jueves, 23 de junio de 2016

 

CÉSAR ANTONIO MOLINA




Palomar



El cielo semejante al canoso mar.
Hojas y ramas combándose al peso del fruto.
Reverdecen los árboles que jamás serán cetro.
Los cardos en luna creciente van sembrándose.
Las cepas dañadas por la azada curan.
El húmedo soplo de los vientos
trae recuerdos.
¡Calla! ¡Reténlos! ¡No preguntes!
El agua perenne de los lavaderos
salpica el velludo corazón.
Todo brilla tierno y verdecido.
Las almas no dan sombra.
Las antorchas y velas,
cuando no las dejan extinguirse por sí mismas,
emiten un sonido como el de un animal sacrificado.
Siempre sobre la mesa queda algo.
El espejo quiebra la imagen de una nube.
En el palomar,
todo blanco y pulido,
entran y salen mensajeras
protegidas por sogas y correas de ahorcados.
El caballo semejante a la noche salada.

Cuanto cogimos lo dejamos.
Cuanto no cogimos nos lo llevamos.



AQUILINO DUQUE



  
Una niña aprende a nadar



Un rayito de sol, una fruta de oro,
una niña de agua ha caído en la alberca.
Vacío, el salvavidas
es un cero a la izquierda.
La niña nada sola.
Nadie ni nada la sujeta.
Sonríe con los ojos entornados
alza triunfante la cabeza,
y nada, nada,nada por el agua
que riega los naranjos de la huerta.


(El invisible anillo)


ANTONIO MACHADO




Llamó a mi corazón, un claro día...



Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya, todas han muerto.
-Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó...Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?




FABIÁN RIVERA




(una gota parla sobre el ojo demolido)



Pido perdón por omitirte
por no buscar para tu ausencia una respuesta.
Pido perdón por el momento
en que anunciaste tu partida
y mis lágrimas fueron para ti
una ofrenda sin sentido,
no ya el recuerdo último
antes que partieras.
Ahora sólo tengo para mí
lo que me falta,
tu aire que sostengo,
tus ojos que no callan,
lo último de mí que desea respirarte
como la tierra que en su abrazo
secular te toma:
tomo tus labios derrumbados,
tu ausencia derramada entre los cirios
que desean honrarte y no lo logran.

Qué porción de paraíso nos espera,
pues cada quien acoge el suyo y lo atesora.

Yo muero como tú,
morimos sobre el mismo vientre
pero a ti se te concede
la fortuna del descanso.


del libro: En aras del silencio


CINTIO VITIER




La hoja



Quedará
lo que ella afirma no lo dice
su decir es no decir y no decir y no decir
no infinitamente sino
Tres Veces
tres infinitas veces
En su rostro escribo y es un rostro sin más rasgos
que mi escritura
que ella tornará blancor de mente, jeroglífico
de espuma,
nada
Una hoja tras otra no hacen un árbol
sino un libro un libro tras otro
no hacen un árbol sino una colección
de libros Una colección tras otra hacen
una biblioteca En la biblioteca dicen
que no hay pájaros pero yo los he visto
Lo que no he visto es libros en el bosque
Claro que el bosque mismo puede considerarse un libro etc.
Etcétera es la única palabra que la hoja abomina.


JOSÉ ASUNCIÓN SILVA

  


Triste



Cuando al quererlo la suerte
se mezclan a nuestras vidas,
de la ausencia o de la muerte,
las penas desconocidas,

y, envueltos en el misterio
van, con rapidez que asombra,
amigos al cementerio,
ilusiones a la sombra,

la intensa voz de ternura
que vibra en el alma amante
como entre la noche oscura
una campana distante,

saca recuerdos perdidos
de angustias y desengaños
que tienen ocultos nidos
en las ruinas de los años.

Y que al cruzar aleteando
por el espacio sombrío
van en el ser derramando
sueños de angustia y de frío

hasta que alguna lejana,
idea consoladora,
que irradia en el alma humana
como con lumbre de aurora,

en su lenguaje difuso
entabla con nuestros duelos
el gran diálogo confuso
de las tumbas y los cielos.