muro,
Con tinte funeral los muros viste
Y su fulgor se pierde entre lo oscuro…
A
esta luz se dibuja en su semblante,
Que es á la vez benévolo y adusto,
Algo de la tortura del Gigante
Que se agita en el lecho de Procusto!
Entre
sus labios las palabras vagan
Y por hacerse oir con fuerza luchan
Del pasado son voces que se apagan!
Del porvenir son voces que se escuchan!
«Yo
quise del error rasgar el velo,
Y se me arroja en lóbregas prisiones!
Busqué la ciencia en mi incansable anhelo:
¡Cadenas encontré por galardones!
No
me arredra la muerte! Es un tormento
Vivir do alumbran á Jesús con teas,
Donde es atroz delito el pensamiento
Y castiga el cadalso las ideas.
Ya
la fe en mi camino no me guía
Y con la duda mi razón tropieza;
Se va el bálsamo y queda la agonía!
Se va el consuelo y queda la tristeza!
Mas
voy en pos de la celeste lumbre,
Y la sombra del viaje no me espanta.
Al escalar la bendecida cumbre
Encadenado, más mi pie adelanta!
¿Quién
encadena la razón? ¿qué mano
Corta del pensamiento el raudo vuelo?
¡Mandad callar al férvido oceano!
¡Mandad parar los astros en el cielo!
¿Piensan
que de la víctima el lamento
Puede apagar de la razón el grito?
Aquél, humano, piérdese en el viento;
Éste, divino, vuela al infinito!
Porque
busco la ciencia se me veja,
Y me arrojan de cieno entre una charca,
Mi frente, que virtud sólo refleja,
Manchan también con la oprobiosa marca.
Mas
pronto el hombre se alzará potente,
Y la razón sacudirá su yugo,
Y levantando la radiosa frente
Pedirá estrecha cuenta á su verdugo.
Mártir
seré del pensamiento humano;
Doy mi nombre á la historia justiciera.
La apostasía me pedís en vano!
La hoguera es galardón! Venga la hoguera!»
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