martes, 23 de junio de 2020


WANG WEI





Casa de madera de Damascos



Damascos rectos y ásperos cortados para hacer los tirantes
Fragantes juncos tejidos para hacer el techo
Tal vez las nubes se forman en estas vigas
Y van y hacen la lluvia entre los hombres.



STÉPHAN MALLARMÉ





El mal sino



Dominando el rebaño de la humanidad horrenda
mostraban las hirsutas melenas por momentos
los mendigos de azul, perdidos en la senda.
Su estandarte agitaban encenizados vientos
que en sí llevan del mar la divina hinchazón,
y en torno a ellos abrían grandes surcos sangrientos.
Retaban al Infierno, la frente ante el ciclón,
y viajaban sin pan, sin cayado y sin urnas,
chupando del amargo Ideal el limón.
Casi todos murieron en barrancas nocturnas,
embriagados de gozo al verse malheridos.
La Muerte les besó las frentes taciturnas.
Es ángel poderoso quien les tiene vencidos;
enrojece el ocaso de su espada el fulgor,
pero están sus espíritus por el orgullo henchidos.
Ayer amamantados de Ensueño, hoy el Dolor
les da el pecho. Al medir sus llantos voluptuosos
se levanta su madre, se arrodilla en su honor
el pueblo; les consuela el ser majestuosos.
Mas a sus pies están los hermanos que humilla
el martirio irrisorio de azares tortuosos.
Surca el salobre llanto su pálida mejilla
y tragan las cenizas con idéntico amor;
la suerte los enroda, burlesca y ramploncilla.
Pudieron conseguir a toque de tambor
de razas ojisainas falsa compasión tierna,
prometeos sin un buitre devorador.
Mas no; viejos, frecuentan desiertos sin cisterna;
caminan bajo el látigo de un espectro rabioso:
El Mal Sino. Sus mellas ríen si se prosterna
la gente; él trepa encima, jinete pegajoso,
y del torrente lleva al barrizal que enfanga
y cambia en sucio orate al nadador brioso.
Quien por tocar la propia bocina se remanga,
gracias a él se verá por rapaces befado,
que soplando en sus puños remeden su charanga.
Gracias a él, si quieren tentar un pecho ajado
con flores que consiguen encender la impureza
le nacerán babosas al ramo condenado.
Gusanera en su axila, y en su monda cabeza
lleva chapeo de plumas el esqueleto enano.
Es, para ellos, el colmo de la humana tristeza,
y si, zurrados, retan al perverso tirano,
su estoque rechinando sigue al rayo de luna
que bruñe la osamenta y la atraviesa en vano.
Sin el orgullo austero de la mala fortuna,
aunque quieren odiar, solo guardan rencor;
de la afrenta desdeñan tomar venganza alguna.
Y así, son el sarcasmo de cualquier rascador
de rabel, de los chicos, de la astrosa ralea
que con la andorga huera danza de buen humor.
Predican sabios vates vengadora pelea,
y sin saber su mal, al verles fracasados
les juzgan impotentes, les niegan toda idea:
«Pueden, sin recoger suspiros mendigados,
cual se encabrita el búfalo que aspira la tormenta,
saborear ahora males eternizados.»
«De incienso embriagaremos al Fuerte porque alienta
en lucha con los fieros serafines del Mal;
cada farsante de estos sin ropa roja intenta
detenernos.» Y escupen su desprecio mortal
al desnudo que implora, de inmensidad indigente.
Y estos Hamlets ahítos de zozobra jovial
a ahorcarse de un farol van ridículamente.


WALLACE STEVENS





Anécdota de la jarra



Coloqué una jarra que era redonda
Sobre una colina en Tenesí.
Hizo que la maleza silvestre
Rodeara esa colina.

La maleza subió hasta ella,
Y se tendió a su alrededor, ya no era silvestre.
La jarra era redonda sobre la tierra
Y alta y como un puerto en el aire.

Dominó por todos lados.
La jarra era sencilla y gris.
No dio ni pájaro ni arbusto,
Como nadie más en Tenesí.



MARIO LUZI





Senior



Para los viejos
todo es desmesurado.
Una lágrima en la hendidura
de la roca puede saciar
la sed cuando ya es tan escasa. Fin
y víspera del fin reclaman
poco, hablan en voz baja.
Pero ¿nosotros, en plena juventud,
en la hornaza de los tiempos? Piénsalo.



JULIO TRUJILLO





XI



Instante,
rayo,
momento de la proa,
las palabras engordan mientras ella,
la más esbelta,
va,
divide en dos a lo que fluye con qué filo,
qué tijera que sólo enseña el brillo.


De: “Proa”



ANDRÉ BRETON





Mundo en un beso



Mundo en un beso
El músico con baquetas de avellano cosidas en las mangas
Apacigua a un enjambre de jóvenes monos-leones
Que descendieron con gran estrépito de la cornisa
Todo se vuelve opaco veo pasar la carroza de la noche
Arrastrada por los ajolotes de zapatos azules
Que penetra resplandeciente por la violencia que conduce a la tumba
Pavimentada de párpados con sus pestañas
La ley del talión utiliza un pueblo de estrellas
Y tú te matizas para mí de un negro rocío
Mientras los horribles bornes mentales
Se hienden en el sentido de la longitud
Dando paso a unos penachos
Que miran al lago próximo
Los barrotes del espectáculo están maravillosamente retorcidos
Un largo huso de aire atestigua sólo la huida del hombre
De madrugada entre la ilustre alfalfa
La hora
Sólo es lo que hacen sonar las piezas de oro de la bohemia
En las aspas de coriaria
Una amazona de pie sobre un caballo tordo anaranjado al galope
Desde lejos los brazos están siempre en extensi6n lateral
El rombo polvoriento del forro me recuerda
La tienda decorada de bisontes azules
Por los indios de la almohada
Afuera el aire se prueba los guantes de muérdago
Sobre un mostrador de agua pura
Mundo en un beso limpio
Para mí las escamas
Las escamas de la gran tortuga celeste con vientre de hidrófilo
Que se debate cada noche en el amor
Con la gran tortuga negra la gigantesca escolopendra de raíces


Versión de Manuel Álvarez Ortega