sábado, 19 de marzo de 2016


ANA ISTARÚ




Esta noche de desposada



Esta noche de desposada
soy mi balcón.
Ventana soy
sin otro atuendo que el del amor.
Y cuando el día
golpee en el vidrio de mi ventana
he de vestirme con mi sábana de desposada.
Que balcón soy.
Para mostrar el paño blanco
tan blanco por la ventana,
tras esta noche de desposada.
Sin una sola nervadura de la amargura,
sin alfileres púrpuras,
sin una isla ni un algodón
en que alojarse pueda el dolor.
Que blanca y pura
soy mi balcón.
Adiós la sangre.
Adiós la sangre, la sangre y su tiniebla.
Que así desnuda y cubierta
con mi sábana de desposada
yo estoy armada.
Y por las calles de España
y a mi América cansada voy,
para mostrar mi blanca tela,
vagina blanca. Blanco el amor.
Porque esta noche de desposada soy mi balcón.




EUGENIO DE NORA




Carmen del éxtasis



Distraída del mundo; más, lejana
como un vuelo de pájaros, tú existes
donde el silencio empieza, donde el alma.

Donde las avenidas, misteriosas
de árboles altos y de sombra extraña
nos llevan a la pena más hermosa;
donde la noche llora, constelada
frente a sí misma, porque todo es poco,

porque los mundos brillan en la nada,
como nosotros, donde la belleza
suspende el tiempo; donde canta
mi voz más sola; en mi reducto último,
allí estás tú, silencio, alma.

Alza los ojos, tienes la cabeza
de una imposible luz aureolada;
quieres, querrías, pero no te sientes,
porqué eres sólo noche, noche clara.

¡Ah, dame ese silencio, rompe
esta belleza que nos mata!
Y en tu infinita noche, álcese
un viento dulce, despertando ramas.




HUMBERTO JARRIN




Que dos silencios hacen una voz



Mis ojos oyen el grito
de tus ojos ausentes,
incendia la lámpara de mi voz
con tus llamados,
hasta los huesos están llenos de luz,
y sin embargo a su pesar
es oscuro
el proceder de los labios,
que no atinan a entrar en conjunción.
Dónde estás amigo que no te hallo,
hasta hace poco eras latido,
golpe de arma, golpe de rama,
árbol universal florido,
raíz y fruto unido a todos,
ahora disueltos y mudos sin tu voz.
Dame, dame quejas
desde esas dos habitaciones de la luna
en que seguro estás,
dame rayos a recibir,
dame ayes del ayer trunco,
tírame aguas de sal abiertas,
destellos con sabor a sangre,
señales de luz inversa por donde te pueda seguir,
están mis espejos vacíos,
secos,
y con los párpados abiertos a recibirlos,
tiéndeme un puente húmedo,
puro
en que también pueda rodar
y llegar al sitio del que no puedes salir
y salpicarte con algo de mi sangre aún con luz,
decir relámpagos
donde habría que decir palabras,
dolerme paralelo a tus huesos,
susurrar donde hay ayes
y hacer silencio oscuro
contigo a una sola voz.
  

De: Breviario de amor oscuro.



CONSTANTINO KAVAFIS



  
En la calle



Su simpático rostro un poco pálido
y los ojos castaños aún absortos.
Veinticinco años, aunque aparenta más bien veinte.
Algo le da en su atuendo vago aire de artista:
la corbata tal vez o la forma del cuello.
Marcha sin fin preciso por la calle
como aún poseído del placer ilegal,
del prohibido amor que acaba de ser suyo.


Versión de José Ángel Valente


OMAR SANTOS




Astuta quimera.



Entonces vive un prodigioso verdugo
que combate toda suficiencia,
que le ofrece noche y camposanto a la bondad;
Entonces, sabiendo que la sinceridad
renegó de sus capitanes, que el amoroso
empeño termina en la ciénaga,
y no hay labios para el origen,
y se borran banderas por el juramento,
mi reclamo se lo lleva esa mujer,
astuta quimera,
que al cerrar el claustro
deja los cardos en la palabra,
un interminable país para los tropiezos.



VICENTE GERBASI



  
Realidad de la noche



Una sombra de una almendra amarga
saboreo en medio del mundo.
Debajo de mis parpados se encierra el furor de la noche
y detrás de los días esta el rumor del mar contra las escolleras.
Mis sentidos resuenan en la bóveda del cráneo,
en la tiniebla cóncava de las luciérnagas.
Hay un derrumbe de la noche como carbón
en mi costado izquierdo
un espanto de agua.
Sombra de la arboledas venenosas, redondos follajes relucientes
refugio de los mendigos bajo los fuegos artificiales.
Sombras detrás de las ventanas,
sombra de la sábana, de la silla, de la lámpara.
sombra de los epilépticos, de los paralíticos, de los ciegos.
Sombra de las medicinas, de los relojes, de los sombreros.
He aquí mis manos moviendo lo cotidiano,
sostén mudo, simple convicción de la muerte.
Soy un testigo, desterrado en las avenidas crepusculares,
en los martes de carnaval,
con hijos que llegan a la rodilla.
Me persigue el presentimiento como una máscara nocturna.
caen estrellas en la llanura, al borde las ciudades.
Las manos que hacen el plan socavan la noche.
Las lámparas iluminan el pan.