lunes, 9 de diciembre de 2024


 

DANIEL ARELLA

 


 

Darkonia

 



La bestialidad de la máquina mastica tronos

traduce la voracidad con la embestida

la fuerza tragada por el demente vórtice

diamantino agónico espacio de vaciar las sienes

con la armadura gloriosa ampliando el Caos

r:_)e”·$v´)e=n?¿t*a¨/%n”ªd_·o el cielo

con cada rostro en espuma o fuego relinchando

contra los quebraderos

y las piernas rodando

con el clamor de las aspas

que enhebran los sexos de los escombros prístinos

en la fuga acudiendo a mi entrada

desflorando el glande

que aparezca en lo mío

con sus piernas      doradas  levantadas

y me muestra su sexo como droga recién cortada

con sonrisa insomne

y una rosa roja en el pelo      negro     ensortijado

reverdezco para decir el salmo

desde su silencio antiguo

la Darkonia, desnuda sobre la cama,

la esfinge del maquinal misterio

el delirio que se hace piedra por piedad de la luz

me esperabas

pero tú nombras el fuego sediento de tus manos

deleitándose en el ritmo pausado de las violetas

apaciguado por la curva que deletrean las estrellas del vientre

cueva dormida en su jaula de gema

sagrada de alabanza

infatigable arqueando la desnudez de los desiertos.

 

MARIO BENEDETTI

 

 

 

 

Como árboles

 


 

Quién hubiera dicho

que estos poemas de otros

iban a ser

míos

 

después de todo hay hombres que no fui

y sin embargo quise ser

si no por una vida al menos por un rato

o por un parpadeo

 

en cambio hay hombres que fui

y ya no soy ni puedo ser

y esto no siempre es un avance

 a veces es una tristeza

 

hay deseos profundos y nonatos

que prolongué como coordenadas

hay fantasías que me prometi

y desgraciadamente no he cumplido

y otras que me cumplí sin prometérmelas

 

hay rostros de verdad

que alumbraron mis fábulas

rostros que no vi más pero siguieron

vigilándome desde

 la letra en que los puse

 

hay fantasmas de carne otros de hueso

también hay los de lumbre y corazón

o sea cuerpos en pena almas en júbilo

que vi o toqué o simplemente puse

a secar

a vivir

a gozar

a morirse

pero además está lo que advertí de lejos

 

yo también escuché una paloma

que era de otros diluvios

yo también destrocé un paraíso

que era de otras infancias

yo también gemí un sueño

que era de otros amores

 

asi pues

desde este misterioso confín de la existencia

los otros me ampararon como árboles

con nidos o sin nidos

poco importa

no me dieron envidia sino frutos

 

esos otros están

aquí

 

sus poemas

son mentiras de a puño

son verdades piadosas

 

están aqui

rodeándome

juzgandome

con las pobres palabras que les di

 

hombres que miran tierra y cielo

a través de la niebla

o sin sus anteojos

también a mí me miran

con la pobre mirada que les di

 

son otros que están fuera de mi reino

claro

pero además

estoy en ellos

 

a veces tienen lo que nunca tuve

a veces aman lo que quise amar

a veces odian lo que estoy odiando

 

de pronto me parecen lejanos

tan remotos

que me dan vértigo y melancolía

y los veo minados por un duelo sin llanto

y otras veces en cambio

los presiento tan cerca

que miro por sus ojos

y toco por sus manos

y cuando odian me alegro de su rencor

y cuando aman me arrimo a su alegría

 

quién hubiera dicho

que estos poemas míos

iban a ser

de otros.

 

PABLO NERUDA

 


 

Bella

 



BELLA,

como en la piedra fresca

del manantial, el agua

abre un ancho relámpago de espuma,

así es la sonrisa en tu rostro,

bella.

 

 

Bella,

de finas manos y delgados pies

como un caballito de plata,

andando, flor del mundo,

así te veo,

bella.

 

 

Bella,

con un nido de cobre enmarañado

en tu cabeza, un nido

color de miel sombría

donde mi corazón arde y reposa,

bella.

 

 

Bella,

no te caben los ojos en la cara,

no te caben los ojos en la tierra.

Hay países, hay ríos

en tus ojos,

mi patria está en tus ojos,

yo camino por ellos,

ellos dan luz al mundo

por donde yo camino,

bella.

 

 

Bella,

tus senos son como dos panes hechos

de tierra cereal y luna de oro,

bella.

 

 

Bella,

tu cintura

la hizo mi brazo como un río cuando

pasó mil años por tu dulce cuerpo,

bella.

 

 

Bella,

no hay nada como tus caderas,

tal vez la tierra tiene

en algún sitio oculto

la curva y el aroma de tu cuerpo,

tal vez en algún sitio,

bella.

 

 

Bella, mi bella,

tu voz, tu piel, tus uñas

bella, mi bella,

tu ser, tu luz, tu sombra,

bella,

todo eso es mío, bella,

todo eso es mío, mía,

cuando andas o reposas,

cuando cantas o duermes,

cuando sufres o sueñas,

siempre,

cuando estás cerca o lejos,

siempre,

eres mía, mi bella,

siempre.

 

 

SANDRO COHEN

 

 

 

 

Y si no me bendices con tus garras…

 



Y si no me bendices con tus garras

de terciopelo, dientes que me inventan

con cada trozo de mi carne, dura

en el altar perfecto de tu boca;

si no me abrazas, con tu muerte líquida,

la lisa superficie de mi sangre

a presión entre el vaso y sus esclusas,

la leche que no encuentra la salida,

la tinta que renuncia a los azules,

el agua que se priva de su sangre…

si no me vienes a erigir tu esclavo,

el que limpia tus botas con saliva

de sereno candente, que recorre

la lengua por tus piernas enlodadas

para probar la gloria de tu infierno;

si no te hincas como diosa virgen

y vencida a mis pies que, victoriosos,

pisan tu pecho inflado de miradas

que cualquiera te ha puesto sin pensar;

si no eres luz y oscuridad tejidas,

un solo torbellino de fracaso

triunfante entre los brazos más desnudos

de un cuarto desvalido, que amanece

solo por el calor de nuestros cuerpos;

no soy nada, ni el blanco de la sombra

que dejas al pasar por una calle

o el mismo cielo donde naufragamos

tantas veces, felices, en tinieblas.

 

 

JAIME SABINES

 

 

  

Casida de la tentadora

 


Todos te desean pero ninguno te ama.
Nadie puede quererte, serpiente,
porque no tienes amor,
porque estás seca como la paja seca
y no das fruto.
Tienes el alma como la piel de los viejos.
Resígnate. No puedes hacer más
sino encender las manos de los hombres
y seducirlos con las promesas de tu cuerpo.
Alégrate. En esa profesión del deseo
nadie como tú para simular inocencia
y para hechizar con tus ojos inmensos.

 

 

GABRIELA MISTRAL

 

  

 

Desolación

 


La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.