"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 2 de abril de 2016
FEDERICO GARCÍA LORCA
Lluvia
La
lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo
de soñolencia resignada y amable.
Una
música humilde se despierta con ella
que
hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un
besar azul que recibe la Tierra,
el
mito primitivo que vuelve a realizarse.
El
contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con
una mansedumbre de atardecer constante.
Es la
aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos
unge de espíritu santo de los mares.
La
que derrama vida sobre las sementeras
y en
el alma tristeza de lo que no se sabe.
La
nostalgia terrible de una vida perdida,
el
fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la
ilusión inquieta de un mañana imposible
con
la inquietud cercana del dolor de la carne.
El
amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro
cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero
nuestro optimismo se convierte en tristeza,
al
contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son
las gotas ojos de infinito que miran
al
infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada
gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le
dejan divinas heridas de diamante.
Son
poetas del agua que han visto y que meditan
lo
que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh
lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia
mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia
buena y pacifica que eres la verdadera,
la
que amorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh
lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas
de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando
sobre los campos desciendes lentamente
las
rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El
canto primitivo que dices al silencio
y la
historia sonora que cuentas al ramaje
los
comenta llorando mi corazón desierto
en un
negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi
alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza
resignada de cosa irrealizable.
Tengo
en el horizonte un lucero encendido
y el
corazón me impide que corra a contemplarle.
¡Oh
lluvia silenciosa que los árboles aman
y
eres sobre el piano dulzura emocionante.
Das
al alma las mismas nieblas y resonancias
que
pones en el alma dormida del paisaje!
Enero de 1919. (Granada.)
RUBÉN DARÍO
El
ala del cuervo
A
Pedro Ortiz
I
—EA,
apretad esas cinchas
y
apercibid los overos;
y que
ya tasquen los potros
el
bocado de los frenos.
Preparad
las jabalinas,
poned
traílla a los perros;
sonad
las trompas de caza
y
azores llevad dispuestos.
¿Ya
estáis listos? Pues aprisa,
vamos
al bosque siniestro—.
II
Quien
tal dice es un altivo,
noble
y alto caballero
que,
con sus alrededores,
tiene
la comarca en feudo.
Es
don Pedro de Almendares,
el
infanzón altanero
a
quien, por lo valeroso,
ninguno
venció en el duelo.
El
que ha astillado sus lanzas
en
las justas y torneos,
siempre
sereno y triunfante
sin
temores ni recelos.
III
Es
Violante una doncella,
con
unos ojos muy negros,
con
unos oscuros rizos
que
cuando le caen sueltos
por
la garganta blanquísima,
por
la espalda y por el seno,
fingen
en fondo de mármol
mallas
finísimas de ébano.
Don
Pedro adora a Violante
y
Violante ama a don Pedro;
y
ambos gozan en deliquios
de
ardorosos embelesos.
IV
Pero
Violante la hermosa
se
enciende en llamas de celos
sin
que nada de sus ansias
pueda
aminorar el fuego.
La
linda Violante busca
para
sus males remedio,
y a
nigromante interroga
contándole
sus secretos.
El
nigromante medita;
y
luego, fruncido el ceño,
busca
en yerbas misteriosas
filtros;
y ve los luceros;
y en
cabalísticos signos
quiere
hallar el verdadero
modo
de que sus retortas
puedan
curar aquel pecho.
Por
fin, después de lograr
descifrar
aquel misterio,
y ya
encontrada la clave
del
enigma, dijo luego
a
Violante: —Que el que os ama
os
traiga el ala de un cuervo;
y con
el oscuro copo
del
suave plumaje negro,
podréis
curar la dolencia
llevándole
junto al pecho—.
V
Por
eso va en su corcel
el
valeroso don Pedro,
y con
sus gentes al bosque
con
jaurías y pertrechos.
Ése
es el bosque maldito,
ése
es el bosque siniestro,
del
que mil supersticiones
andan
en boca del pueblo.
Con
temor van caminando
ojeadores
y monteros,
que a
ese bosque nunca llegan
porque
les ataja el miedo.
—Don
Pedro, el bosque es terrible—.
Don
Pedro se ríe de eso;
que
no teme ese hijodalgo
ni a
los vivos ni a los muertos.
—Ese
bosque está maldito—.
—No
importa —dice don Pedro.
Y
siguen andando, andando,
y ya
están del bosque dentro;
y ya
los toques de caza
repiten
sonoros cuernos
y van
los genios del aire
desparramando
los ecos.
Don
Pedro no busca fieras
ni
sigue la pista a ciervos,
ni a
cerdosos jabalíes:
él
busca un nido de cuervos.
VI
Iba
la noche empezando;
el
día iba oscureciendo;
cuando
en un árbol robusto
medio
destroncado y seco,
graznó
un cuervo enorme echado
en
unos grietosos huecos;
sus
ojos fosforescentes,
su
corvo pico entreabierto.
