martes, 8 de marzo de 2016


ARLETTE LUÉVANO




La respiración que continúa
no es más que el miedo a la muerte.


ROBERTO CARRIL




Retrato de familia



Instantánea de afortunados,
tiempo de soñar con el errante
buscar sobre un cetáceo ese mundo feliz,
tu imaginación busca los claros para el descanso,
quizás el último viaje.



JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO



  

La visita



Pasada la hora de las ignominias
los viejos apagaron con tierra las fogatas
las mujeres y niños recogieron las tiendas
los hombres empuñaron el fusil.

La ruta del desierto fue muy dura:
se abrieron paso a tiros en medio de la noche
para no ser esclavos para no ser vendidos
igual que reses en su propio hogar.

Hoy con su pueblo a salvo los guerreros
han vuelto al territorio de la casa invadida
y el enemigo sabe que si alcanza un momento
a ver sus rostros es que va a morir.

¡Oh tú que me censuras pues no escribo
de dioses y me exalto por cosas de la tierra !
conoce a estos hombres: como los inmortales
luchan ardiendo por su libertad.
  

HÉCTOR DE PAZ



  
(ahora duermes)



yo me desvelo
con tu imagen acunada
en mis párpados insomnes.


De: Ahogada lumbre la sangre 



JOSÉ LEZAMA LIMA




Ya yo sabía



Como un ala perdida
-era la noche intensa por mil voces herida-
apareciste ¡ya yo sabía que alguna noche
se rompería el ala sobre la frente herida!

En la mañana
-idéntico rebrillar en el oro tendido,-
tu cabellera era pura mañana,
en el hondo temblor de las luces.
¿Hay espejo que copie cabellera
teñida por el oro de la mañana, chorro de mañana?

Me empapé de ti,
todo envuelto en el aro
de tu oro dúctil
-oro y brazalete-. Todo
era oro en la pura mañana.

¡Ya yo sabía que alguna noche
se rompería el ala sobre la frente herida!




ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ




Porque ya mis tristezas son como los matices...



Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como en antes el pájaro y la estrella
-el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió-,

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca...