domingo, 5 de enero de 2020


MASAOKA SHIKI





La alondra cantando
ondula
las nubes.


De: “A campo traviesa”


RAFAEL COURTOISIE





Mujeres



          Algunas mujeres se consuelan con dedos que arrancan de las estatuas.
          Un lago tibio les crece entre las piernas y en el fondo del lago
colean pececillos y se escurre en lo profundo su rojez partida en dos.
El pulpo, como una estrella blanda sumergida, recibe al anular y provoca
una estampida de puntas de peces y arenas del temblor que desmoronan.
          Las mujeres acaban exhaustas y en los lúbricos dedos de mármol,
brillantes de humedad del lago, se entibian y boquean, hasta morir,
algunos pececillos adheridos.


De: "Umbría"


FRIEDRICH SCHILLER





Amor y apetito



Muy bien dicho, Schlosser: se ama
lo propio; y si no se tiene
se apetece. El alma rica
ama, la pobre apetece.


Versión de J. L. Estelrich


JUAN CARLOS SUÑEN





25



Está mirando a todas las mamás, y a esa
niña mayor y ya no tan segura
de que todo el amor le pertenezca, y lee
de reojo a un poeta
alemán (cierra su libro,
y deja el pensamiento en ese charco
donde beben los perros, y los niños
se mojan los zapatos, pero acusa
la presunción del sol, esa punzada
viva del mediodía, ese pequeño
dardo sin enemigo ni deseo).


De: "La prisa"


ALFRED TENNYSON





Cuando baña mi lecho luz de luna...



Cuando baña mi lecho luz de luna,
bien sé que en el lugar de tu reposo,
junto al agua anchurosa de poniente,
derrámase una gloria en las murallas:

entre las sombras surge tu mármol reluciente,
al deslizarse, lenta, una llama de plata,
aclarando las letras de tu nombre,
la cifra de tus años.

El místico esplendor flota y se aleja:
en mi lecho se apagan las luces de la luna
y, cerrando los ojos fatigados,
duermo hasta que el crepúsculo se sumerge en sus grises;

y entonces sé que ya la bruma flota,
como velo traslúcido, de ribera a ribera,
y en el oscuro templo, al modo de un espíritu,
centellea tu lápida a la aurora.


Versión de Màrie Manent

GERARD MANLEY HOPKINS





Que la naturaleza es un fuego heraclíteo
y del consuelo de la resurrección



Hongo de nube, borlas rotas, edredones al vuelo destacan,
    luego dan caza por una
Avenida de aire: algaravilleros del cielo, en bandas alegres
    pululan; brillan en marcha.
Por áspero, por fulgente encalado, en cada sitio donde un
    olmo arquea,
Luzlascas y sombravío en largos látigos bordan, lancean
    y copulan.
En delicia el vívido viento ruidoso laza, lucha, golpea la tierra
    y la desnuda
De los pliegues de otrora tempestad; en charco y surco
    el fango seca
Disipando rezumo en aplastada pasta, costra, polvo;
    restaña, restaura
Escuadras de máscaras y señas humanas encenagadas
    laboran,
Presos los pies ahí. Atizada por doquier, la hoguera
    de natura arde aún.
Pero extingue su más dulce, más amada, su más clara chispa
    de ser
Hombre, ¡cuán pronto se va su mella de llama, su marca
    en la mente!
Ambas en impenetrable, todo en enorme oscuridad
Ahogado. ¡Oh piedad e indignación! Forma humana, que
    brillaba
Pura y lejos, disyuntiva, una estrella, la muerte la borra en
    negrura; ninguna huella
                   De las suyas es tan cierta
Que no la nuble lo vasto y el tiempo la allane. ¡Basta ya!
    ¡la Resurrección,
Clarín de sangre! Acabe el estertor del dolor, día sin gozo,
    desaliento.
                   Brillante cruza mi puente de náufrago
Un haz, un rayo eterno. Desváyase la carne y la basura
    mortal
Caiga al gusano residuario; incendio del mundo reduzca
    a ceniza:
                    En destello, en querella de trompeta,
Soy de súbito lo que Cristo es, pues él fue lo que soy, y
Este triste, chiste, trozo de teja, remiendo, cerillo quemado,
    diamante inmortal,
                   Es diamante inmortal.


Dublín, 26 de julio de 1888