sábado, 22 de marzo de 2014

JOSÉ HIERRO



Plaza sola


Qué sosiego volver,
hablarte,
abrazarte con mis miradas,
besarte la boca de tiempo
dónde el polvo seca la lágrima,
qué descanso poner mi oído
sobre tu madera encantada,
apurar las gotas de música
de la caja de tu guitarra,
recordar, preguntar,
soñar ahora que nada importa nada.



SALVADOR RUEDA



La sandía


Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.



MIGUEL DE UNAMUNO Y JUGO







Este buitre voraz de ceño torvo
Que me devora las entrañas fiero
Y es mi único constante compañero
Labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
Apurar de mi negra sangre, quiero
Que me dejéis con él solo y señero
Un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
Mientras él mi último despojo traga,
Sorprender en sus ojos la sombría
Mirada al ver la suerte que le amaga
Sin esta presa en que satisfacía
El hambre atroz que nunca se le apaga.


JOSÉ ZORRILLA Y MORAL

  




Oigo al pie de mi balcón
Vuestra gentil serenata.
¡Cuánto es a mi oído grata!
¡Cuán grata a mi corazón!

Pusieron hondos pesares
Entre Castilla y yo el mar,
Y a Castilla al regresar
Me recibís con cantares.

¡Dios os dé tanto placer
Como con ellos me dais!
Si un día en España dejáis,
Como a mí os haga volver.

Temí que mi corazón
Se hubiera insensible hecho,
Pero palpita en mi pecho
De vuestra música al son.

Y pues le hace ella latir
Después de tanto pesar,
Tal serenata a pagar
Debe el corazón salir.

¡Gracias, pueblo burgalés!
En cambio de la canción
Que envías a mi balcón,
Los versos echo a tus pies.

No extrañes si en el hogar
Do entre lágrimas me hospedo,
Tu serenata no puedo
Con gayos versos pagar.

Págote con éstos, pues;
Mas nunca olvides que son,
Tan pobres como los ves,
Hechos con el corazón.



PEDRO SALINAS




Agua en la noche, serpiente indecisa




Agua en la noche, serpiente indecisa,
Silbo menor y rumbo ignorado:
¿Qué día nieve, qué día mar? Dime.
¿Qué día nube, eco
De ti y cauce seco?
Dime.
No lo diré: entre tus labios me tienes,
Beso te doy, pero no claridades.
Que compasiones nocturnas te basten
Y lo demás a las sombras
Déjaselo, porque yo he sido hecha
Para la sed de los labios que nunca preguntan.

EMILIO PRADOS




Tan blanca



Tan blanca, sin figura,
ya tu mano levanta
la esquina de mi sueño...
¿Por dónde va tu carne?
¡Qué huida!:
Monte, luz, aire...
Mas tu mano en mi sueño:
¡qué rama baja el cielo!...
Este brazo tan largo
me va a unir con tu alma.

¡Qué alamedas de sangre
para entrar en tu cuerpo!
Tus dedos -¡qué raíces!-,
me clavan, me desclavan
-¡qué alegría!-; me llevan,
me desencarnan vivo,
me meten por tus venas,
me arrastran, suben, suben
por dentro de ti -fuera-:
sangre, monte, luz, aire...
¡Qué alegría! ¡Qué huida
arriba, arriba, arriba...

-¿Adónde?-
Adónde vuelas,
arriba adónde escapas;
por dónde va tu carne
sin vista ya y sin tacto;
sin calor, viva, pura,
eternidad latiendo
cielo ya toda y árbol.