"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 29 de julio de 2019
FLOR ALBA URIBE
Miedo
A veces pienso que tú y yo
es lo único que nos queda.
La gente se ha ido a la deriva buscando sus valores
extraviados,
cada espalda se ajusta, contra un muro eludiendo el saqueo
de la sombra,
y se palpan a tientas el costado, y ,preparan sus uñas
como espadas,
y rastrean sus venas pulso a pulso para saberse
vivos de repente.
Hay un viento que acosa toda llama, una ojera creciendo
en cada rama,
ya la espina se esconde de la rosa y la fe se ha exiliado
de sí misma.
Nadie inventa su vida sueño a sueño ni prepara taller
para el futuro,
cada quien recoge su cosecha y la traga de un golpe
o la destruye.
Fugitivos de todos los espejos donde aguarda el reverso
de la máscara,
acarrean ataúdes como cestos y vigilan la orilla
del sepulcro,
por si acaso la muerte los sorprende confirmando la farsa
de estar vivos.
A veces pienso que tú y yo
es lo único que nos queda.
La gente se ha ido a la deriva buscando sus valores
extraviados,
cada espalda se ajusta, contra un muro eludiendo el saqueo
de la sombra,
y se palpan a tientas el costado, y ,preparan sus uñas
como espadas,
y rastrean sus venas pulso a pulso para saberse
vivos de repente.
Hay un viento que acosa toda llama, una ojera creciendo
en cada rama,
ya la espina se esconde de la rosa y la fe se ha exiliado
de sí misma.
Nadie inventa su vida sueño a sueño ni prepara taller
para el futuro,
cada quien recoge su cosecha y la traga de un golpe
o la destruye.
Fugitivos de todos los espejos donde aguarda el reverso
de la máscara,
acarrean ataúdes como cestos y vigilan la orilla
del sepulcro,
por si acaso la muerte los sorprende confirmando la farsa
de estar vivos.
JULIA PRILUTZKY
Quiero
un amor de todos los instantes,
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.
Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.
Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:
aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.
Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.
Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:
aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.
LOUIS ARAGON
Palabras
de Henri Matisse
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Versión
de: Carlos López Narváez
LOUIS ELISABETH GLÜCK
No
yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
De: "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos
GUILLAUME APOLLINAIRE
Fotografía
Tu sonrisa me atrae como
Me atraería una flor
Fotografía tú eres el hongo oscuro
De la selva
Que es su belleza
Los blancos ahí están
Claro de luna
En un jardín pacífico
Lleno de aguas vivas y de jardineros endiablados
Fotografía tú eres el humo del ardor
Que es su belleza
Y hay en ti
Fotografía
Lánguidos tonos
Donde se oye
Una melopea
Fotografía tú eres la sombra
Del Sol
Que es su belleza.
Tu sonrisa me atrae como
Me atraería una flor
Fotografía tú eres el hongo oscuro
De la selva
Que es su belleza
Los blancos ahí están
Claro de luna
En un jardín pacífico
Lleno de aguas vivas y de jardineros endiablados
Fotografía tú eres el humo del ardor
Que es su belleza
Y hay en ti
Fotografía
Lánguidos tonos
Donde se oye
Una melopea
Fotografía tú eres la sombra
Del Sol
Que es su belleza.
FRANCISCO VILLAESPESA
Llamaron
quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será algún sueño- le dije-
que viene a alegrar tu alma?
a las puertas de la casa.
-¿Será algún sueño- le dije-
que viene a alegrar tu alma?
-¡Quizás!
-contestó riendo...
Su risa y su voz soñaban.
Volvieron a llamar quedo
a las puertas de la casa...
-¿Será el amor?-grité, pálido,
llenos los ojos de lágrimas...
-Acaso- dijo mirándome...
Su voz de pasión temblaba...
Llamaron quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será la Muerte? -le dije...
Ella no me dijo nada...
Y se quedó inmóvil, rígida,
sobre la blanca almohada,
las manos como la cera
y las mejillas muy pálidas.
Su risa y su voz soñaban.
Volvieron a llamar quedo
a las puertas de la casa...
-¿Será el amor?-grité, pálido,
llenos los ojos de lágrimas...
-Acaso- dijo mirándome...
Su voz de pasión temblaba...
Llamaron quedo, muy quedo,
a las puertas de la casa.
-¿Será la Muerte? -le dije...
Ella no me dijo nada...
Y se quedó inmóvil, rígida,
sobre la blanca almohada,
las manos como la cera
y las mejillas muy pálidas.
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