miércoles, 18 de octubre de 2023


 

ANA ROMANO


 

Que la luna

 

 

Resplandece el oleaje

que la luna desnuda

ante la certidumbre

de la impermanencia.

 


ALEXIS ROMERO

 

 

  

La ley de lo triste

 



una ley
y atrás lo triste

 

el temblor del verbo
borrado
para que ocurra

 

y la mano allí
ruega preguntas

 

allí
donde la angustia
no es un verso de la belleza

 

ALFREDO HERRERA FLORES

 

  

 

Acerca de la palabra imán



 
Uso muchas veces las palabras soledad, nostalgia,
noche, mar, serenidad; las repito
y dibujo en cada línea que mi corazón me dicta
cuando la soledad me sumerge en la nostalgia.

 
Diría alguien que soy un hombre triste,
sombrío, inmerso en una rara serenidad,
como si todo el tiempo mirara al mar,
y tendría razón.
Otro alguien diría que soy un hombre feliz,
que disfruto esta calma que me da el tiempo y
los recuerdos de los que vivo, y tendría razón.

 
Pero nadie sabe que, digo en silencio, como una letanía,
la palabra imán, que la repito en un tono sin sentido,
que la uso todo el tiempo
para alejar aquellas otras que me hacen
un hombre triste y feliz.

 

EDUARDO MOGA

 


 

 

Poema II

 

 

¿Estoy muerto? Esta cólera vacía
que recorre los túmulos del cuerpo
¿es el florecimiento de las sombras
o lodo iluminado que profana,
como un frío corcel, la pubertad
de los signos? Este oro mutilado
que se deslíe irremisiblemente
hasta alcanzar la mácula del semen,
que perfora los nombres como a nubes
prohibidas, ¿son mis ojos acercándose
al acero? ¿son légamo urgente
como el tiempo? ¿o acaso oscuridad
matinal, detenida en la serena
tempestad de los labios, impregnada
de danza y de paciencia? Realmente,
¿estoy vivo? ¿Por qué aquí, en el eclipse
de las manos, renacen las ventanas
como un tenue diluvio? ¿Por qué siento
los errores del mar taraceándome
como insectos sin amor? ¿Por qué,
pese a la juventud del viento, hay cisnes
vacíos en la orilla de mi túnica?
¿Por qué se recrudece el agua pétrea
que habita en lo invisible, si aún no
sé mi nombre, si aún no he bautizado
la materia? Estoy solo, con los perros
de la respiración, con los espejos
devastados por hombres inaudibles,
oyendo la oquedad de los martillos,
las cóncavas espumas de la carne
que ya, ahogadamente, se refuta,
viendo morir los mástiles del yo
y cómo de su muerte ni siquiera brotan
exhaustas azucenas. Árboles
inexorables en el pecho, árboles
que se desnudan tenebrosamente
en las simas diurnas, que perviven,
en su habitáculo de orina y nieve,
como un rumor de huesos ablandándose.
Las pupilas intentan encontrar
su voz; humedecidas por el fuego
más oscuro, se extienden por las sábanas
como átomos callados. Pero ¿quién
las hirió? ¿quién reanudó su lluvia
horizontal, sus dunas atacadas
por lo perecedero? Ése que duerme
a mi lado ¿soy yo? Y quien mastica
mi podredumbre, ¿es hombre o nunca?

 

DORI GÓMEZ

 


 

 

Haiku

 

Entre hoja verde

mariquitas andando

gotas brillando

JOAQUIN SABINA

  


 

El oro del Perú

 

Aunque convaleciente todavía,

del eclipse de laca de Corrientes,

ya no llevo un cuchillo entre los dientes,

te echo menos de menos cada día.

 

Te debo aún, tiro porque me tocas

los cojones, dos tangos atorrantes;

de tu boca aprendí que sobran bocas

dispuestas a besar a los cantantes.

 

Te felicito por el sonajero,

qué lindo rima con ya no te quiero,

sos la Evita Perón de la poesía.

 

A propósito, hablando de tesoro,

en el Perú las minas de oro,

en tu vagina de bisutería