Porque
al nacer el primero, su constelación de afectos
cambió;
el espacio y su espacio, la gravedad de los
objetos,
la intención del logro enredado en el afán,
la
niña de sus ojos. Ella, más ella que nunca, insistía
en
la cría.
Al
fin, tenía un lugar en el mundo.
De:
“La veladora”
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