jueves, 28 de noviembre de 2019


MARINA TSVETAIEVA





Poema

a Boris Pasternak



Dis-tancia: verstas, miliares...
Nos han dis-persado, des-ligado
Para quedar bien: tras-plantados
En la tierra, en dos extremidades

Dis-tancia: verstas, espacios...
Nos han desoldado, desplazado,
Desjuntados los brazos —dos crucifixiones,
No han sabido que eso era la fusión

Talentos y tendones anudados...
No desavenidos: deshonrados,
Desordenados...
         Muro y hoyo de arcilla.
Se nos ha apartado, como a dos águilas—
Conjuradas: verstas, espacios...
No descompuestos: desterrados.
En moradas perdidas del planeta
Depuestos — ¡dos huérfanos expulsados!

¿Qué mes de marzo, no, pero en qué fecha?
Nos ha deshecho, como un juego de cartas!



24 de marzo de 1925


JULIO TRUJILLO





Tango del miope



Soy miope incluso cuando gasto gafas,
porque olvidé el perímetro,
porque me quedo con el centro de un volumen.

Los empellones de la gente
me transportan,
y tan incierto es mi destino como un rostro lejano.

De cerca veo mejor,
pero mis ojos quieren la escritura
de los pájaros.

Mis ojos quieren de los árboles más altos
la nervadura de una hoja
transparente.

No sé por qué –y eso me angustia–
acudo siempre al mango del cuchillo,
nunca al filo.

Si al sol quería de niño dibujar
lo hacía representando
la inmediatez de un orbe acalorado.

Incluso con anteojos no distingo
la urdimbre de los días
que se acercan.

No puedo o no sé leer los argumentos
de una historia.
Soy un lector de actos.

Todos los días me desengaño un poco
al acercar frente a los ojos
algo que era mejor cuando era vago.



LUCILLE CLIFTON





adán pensando



ella
robada de mis huesos
es algo maravilloso
necesito hacer un túnel de regreso
dentro mío desesperadamente
para volver a conectar la costilla y la arcilla
y de nuevo ser otra vez

algunos necesitan estar en mí
debatiéndose en rugidos a través de mi
boca dentro de un nombre
esta creación es tan feroz
yo preferiría haber nacido



LÍBER FALCO





Última cita



Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
¡Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de los sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un atardecer de mar y olvido.


GEORG TRAKL




  
Salmo
 Para Karl Kraus



Hay una luz que el viento ha extinguido.
Hay una taberna que el borracho abandona al mediodía.
Hay un viñedo, quemado y negro, con hoyos llenos
de arañas.
Hay una habitación cuyas paredes con leche se han
blanqueado.
El loco ha muerto. Hay una isla en los Mares del Sur
Dispuesta para el Dios Sol. Siguen tocando los tambores.
Los hombres ejecutan danzas de guerra.
Las mujeres mecerán sus caderas en lianas y flores de
fuego
Mientras cante el mar. Oh, nuestro paraíso perdido.

Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Han enterrado al desconocido. Una lluvia delgada
comienza a caer.
El hijo de Pan surge bajo la forma de un campesino
Que duerme al mediodía sobre el asfalto incandescente.
Los vestiditos de las pequeñas de aquella granja son de una
pobreza desgarradora.
Hay habitaciones llenas de cuerdas y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo enceguecido.
En las ventanas del hospital se calientan los convalecientes.
Un barco de vapor lleva epidemias sangrientas por el
canal.
Una extraña hermana vuelve a aparecer en algún sueño
maligno.
Descansando en el follaje de avellana, ella juega con su
destino.
El estudiante, o tal vez un doble, la sigue, espiando desde
la ventana.
Tras él se yergue su hermano muerto, o bien él desciende
por la vieja y tortuosa escalera.
La figura de una joven novicia palidece en la oscuridad
de los castaños.
Cae la tarde en el jardín. Los murciélagos revolotean en
torno al claustro.
Los hijos del portero dejan de jugar y van en pos del oro
del cielo.
Los acordes finales de un cuarteto. Una pequeña ciega
corre temblando por el boulevard.
Y más tarde, su sombra trepa por los muros fríos, oculta
entre cuentos y santas leyendas.

Hay una barca vacía, abriéndose paso por la tarde en el
oscuro canal.
En la lobreguez del viejo asilo se desmoronan ruinas
humanas.
Unos huérfanos muertos yacen junto al muro del jardín.
Ángeles con las alas manchadas de fango salen de grises
habitaciones.
Caen gusanos desde sus párpados amarillentos.
El atrio de la iglesia, oscuro y en silencio, como en los
días de la infancia.
Vidas anteriores se deslizan por ahí con pies de plata,
Y las sombras de los malditos descienden a las aguas
quejumbrosas.
Dentro de su tumba, el mago blanco juega con unas
serpientes.

En silencio, se abren los dorados ojos de Dios sobre la
morada de las calaveras.



JORGE ENRIQUE ADOUM





El ahogado



El cuerpo que entregó el mar a la playa
me era moralmente conocido.
Ha venido cadáver hace tiempo,
quiero decir viviendo, desde otro
apellido.
Hacia dónde dónde
y, sobre todo, para qué.
Quién
es el muerto, el montón de lo sido,
N. N. sin dato ni aves tías
que convoquen a la Corte, picoteen
los bolsillos.
Haber visto sus ojos
boquiabiertos, muerto por desanclado,
porque bailaba el vals a duras penas,
haber muerto defendiendo una aritmética
justa en la que 3 × 9 no podían
ser sino solamente 25.

Haber venido a parar en tan morado
mi querido cadáver. Tan mío
que lo vi cuando me peinaba en el espejo
preguntándome cómo me ha ido.
No tan bien como a él, después de todo.

(La campana, cuando anuncia su llegada,
golpea con un pez triste de óxido.)


De: "Las ocupaciones nocturnas", en Los cuadernos de la tierra