"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 6 de junio de 2018
OSCAR STEIMBERG
Soneto de la culpa
Nunca me des,
Retórica, metáforas.
Bernardo
Schiavetta
Que se
oiga el verso torpe que me digo,
el
pensamiento inútil con que muero:
yo no
sé ser poeta cuando quiero.
Ni amar
a la mujer. Ni ser amigo.
Con la
vida no pude hablar sincero.
Y en la
batalla me quedé en testigo:
yo no
quise matar al enemigo;
yo no
supe cuidar al compañero.
Y es
fingido este llanto con que sigo,
y este
metro forzado en que me esmero,
y esta
rima pueril con que desdigo
el solo
verso donde me dí entero:
yo no
sé ser poeta cuando quiero.
Ni amar
a la mujer. Ni ser amigo.
De: “Figuración de Gabino Betinotti”
ANDRÉS TRAPIELLO
Por si un día
quedaras...
Por si un día quedaras
del lado de la noche,
en su fría frontera un no sé qué
esperando del horizonte vasto,
yo recuerdo tu voz
limpia como una almendra
y ese cantar con distraído acento
y todo cuanto ardía sin que tú lo supieses.
Como pasa la luz por una copa
de Oporto, así acaba la tarde.
Si algo deseara ahora,
que fueran como semillas que arraigaran seguras
estas pocas palabras. Como grana
de salvia que en cada primavera
llevase sus raíces, un poco más allá,
a donde cierra tus párpados
de eternidad la tierra.
Por si un día quedaras
del lado de la noche,
en su fría frontera un no sé qué
esperando del horizonte vasto,
yo recuerdo tu voz
limpia como una almendra
y ese cantar con distraído acento
y todo cuanto ardía sin que tú lo supieses.
Como pasa la luz por una copa
de Oporto, así acaba la tarde.
Si algo deseara ahora,
que fueran como semillas que arraigaran seguras
estas pocas palabras. Como grana
de salvia que en cada primavera
llevase sus raíces, un poco más allá,
a donde cierra tus párpados
de eternidad la tierra.
De: "La vida fácil"
PAUL CELAN
Oí decir que en el agua...
Oí decir que en el agua
hay una piedra y un círculo
y sobre el agua una palabra,
que pone el círculo en torno a la piedra.
Yo miré mi álamo descender hacia el agua,
miré cómo su brazo se alargó hacia la hondura,
miré sus raíces vueltas al cielo implorando noche.
Yo no corrí tras ellas,
sólo recogí del suelo esa migaja
que tiene de tu ojo la figura y la nobleza,
te quité del cuello la cadena de los dichos
y con ella adorné la mesa donde yace la migaja.
Y ya no vi más a mi álamo.
Oí decir que en el agua
hay una piedra y un círculo
y sobre el agua una palabra,
que pone el círculo en torno a la piedra.
Yo miré mi álamo descender hacia el agua,
miré cómo su brazo se alargó hacia la hondura,
miré sus raíces vueltas al cielo implorando noche.
Yo no corrí tras ellas,
sólo recogí del suelo esa migaja
que tiene de tu ojo la figura y la nobleza,
te quité del cuello la cadena de los dichos
y con ella adorné la mesa donde yace la migaja.
Y ya no vi más a mi álamo.
De: "Umbral en umbral"
Versión de Pablo Oyarzun
RUBÉN MÁRQUEZ MÁXIMO
VIII
En medio de una noche tibia
temblorosa
te escondes
no diría que te alejas
pero sí te vuelves aire.
De: “Poemas de mar y viento”
ANGEL CRUCHAGA
Acacia
Converso
con la acacia
que está florida como un mar de espuma.
¿Por qué, poeta, no me ven tus ojos
que ayer me presentían en el llanto?
Para no lastimarla es mi voz suave.
La miro ahora desde el fin del mundo,
desde el árbol primero de la tierra.
La miro ahora desde el alto día
en que se abrieron todos los retoños
en el arco del cielo resonante.
Vivo más allá del sufrimiento.
Hasta el amor se me trizó en los ojos,
y me vistió de lentas golondrinas.
Converso con la acacia
-racimo de marfil, vaso de lumbre-
y detrás de mis hombros amanece
el signo teologal de la esperanza
y hay un rumor de cera que desciende
de las dulces pestañas de las manos.
que está florida como un mar de espuma.
¿Por qué, poeta, no me ven tus ojos
que ayer me presentían en el llanto?
Para no lastimarla es mi voz suave.
La miro ahora desde el fin del mundo,
desde el árbol primero de la tierra.
La miro ahora desde el alto día
en que se abrieron todos los retoños
en el arco del cielo resonante.
Vivo más allá del sufrimiento.
Hasta el amor se me trizó en los ojos,
y me vistió de lentas golondrinas.
Converso con la acacia
-racimo de marfil, vaso de lumbre-
y detrás de mis hombros amanece
el signo teologal de la esperanza
y hay un rumor de cera que desciende
de las dulces pestañas de las manos.
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