martes, 27 de junio de 2017


MARCELO DANIEL FERRER







El mundo gira en la vereda de enfrente,
Produce vértigo verlo
Sentado
Aquí
Esperando.

Los paisajes se detienen por un rato
Miran con desparpajo
La ruina de mis ojos,
De mis labios.

Un sol y una luna madrugan
Uno con el día clareando
La otra, por las noches
Apenas alumbrando.

Los sonidos flotan solfeando
La melodía que el viento
Viene cantando
Murmullo ajeno
Voces que a otro están llamando.

Un pájaro retoza
Al amparo de una mata de barro.
Otros alejados.

En mi vereda,
Se porfían las cicatrices
Eternizándose en mi regazo...

Vulgares hastíos se confabulan
En audible
Remanso.




RAMÓN VALDEZ







La niña sentada a orillas del lago,
Leyendo poesía de su libro Azul,
Te muestra que todo no está tan cambiado,
Están los que sueñan lo mismo que tú.

Son los que leyendo de un mundo de ensueño,
Mundo de romance, reino del amor,
Sienten que ellos pueden también ser los dueños
De esos sentimientos que brinda el autor.

Sueñan ser amados como en la poesía,
Por seres perfectos de muy suave voz,
Que al hablar envuelven con la melodía
Que sólo se escucha cuando habla el amor.

La niña del lago levanta los ojos,
Viendo que la tarde ya casi pasó,
Leyendo poesía se le hizo tan corta,
Que dubitativa mira su reloj.

Con pena, suspiros, recoge sus sueños,
Los guarda entre hojas de su libro Azul,
Y por un sendero se nos va corriendo,
Ha vuelto este mundo, de tanta inquietud.


VICENTE HUIDOBRO





Te amo mujer de mi gran viaje



Te amo mujer de mi gran viaje
Como el mar ama al agua
Que lo hace existir
Y le da derecho a llamarse mar
Y a reflejar el cielo y la luna y las estrellas



MALENA DE MILI




Átame



Necesito que me impidas la salida
y tras mi espalda desnuda amarres tus brazos;
en este instante, créeme, necesito
más que nunca
tu sexo.

No intentes curarlas,
no las quieras limpiar,
mis heridas son antiguas,
mucho más antiguas que tú
y que yo.

Escóndeme esta noche,
por favor,
desde hace muchas generaciones
me persiguen las Furias
¡y estoy cansada de correr!

No importa que no puedas sanarme,
tan sólo acaricia mi pelo…
Quiero quedarme abrazada a tu pecho
soñando que me duermo.

Si protesto no me escuches,
pon cera en tus oídos o átate al mástil,
mira que ni yo me puedo resistir a mí.

Átame a mí, mejor,
a tu dosel,
me estoy volviendo
una experta en huidas
y comienzo a tener miedo
de mí misma



EDUARDO CARRANZA




Sueño de enero



Y soñé que el tejado se llenaba
de ángeles músicos.
Y soñé que subía por la Montaña
de la Maravilla.
Y soñé que llegaba a una ciudad dormida
entre hermosas palabras de amor.
Y soñé que dormía bajo un árbol
coronado de trinos y rocío.
Soñé que iba a caballo
con la espada desnuda del espíritu
y nacían en mi espalda dos alas llameantes.
Soñé que una persona me miraba y era
como tener el cielo estrellado en la palma de la mano.
Soñé que alguien, como en la leyenda
de San Julián Hospitalario, musitaba en mi oído:
Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Y soñé que volvía a ver con ojos puros
de niño-niño los ríos que atraviesan mis sueños.
Y soñé —cosa extraña— que era el Embajador
no sé si ante la reina Nefertiti
o ante la Primavera de Sandro Botticelli.
Soñé que despertaba.
Era primero de enero del año 1974.
Y no veía ni oía el Paraíso.




YANNIS RITSOS




Viento



Frente a la ventana, los grandes girasoles.
Sobre el camino sucio, polvo del caballo que pasa.
Ella de pie todavía esperando. Triste.
La luz reflejándose en su cara podría ser
de los girasoles aquellos; De repente
levanta los brazos, atrapa el viento,
se posesiona del sombrero de paja del jinete, lo aprieta
a su pecho,
entra y cierra la ventana.



De: “Testimonios B”