domingo, 11 de enero de 2015

JORGE LUIS BORGES


 
III

 

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el fin, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá quien fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.

 

 

SALVADOR NOVO

 

XV
 

Me dije: "Ya por fin la vida mía
el objeto encontró de su ternura;
es él quien llenará con su dulzura
para todos los siglos mi alegría".

Pero un año pasó desde aquel día;
monótona tornóse mí ventura,
y vi junto a su carne prematura
huerto en sazón que mieles ofrecía.

Déjame en mi camino. Por fortuna
ni el Código Civil ha de obligarte
ni tuvimos familia inoportuna.

El tiempo ha de ayudarme a subsanarte.
Nada en mí te recuerda —salvo una
leve amplitud mayor— en cierta parte.

 

 

FEDERICO GARCÍA LORCA

 

El poeta habla por teléfono con el amor
 


Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.

Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.

Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.

Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!

 

 

ANTONIO GALA



Sonetos de la Zubia. Nº 28
 

Ya yo me voy y tu promesa llevo
como quien agua en unas redes lleva,
que no es aquí ninguna traición nueva
y ningún juramento es aquí nuevo.

No sé por qué razón otra vez pruebo
a darte fe, si soy la viva prueba
de que en ti la mentira se renueva
igual que en el amor yo me renuevo.

Caerá el otoño sobre los frutales;
caerá al lagar el mosto desangrado
y en el campo las lluvias iniciales.

Caerá diciembre y me hallará cansado
de esperar, a destiempo, los rosales
que me ofreciste un día ya olvidado.

 

 

GABRIELA MISTRAL


 

Los sonetos de la muerte

 
I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!


 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO

 

Quédate

 

Oigo sordo fragor de cristalera
en el fondo nocturno de tu ausencia,
como si el alma, ciega en su inocencia,
diera un traspiés mortal en la escalera.

Hoy tus brazos no son la enredadera
trenzadora de firme dependencia;
son otoño grisáceo que silencia
lo que bullicio fue de primavera.

Nubes rotas, estrellas apagadas,
y un dolor, asesino a dentelladas,
interponiendo angustia entre los dos.

Tú, que fuiste requiebro en mis auroras,
tú, que tal vez si lloro, también lloras,
quédate en mí, no digas aún adios.