VII
Don
Pedro fuese hacia él
afanoso
ya y contento;
puso
en comba un arco entonces,
y
disparó... cuando el cuervo
como
una flecha veloz
voló
donde el caballero;
hincó
en los hombros robustos
sus
largas uñas de acero,
y con
picotazos rápidos
le
sacó los ojos negros...
Don
Pedro dio un hondo grito,
mas
mató el pájaro; y luego
le
sacaron aterrados
servidores
y pecheros
de
aquel lugar tenebroso,
de en
medio el bosque siniestro.
Fue
al castillo de Violante
con
un ala entre sus dedos,
del
pájaro, y a la hermosa
le
dijo: —Mira, estoy ciego;
por
ti he perdido mis ojos
ángel
de mis dulces sueños. ..
yo
llegué al bosque maldito
y me
castigó el infierno—.
VIII
La
niña miróle entonces
y le
dijo: —Buen mancebo,
yo ya
no puedo quererte:
primero,
porque eres ciego;
y
después porque el de Alcántara,
noble
señor extranjero,
pidió
a mi padre mi mano
y nos
casamos hoy mesmo—.
Dio
un grito de horror terrible
y
tornado loco, el ciego,
en
carrera desatada
fue
tropezando y cayendo
por
los bosques; y apretando
contra
el dolorido pecho,
entre
los puños crispados
la
espantosa ala del cuervo.
[2 de junio de 1885]
CONCHA LAGOS
Quiero mirar estatuas
Iremos
por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.
Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.
Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.
Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.
Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.
UMBERTO SENEGAL
Vigilaremos…
al zombi que reparte brújulas
perfumadas de sándalo, a serpientes
cascabel que adornan las gargantas
de bebés dormidos.
“Sus ojos están acechando al desvalido;
acecha en oculto como el león
desde su cueva”.
CONSTANTINO KAVAFIS
Lejos
Quisiera este recuerdo decirlo...
Pero de tal modo se ha borrado... como que nada queda
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín...
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto...?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules...
Ah sí, azules: un azul de zafiro.
Quisiera este recuerdo decirlo...
Pero de tal modo se ha borrado... como que nada queda
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín...
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto...?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules...
Ah sí, azules: un azul de zafiro.
Versión de Miguel Castillo Didier
LUIS SEVILLA
Invierno
V
“Cómo
brilla la noche
En medio de la tempestad
Que ha abierto grietas
En los toldos de las azoteas.
Cómo grita el viento
Que golpea los ladrillos
Con graffitis invisibles
Que hablan de amor gastado.
Se dibujan besos muertos,
Se desdibujan ropas gastadas,
Esperas que ya no existen,
Desnudez gélida y ya lejana.
Eres igual que un mar invisible
Que arremete contra rocas milenarias.
A la luz de una vela
Te escribo, te pienso, recuerdos,
Toda mi alma te llama, reclamándote,
Sabiendo que ya no escuchas
Sabiendo que ya no estás.
Eres igual que noches brillantes
Que me sonríen un noviembre pasado.
Ojalá hubiera sabido
Detener el grito que agita
Esta noche de nubes voraces
Que pasan y desaparecen.
Ojalá hubiese podido ser mar
Agua que se levanta titánica
Que arrasa contra rocas milenarias
En vez de hacerlo contra ti.
Que noche tan inmensa,
Se mueve la hierba del parque.
Escribo esta noche de invierno
Todo el amor que ya no confieso.
El dolor alumbra con velas la ciudad,
Frontera desde mi ventana,
Luces parpadeantes, memorias y lágrimas,
Lluvia agitada que golpea invisible
Mi alma confusa que aún te añora”.
En medio de la tempestad
Que ha abierto grietas
En los toldos de las azoteas.
Cómo grita el viento
Que golpea los ladrillos
Con graffitis invisibles
Que hablan de amor gastado.
Se dibujan besos muertos,
Se desdibujan ropas gastadas,
Esperas que ya no existen,
Desnudez gélida y ya lejana.
Eres igual que un mar invisible
Que arremete contra rocas milenarias.
A la luz de una vela
Te escribo, te pienso, recuerdos,
Toda mi alma te llama, reclamándote,
Sabiendo que ya no escuchas
Sabiendo que ya no estás.
Eres igual que noches brillantes
Que me sonríen un noviembre pasado.
Ojalá hubiera sabido
Detener el grito que agita
Esta noche de nubes voraces
Que pasan y desaparecen.
Ojalá hubiese podido ser mar
Agua que se levanta titánica
Que arrasa contra rocas milenarias
En vez de hacerlo contra ti.
Que noche tan inmensa,
Se mueve la hierba del parque.
Escribo esta noche de invierno
Todo el amor que ya no confieso.
El dolor alumbra con velas la ciudad,
Frontera desde mi ventana,
Luces parpadeantes, memorias y lágrimas,
Lluvia agitada que golpea invisible
Mi alma confusa que aún te añora”.
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