lunes, 8 de septiembre de 2025

FRANCISCO FRANCO


 

MANUEL RUIZ AMEZCUA

 


 

Otra vida

 


Nos enfrentamos a todo

y buscamos en la basura

las sobras que nos alimentan.

 

Sabemos de lo que huimos.

Huimos de nuestra casa.

Huimos de nuestra tierra.

Huimos de nuestra gente

porque los hombres matan

tanto como la muerte.

 

Mientras tenemos otra vida,

no queremos volver

a aquella guerra,

no queremos volver a pasar hambre.

No queremos volver a nuestra tierra.

Porque somos los mismos

marcados desde siempre.

 

Los mismos hombres tristes

marcados en la frente.

 

Los mismos que luchan

y los mismos que huyen.

 

Y los mismos que sufren

y los mismos que mueren.

 

Los mismos de siempre

a los que los hombres matan

tanto como la muerte.

 

 

PILAR SANABRIA

  

 

La visita

Para María José, por su mirada.

 

 

El primer día pudo verme a la hora de visita, asaltó la tramoya de los antihéroes,

de los que entre sueños escondemos fetiches que están lacrados como punzadas.

Pudo verme, descendió como una tenue criatura de espuma

a mi intenso pantano de almohada, me bañó el rostro de promesas.

Pensé que era un sueño de penumbra

mutilado en el arrecife de mi mente, un presagio funerario, vaticinio de aquel perro ladrador de la tragedia.

Pero fue ella como Penélope,

trajo un hogar de hoguera en la mirada, tejió calles nuevas a mis muslos taciturnos y al aposento putrefacto de corazas

dejó liberado como una perfumería en viernes.

Su amor desembarcó toda la ciencia de los vencejos, el pasto milenario del horizonte,

sus vaqueros me habían guardado

la entreabierta lucidez de los jardines.

Expropió el dolor con su sonrisa en aquella primera visita, el primer día que pudo verme sola ante la muerte.

 

De: “No fue de charol mi otoño de adentro”

 


MARÍA TERESA RAMÍREZ

 

 

 

La abuela negra narra: Cosmogonía de África

 

 

¡Yen yereeé! ¡Yenyereeé!
Ekuaaa… Ekuaa.

La abuela, sentada fuma
con la cachimba al revés,
la candela va por dentro,
un sahumerio de recuerdos
fortalece su vejez.

Camina para adelante,
sus huellas van hacia atrás.
Marca el son del tambor,
historias para contar.

Los bisnietos y los nietos,
atentos sin parpadear,
oyen hablar de Olodumare,
Babalú Ayé y Yemayá.

De Fam, el primer hombre,
de Sekumé y su mujer.
La abuela, como una Orisha,
¡Habla! ¡Cuenta! ¡Narra!

Fuma, fuma su cachimba
con la candela hacia adentro,
el fuego la ilumina.

Con mucha sabiduría
empezó su narración:

La Diáspora de los Orishas
protectores de sus negros,
en la oprobiosa travesía,
hacia la Tierra Nueva
nombrada de Ultramar.

Se aviva la llamarada…
se corre un velo de niebla,
las leyendas ancestrales
comenzaron a brotar.

Cuenta del león y el tigre,
la hiena y el camaleón,
dela araña diligente,
la tortuga y el muerto
en macabra procesión.

Es la fuente milagrosa
para saber la verdad.

De los afrodescendientes
y sus raíces de África
¡Cuna de la Humanidad!

¡Yenyeré, yenyeré!
¡Ekuaaa!

 

GLORIA POSADA

 


Lejana luz

 

 

Tormenta
no deja ver estrellas

Fulgor traspasa
profundidad de océano
savia del árbol
oscuridad de sangre
capas en tierra
y piel

 

ELVIRA ALEJANDRA QUINTERO

 

  

Amanecer

 

 

Acércate a la ventana y sosiega tus voces con la bruma que emerge de los andenes.
Recuerda otros amaneceres cifrados por el descubrimiento de una verdad, en medio del licor y el entusiasmo compartido con las almas amigas.
Y deja que sea solamente un recuerdo.
Sin llorarlo mira hacia afuera, hacia el otro lugar que tu ahora se esfuerza por volver real y posible.

Allí el sueño de anoche, sus voces, sus oleadas de persecución y sus breves fragmentos de calma.
Su humedad, su martirizante dicha.

La insana, loca pregunta.

 

GERARDO VENTEO

 

 

 

Porque al nacer el primero, su constelación de afectos

cambió; el espacio y su espacio, la gravedad de los

objetos, la intención del logro enredado en el afán,

la niña de sus ojos. Ella, más ella que nunca, insistía

en la cría.

Al fin, tenía un lugar en el mundo.

 

De: “La veladora”