viernes, 17 de junio de 2016


CÉSAR ANTONIO MOLINA




Dársena



Ella pedalea al borde de una dársena seca
recordando los versos de un examen suspenso.
En este puerto, cuando yo era tan joven,
las lanchas que zarpaban y regresaban
casi se tocaban en este mismo beso.
¿De dónde partió y a dónde llegó?
Ella pedalea y ya no está el espejo de agua
en donde mirar si se es digno de morir sin ser digno de la muerte.




AQUILINO DUQUE




Dialéctica



Somos la inmensa mayoría;
somos todos iguales y mediocres.
Tú, poeta, no olvides que eres masa;
canta en el coro y nunca se te ocurra
salir de formación o adelantarte,
que el que destaca es un insolidario
reo de lesa historia, y tú no debes
olvidar que nosotros olvidamos
piadosamente tus orígenes.
¿Que fuiste un precursor?
¿Que tu palabra precedió a la aurora?
Somos la luz, la eternidad es nuestra.
Vivimos en aurora permanente.
Limítate a cantarla y, si dudases
aún, ven y pregunta, que doctores
tiene la santa madre historia.
¿Qué soberbia es la tuya
de buscar la verdad por cuenta propia?
¿Quién eres tú, que no te basta
esta ración de luz que se te asigna?
Ten calma. Algunas veces la verdad
es históricamente inoportuna.
Es cuestión de aguardar algunos años,
algunos siglos como mucho,
¿y qué son unos siglos cuando piensas
en la paradisíaca eternidad
que ganarás con tu silencio?
Esgrime el arma que te damos
y asesina cadáveres,
momias propiciatorias,
que el mundo de hoy está bien hecho
pues obra nuestra es.
Ya no hay contradicciones:
en nuestra sociedad, sino dialéctica.
Somos progreso, libertad, justicia.
La Historia está de nuestra parte.
Todo aquél que no canta con nosotros
canta contra nosotros.
Este es el juego, si lo aceptas
te leeremos todos, pues en ti
fulgirá, espejo colectivo,
la elevación de nuestro pensamiento.
Si no lo aceptas, abre tu escritorio
oloroso a manzanas putrefactas
y saca esa pistola que despeja
las dudas de una vez y para siempre.
A florecer, rosal planificado.
Y tú, viola tricolor,
flor ojerosa, pensamiento viudo,
no hagas escenas de mal tono
sobre la tumba de ese desdichado
zángano de la superestructura,
de ese poeta anónimo
que no tuvo bastante
con perder las cadenas.



ANTONIO MACHADO




Huye del triste amor, amor pacato...



Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!


FABIÁN RIVERA



  
(Alumbramiento)
a mi madre



No tengo para darte más que palabras
y mi cuerpo que se debe a tus caricias.
Lleno mis manos con palabras
pues son lo único que sé,
el clavo y la madera con que armo
los cimientos que han de cobijarte.

Lleno mi boca con palabras
como una leche tibia,
agua en que lavaste
mi pequeño rostro tantas veces:
tu aire, susurrante,
pedía que me irguiera como un hombre,
y mis manos
mi boca –la mirada–,
mis brazos,
mis piernas,
mis plantas
y mi voz,
a ti se deben.

Me tienes a tu lado
aún en la distancia,
conservas el abrazo promisorio,
la caricia primera que me cura,
las palabras,
el consuelo de mi carne dolorida.

Te deseo como el sol ama en silencio
a quienes beben de su luz,
y estás aquí,
te descubro siempre
como el más alto tesoro de mis días.


Del libro: En aras del silencio



CINTIO VITIER




Ahora que empieza a caer, del cielo...
                                                                      A mi esposa



Ahora que empieza a caer, del cielo
de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,
profundo, estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz finísimo, grabando
una medida sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos
como ciervos bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho más terrible y precioso que el amor
que diariamente conocíamos,
ahora, mujer, ahora, destinada mía,
es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice únicamente así:

Te amo, lo mismo
en el día de hoy que en la eternidad,
en el cuerpo que en el alma,
y en el alma del cuerpo
y en el cuerpo del alma,
lo mismo en el dolor
que en la bienaventuranza,
para siempre.

 


JOSÉ ASUNCIÓN SILVA




Armonías
   A M. Valenzuela.



Cual la naturaleza
de la que forma parte y es fiel copia
el alma humana tiene ocultas fuerzas
silencios, luces, músicas y sombras.

Vagas nieblas también... las ilusiones
que el paisaje embellecen cuando brillan
y que desaparecen cuando asomas,
sol de la realidad que las disipas...

Y como en sucesión jamás turbada
todo nace en la tierra y todo muere,
en el mundo ideal de los espíritus
rigen eternas, semejantes leyes:

brotan sobre las tumbas de los muertos
las flores, mensajeras de alegría;
sobre la tumba de un amor llorado
brotan ensueños de tristeza mística.

Octubre 27 de 1882