Y si no me bendices con tus garras…
Y si
no me bendices con tus garras
de
terciopelo, dientes que me inventan
con
cada trozo de mi carne, dura
en
el altar perfecto de tu boca;
si
no me abrazas, con tu muerte líquida,
la
lisa superficie de mi sangre
a
presión entre el vaso y sus esclusas,
la
leche que no encuentra la salida,
la
tinta que renuncia a los azules,
el
agua que se priva de su sangre…
si
no me vienes a erigir tu esclavo,
el
que limpia tus botas con saliva
de
sereno candente, que recorre
la
lengua por tus piernas enlodadas
para
probar la gloria de tu infierno;
si
no te hincas como diosa virgen
y
vencida a mis pies que, victoriosos,
pisan
tu pecho inflado de miradas
que cualquiera
te ha puesto sin pensar;
si
no eres luz y oscuridad tejidas,
un
solo torbellino de fracaso
triunfante
entre los brazos más desnudos
de
un cuarto desvalido, que amanece
solo
por el calor de nuestros cuerpos;
no
soy nada, ni el blanco de la sombra
que
dejas al pasar por una calle
o el
mismo cielo donde naufragamos
tantas
veces, felices, en tinieblas.
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